Un bote de madera es clave para acercar las vacunas a lugares remotos de Colombia
La embarcación, con capacidad para 20 personas, abarata los costes y permite mejorar la cobertura de los esquemas de vacunación para prevenir enfermedades en zonas apartadas del país
“Estamos felices. Este bote es una bendición”, expresa sonriente Sara Jiménez, portando un uniforme impecable que resplandece en medio del río San Juan, en el departamento de Putumayo, al suroccidente de Colombia, cerca de la frontera con Ecuador.
Jiménez forma parte de un equipo de vacunadores que navega hacia el resguardo indígena Las Vegas, a orillas del río, en la profundidad de una zona selvática. Los transporta un bote de madera con capacidad para unas 20 personas, que ahora marca la diferencia en su misión de prevenir enfermedades.
“Anteriormente nos tocaba pagar costos muy elevados para venir. Nos tocaba madrugar demasiado para coger un bote y visitar de afán”, cuenta Jiménez.
Uno de sus compañeros, Libardo Chará, la complementa: “Anteriormente era muy difícil, nos tocaba hacerlo por medio de botes públicos de pasajeros y, a veces, cuando se conseguían los recursos podíamos venir una o hasta tres veces en el año, pero no se manejaban los esquemas de vacunación como deberían ser, eran irregulares. Los niños estaban atrasados. Había niños grandes que no tenían ni la primera vacuna”, relata el vacunador.
Cerca del 80% de la población en el departamento de Putumayo vive en zonas rurales dispersas. Para llegar a algunas de ellas es necesario navegar por ríos entre cinco y seis horas.
“Eso dificulta el desplazamiento de la población hacia los puestos de salud y hace muy difícil que las vacunas lleguen a todas las comunidades y que los esquemas sean completos”, indica Carolina Echeverry, secretaria de salud del departamento.
En defensa de la equidad
El Putumayo, enclavado en la Amazonía colombiana, es uno de los departamentos priorizados como parte de la Iniciativa Global de Canadá para la Equidad de Vacunas CanGIVE.
El proyecto busca contribuir al acceso equitativo a las vacunas del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) entre las poblaciones en situación de vulnerabilidad. La alianza de cooperación con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y Unicef llega a zonas remotas de Colombia donde se requieren esfuerzos adicionales de inmunización, así como el fortalecimiento de los sistemas de salud.
En Colombia, la iniciativa, que cuenta con una inversión de 14,9 millones de dólares canadienses para los años 2023 y 2024, aporta recursos para la adquisición de equipos y suministros para la cadena de frío de las vacunas, el apoyo a campañas de inmunización y el fortalecimiento del talento humano y del sistema de información del Programa.
En consulta con el Gobierno de Colombia, se identificaron 10 departamentos del país con bajas coberturas en población menor de 5 años: Caquetá, Putumayo, Amazonas, Arauca, Vaupés, Chocó, La Guajira, Nariño, Guainía y Vichada.
Jaid Constanza Rojas, consultora nacional de inmunizaciones de la OPS, explica que el apoyo a los territorios se define con base en las necesidades que identifican las autoridades departamentales y municipales de salud.
“En Putumayo identificamos que los niveles de cobertura estaban bajos, en especial, en zonas ribereñas donde la población habita al lado del río. Decidimos entregarles un bote para que todos los días pudieran ir a completar los esquemas de vacunación oportunamente y hacer el seguimiento que se requiere”, señala.
Echeverry, la secretaria departamental de salud, destaca que “la ayuda con botes y motores ha permitido que los biológicos sean trasladados hacia las zonas alejadas, dando garantías para que las vacunas se apliquen a toda la población, especialmente, a los menores de cinco años”.
Los equipos de vacunadores celebran la disponibilidad del nuevo medio de transporte.
“El bote con motor es un equipo de trabajo. Ahora llegamos de manera fácil y el esquema se hace en la fecha y en el tiempo indicado”, declara Libardo Chará. “Ahora vamos a cada casa con tiempo a hablar con las familias y tener al día los esquemas de vacunación. Los padres a veces no tienen dinero para llevar a los niños al pueblo a vacunarlos. Ahora se sienten muy agradecidos”, añade Sara Jiménez, su compañera de brigada.
