Antonio Toledo Corro: Un siglo en el poder

07 julio 2018

"A sus casi 100 años de edad, el ex Gobernador más longevo de Sinaloa nunca perdió su don de mando y su férreo carácter"

Ariel Noriega

MAZATLÁN._ Heredero de una época en que el poder se fundía con la personalidad, Antonio Toledo Corro fue el “hombre fuerte” de su época y un cacique a la antigua usanza, de los que dejaban el rancho sólo para ir a pelear las guerras de la política.

Amigo de presidentes y dueño de un imperio que construyó desde la rabia de un niño de padre ajeno, la partida del “El tigre del sur” se lleva con él una época donde la política era el centro de todo y dónde él siempre tuvo todos los hilos en la mano.

Al final de su larga vida, murió de 99 años, Toledo Corro seguía dirigiendo una fortuna personal sin límites, que tenía como única explicación pública su trabajo y el ganado que compró y vendió desde muy joven.

Amado en Escuinapa, donde siempre se sintió en casa y donde llegó a ser considerado como un hijo pródigo, Toledo Corro nunca olvidó sus orígenes y aunque terminó viviendo en Mazatlán, siempre mantuvo un pie en su tierra.

La vida le alcanzó para todo, incluso para vender Las Cabras, el mítico rancho con 25 kilómetros de playa que terminó vendiendo al Gobierno federal y donde ahora se construye el Centro Integralmente Planeado Playa Espíritu.

Gobernó Sinaloa de 1981 a 1986 con “puño de hierro”, se convirtió en uno de los hombres más ricos del sur de Sinaloa y jamás lo ocultó, se construyó su propio paraíso con pista de aterrizaje incluido y nunca le pidió permiso a nadie.

Su gobierno estuvo marcado por su enfrentamiento con la UAS, a la que consideraba un partido político, y gracias a ese pleito nació la Universidad de Occidente y el Cobaes.

En su contra se dijo mucho, incluso se le culpaba del florecimiento del narcotráfico en Sinaloa durante su mandato, un tema del que no temía hablar.

A su favor, todavía se recuerda su fuerte apoyo a la zona serrana, donde impulsó la minería, la construcción de aserraderos y la ganadería.

Su fuerte carácter y su forma de mandar fueron su sello personal, todavía hace unos meses seguía gritando y dando órdenes para dejar en claro que él seguía al mando.

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Sus orígenes

Antonio Toledo Corro nació el 1 de abril de 1919, cuando todavía se peleaba la Revolución en nuestro País.

El destino quiso que su padre fuera José Natividad Toledo, uno de los ganaderos más ricos del sur de Sinaloa.

Sin embargo, lo único que le dio su padre fue el apellido y los genes, pero la gente se encargó de recordarle siempre que había nacido fuera de su familia.

Toledo Corro nunca ocultó sus orígenes, ni los desprecios que tuvo que sufrir como hijo natural, al revés, hizo de la desgracia el alimento de su carácter y consiguió muchos más que los hijos que vivieron con su padre.

En 1977, en un gesto de revancha, compró Las Cabras, el enorme predio que alguna vez fue de su padre y que sus medios hermanos habían perdido.

Cuentan las jovencitas de su época que era un hombre bien presentado y “todo un caballero”, alguien todavía lo recuerda como gerente de la agencia de autos Studebaker en la calle Constitución, en pleno Centro Histórico.

A Esthela Ortiz Pérez la conoció en Nayarit, una mujer descrita como “encantadora”, culta y con una sensibilidad artística muy desarrollada. Esthela hija de una pianista nayarita, Elvira Pérez, y de Abraham Ortiz.

El joven Antonio se enamoró de ella para siempre, aún y cuando su familia lo rechazó porque no le veían mucho futuro.

Peleó por el amor de su vida con el mismo tesón con el que se enfrentó a todo y amó a doña Esthela más allá del tiempo, cuando la vida ya se la había arrebatado.

Después de su muerte, don Antonio le ofrecía una misa cada año, a la que acudía puntual, además de ordenar siempre una esquela en las páginas de Noroeste.

Aún los últimos años bromeaba con que su nombre era “Antonio Toledo de Ortiz”.

 

El poder

Amigo de los hombres en el poder, don Antonio Toledo Corro comenzó a ascender en la escalera política en México, fue Alcalde de Mazatlán, diputado local, diputado federal y Secretario de la Reforma Agraria y siempre buscó la Gubernatura de Sinaloa.

Su amistad cercana con López Portillo le valió la Gubernatura que se le había negado durante los sexenios de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez.

En su oficina de la calle Zaragoza, las fotografías de su vida tapizan las paredes, en una de ellas se le ve feliz junto al ex Presidente López Portillo.

Pero para cuando llegó a la Gubernatura ya había perdido antes esa candidatura a la que aspiraba, cuando en 1962 fue nombrado candidato del PRI Leopoldo Sánchez Celis.

Fue tal su encono con Sánchez Celis antes de la designación, que durante ese sexenio Toledo Corro se tuvo que ir de Sinaloa.

Cuentan que incluso un amigo de él lo sacó de Mazatlán en la cajuela de un auto, para que prácticamente “huyera” del estado, por su enemistad con el flamante Gobernador Sánchez Celis.

Un reportaje de Proceso señala que en esos años se fue a México y al sureste del País, y se dedicó a labores de desmonte. Fue en ese tiempo que conoció a José López Portillo, cunado éste era titular de las Juntas Federales de Mejoras Materiales.

Esa amistad fue la promesa de su regreso y reinserción a la política de Sinaloa. En 1976 se convirtió en diputado federal y en 1978, el Presidente López Portillo lo nombró Secretario de la Reforma Agraria, la que dejó para convertirse en candidato a la Gubernatura de Sinaloa, con la bendición presidencial.

En 1981 se convierte en uno de los gobernadores mayor control político que se recuerde en Sinaloa, por las buenas o por las malas conseguía lo que quería, no hubo Congreso ni oposición que consiguiera un equilibrio de poder en esa época, Sinaloa se convirtió en una extensión del Rancho de Las Cabras.

En 1983, en Mazatlán se operó un fraude electoral en contra de Humberto Rice, el candidato del PAN a la Alcaldía, donde finalmente se le otorgó la victoria al arquitecto Quirino Ordaz, padre, por cierto, el constructor de su casa en Las Cabras.

Nadie dudó que el fraude había sido operado desde la oficina del Gobernador.

En el clímax de su poder como Gobernador, la revista Proceso publicó un amplio reportaje que detalla la opulencia de Toledo Corro y algunas de sus extravagancias.

La revista mostró a México los caprichos de un Gobernador que mantenía todo el poder bajo su control, de esa época sobreviven algunas locuras como el Aeropuerto de Escuinapa, construido en Teacapán.

El reportaje de Proceso describe Las Cabras como un reino construido por la soberbia y los signos de la corrupción.

Desde entonces, Las Cabras cerró sus puertas y Toledo Corro rara vez volvió a permitir la entrada de periodistas a su paraíso personal.

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El Tigre del Sur

Hizo una marca de su nombre, a fuerza de mencionarlo el pueblo se olvidó del Antonio y su nombre pasó a ser “Toledo Corro”, un hombre que pedía y ofrecía respeto.

Durante su administración, el narcotráfico comenzó a asomar la cabeza, por lo que fue cuestionado de manera insistente por su pasividad para tratar el problema. En 2015 respondió a Noroeste sobre el tema.

“Lo que pasa es que a mí me respetaron y yo los respeté a ellos. Era un problema federal”, dijo en esa ocasión ante los cuestionamientos.

En sus últimos años vestía siempre con un uniforme color caqui, que mandaba hacer para no perder el tiempo eligiendo qué ponerse, y fumaba puros que le quemaban la ropa.

En sus buenos tiempos viajaba como los presidentes estadounidenses en el viejo oeste, en su propio vagón de tren; un vagón de lujo plateado que trajo desde Estados unidos y mandó acondicionar para hacer sus largos viajes a Nogales.

Tenía su propio aeropuerto para aviones pequeños y mandó construir un aeropuerto en Escuinapa, donde tal vez la única ocasión que recibió aviones fue durante su inauguración.

Todavía antes de morir tuvo tiempo para convertirse en dueño del equipo de beisbol Venados, una de sus pasiones, aunque poco a poco iba dejando el control de sus negocios en manos de sus descendientes.

Antes de morir seguía presumiendo que comía lo que quería y que nunca tuvo que cuidarse de nada, con una fortaleza física única y un carácter incontestable, don Antonio vivió siempre como quiso y supo imponer sus deseos al que tuvo enfrente.

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Familia

Esposa: Esthela Ortiz Pérez (+)

Hijo:

Abraham

Antonio

Lourdes (+)

Acompañado de su hijo Antonio, y sus nietos José Antonio y Lucio, era común verlo en eventos públicos.

La compra del equipo Venados fue uno de sus últimos negocios.

Aún en años recientes, don Antonio abordaba una avioneta para visitar en la sierra sus negocios ganaderos.