Arduas jornadas
Las jornadas de los equipos vacunadores de Puerto Caicedo, un municipio de Putumayo, inician antes de las siete de la mañana. Ingresan al hospital local Alcides Jiménez para alistar sus equipos, asegurando que las vacunas conserven la cadena de frío, y dividiéndose por zonas o veredas.
“Recogen las vacunas y realizan recorridos terrestres o fluviales. Se desplazan en busca de los niños para hacer seguimiento a los esquemas y en busca de población flotante o nueva para evitar enfermedades inmunoprevenibles. Realizan vacunación casa a casa y algunas veces en puntos a donde acude la comunidad cuando se organizan brigadas de atención”, narra Yolanda Ortega, enfermera de vacunación.
Martha Chachinoy es otra de las vacunadoras del municipio. Explica que es necesario comenzar la jornada antes de que amanezca. Después de navegar por los ríos de esa región selvática, el viaje continúa con caminatas entre aldeas o cerros.
“Nos toca madrugar para llegar hasta el río. Gracias al bote hemos logrado llegar de forma oportuna a la ribera del río y luego continuamos caminando. Es muy duro, pero hacemos el trabajo con mucho amor y eso hace que subamos la loma más dura”, dice.
La mañana luce tranquila el día que el equipo de vacunadores llega hasta el resguardo indígena Las Vegas. Después de descender del bote, se acercan bajo los rayos ardientes del sol a la vivienda donde Angie Paí carga en brazos a su hijo de seis meses. Le aplican nuevas dosis que lo protejan de enfermedades.
“Cada vez que el niño tiene vacunas, ellos vienen a vacunarlo. Es importante para evitar que los niños se enfermen. Facilita que ellos vengan acá por el transporte, porque tendría que ir en bote de aquí al pueblo y el pasaje vale 10 mil pesos (unos 2.5 dólares)”, agradece la mujer.
Esteban López, gerente del hospital Alcides Jiménez, confirma que la entrega del bote ayudó a reducir brechas en el acceso a la vacunación.
“Antes el hospital asumía altos costos de transporte. Un traslado en bote particular podía oscilar entre 800 mil a un millón de pesos (unos 250 dólares) por cada brigada. Después de la donación, los costos del despliegue operativo son inferiores. Contamos con contratos de suministro de combustible y conductor y eso ayuda a que las jornadas aumenten, logrando mayores coberturas”, enfatiza.
Resultados en salud pública
De acuerdo con el Ministerio de Salud y Protección Social, Colombia cuenta con uno de los esquemas de vacunación más completos de la región. A través del Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) dispone de 22 vacunas que protegen contra más de 30 enfermedades. La población objetivo son los niños, niñas, adolescentes, gestantes, adultos mayores de 60 años y personas con comorbilidades.
Elvin Janeth Botina, jefe de la oficina de salud pública de la Secretaría de Salud de Putumayo, expone que, por medio de la vacunación, se llega a todo el curso de vida, desde los menores de 5 años hasta la edad adulta. “La vacunación es muy importante para prevenir enfermedades como la infección respiratoria aguda, el COVID-19 y la fiebre amarilla, entre otras”, resalta.
“Vamos a poder cumplir la meta de vacunación en municipios que no estaban cumpliendo, con coberturas del 95%. Son coberturas útiles y sabemos que es gracias a estas ayudas”, agrega Carolina Revelo, enfermera profesional de apoyo al sistema de información del Programa Ampliado de Inmunizaciones en Putumayo.
El Alcalde de Puerto Caicedo, Ederth Adrián Ibarra, subraya que “es muy importante porque podemos llegar hasta donde están muchas personas que no pueden salir y atenderlos, prevenir enfermedades y hasta la mortalidad en niños, niñas, adolescentes, mujeres. Un niño con su esquema de vacunación completa es un niño más saludable y se está previniendo muchas de las enfermedades a las que estamos expuestos en nuestro municipio y en cualquier parte del territorio”.
La entrega del bote, como parte del trabajo de cooperación, no solo facilita el día a día de los vacunadores. Contribuye a proteger la vida en comunidades alejadas.
“Si los niños están bien, los padres están bien. Llevo 26 años trabajando en vacunación y amo vacunación, es muy bonito ver que los niños crecen y verlos junto a sus familias crecer. Es muy gratificante”, concluye Martha Chachinoy, tan alegre como el resto de la brigada.