Los multimillonarios marchan hacia Washington

Newsweek en Español
13 abril 2017

"El Presidente Trump los ha convencido de salir de sus mansiones y dejar sus yates para hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo... para los muy, muy ricos"

Nina Burleigh

@NinaBurleigh

 

Mr. Monopoly, ese opulento bigotón, era lo más cercano que la mayoría de los estadounidenses estuvieron de un multimillonario neoyorquino hasta que el candidato Donald Trump empezó a volar en su jet a sus poblaciones el año pasado. Ahora son prácticamente una vista común, porque el Presidente Trump ha convencido a un grupo de ellos para que salgan de sus penthouses y jets privados ya sea para unirse a su Gabinete o sentarse en sus consejos y juntas asesoras.

Los votantes de Trump saben que han tenido un gobierno para multimillonarios -esa es una razón por la que están tan enojados- pero tener uno de multimillonarios significa que el Poderoso Oz ahora está determinando la agenda de la nación, y no hay cortina.

Entonces, ¿qué puede darles Trump a estos hombres quienes tienen todo? ¿Y qué pueden hacer ellos por él, y a Estados Unidos? La respuesta podría hallarse en una frase de la película italiana El gatopardo, sobre la decadente aristocracia siciliana: “Todo debe cambiar para que todo pueda permanecer igual”. El mejor regalo que Trump puede darles a sus amigos ricos es dar la apariencia de que está moviendo al sistema mientras deja intacta la miríada de tácticas de ellos para amasar capital. A menos de tres meses de iniciada su Presidencia, Trump está muy metido en esa agenda: desregulando tranquilamente la industria financiera, retirando las normas de cambio climático de Barack Obama a los productores de combustibles fósiles y prometiendo menos impuestos a los muy ricos.

Que los multimillonarios se apropiaran del gobierno de Estados Unidos no fue una de las promesas emblemáticas de campaña de Trump, pero él ha montado un gobierno de, por y para sus semejantes (hombres que el más que inseguro Trump desea llamar sus semejantes).

Su Gabinete es el más rico de la historia estadounidense. Estos hombres han sido vendidos al público como los hombres quienes ayudarán a Trump a administrar el país “como un negocio”, en el cual el público es el consumidor. Después de sus carreras en las que ellos antepusieron el hacer crecer sus cuentas bancarias colosales antes que los intereses de pequeñas ciudades, fulanos trabajadores y el bienestar común, no hay razón para creer que les preocupará cómo los préstamos predadores o permitir que Obamacare “explote” afectarán a la gente real. Los multimillonarios de Trump no son ideólogos que odian al gobierno como los hermanos Koch o el mega donador Robert Mercer. Ellos son más parecidos a lo que Trump solía ser: centristas sin afiliación. Y su agenda -y ahora la agenda del país- es definida por esas cuestiones que afectan sus billeteras.

Compadecer al pobre multimillonario incomprendido

“Los ricos ya no son ricos”, dice el escritor de alta sociedad David Patrick Columbia. “Mi amiga heredó cientos de millones. Ella me dijo: ‘Ya no soy rica’. No perdieron su dinero, pero esas otras personas ganan miles de millones, algunas de ellas ganan mil millones de dólares al año. Y eso es todo lo que les importa. A todos esos tipos les encanta hablar de cuánto dinero tienen. Es lo que les gusta hacer”.

La mayoría de los multimillonarios que Trump atrajo a D.C. son, como él, de la generación de 1980 de tácticos de adquisiciones apalancadas, reyes de los bonos basura, tiburones de finanzas y capitalistas buitres. Se enriquecieron con las emergentes tácticas financieras confeccionadas para sacar ventaja del gran regalo de Ronald Reagan a Wall Street: hacer pedazos las regulaciones implementadas después de la Gran Depresión.

Se dice que Carl Icahn, asesor de Trump y tiburón de finanzas, fue un modelo para el personaje de “La codicia es buena” de Michael Douglas en El poder y la avaricia. El secretario de comercio Wilbur Ross, el asesor político Stephen Schwarzman y el asesor no oficial Stephen Feinberg hicieron sus fortunas con el tipo de banca de inversión que estuvo en boga después de que Wall Street decretó que la responsabilidad social y los negocios eran antitéticos.

Los constructores neoyorquinos de bienes raíces quienes ahora asesoran al Presidente -Steven Roth y Richard LeFrak- pasaron sus vidas profesionales (como Trump) en un forcejeo constante con políticos, reguladores citadinos, operadores de grúas de 50 pisos, gánsteres cementeros y el grupo variopinto de personajes, desagradables y demás, responsable del horizonte neoyorquino y las plazas, campos de golf y desarrollos residenciales del área circundante.

Los multimillonarios de Trump no pagan muchos impuestos, y la mayoría no piensa que debería pagar mucho más. Odian las regulaciones, y son ferozmente competitivos.

“Todos se conocen entre sí. Se financian entre sí. Y todos compiten entre sí”, dice Holly Peterson, periodista, autora de It Happens in the Hamptons e hija de Peter Peterson, un multimillonario neoyorquino quien no está en el bando de Trump. “Se olisquean entre sí como perros”.

Pero ninguno de ellos está -de nuevo, como el Presidente- metido en la alta sociedad neoyorquina. En 1983, cuando Paul Fusell escribió su libro Class: A Guide Through the American Status System, él dijo que una señal del más alto estatus era la riqueza heredada, y otra la exhibición discreta de esa riqueza. Esas reglas ya no se aplican, por lo menos no en la sociedad neoyorquina. Trump y sus multimillonarios son elaborada y públicamente ricos, y aun cuando algunos de sus papás eran adinerados, no todos empezaron de esa manera. Schwarzman, el director del Foro de Estrategia y Política de Trump, es hijo del dueño de una sedería, y ahora él divide su tiempo entre un tríplex de 37 habitaciones en Park Avenue, una finca en los Hamptons y villas en Palm Beach, Florida y Jamaica. Es famoso por dilapidar millones en sus fiestas de cumpleaños. Icahn asistió a una preparatoria pública en Far Rockaway, mucho antes de que se comprara un yate de 177 pies.

Con la excepción de Ross y su colección de arte de250 millones de dólares, no son estetas; incluso si sus nombres a veces son tallados en el granito de graciosas y viejas propiedades públicas como el edificio principal de la Biblioteca Pública de Nueva York (Schwarzman) o grabados en bronce en los edificios elevados que albergan sus compañías.

Algunos multimillonarios neoyorquinos son famosos por su nobleza obliga o devoción con las causas civiles, pero no este grupo. Ellos son filántropos de círculo social. El ex Alcalde Michael Bloomberg invirtió su nombre y dinero en defender el control de armas de fuego y es bien sabido que presionó por una ciudad de Nueva York más medioambientalista mientras estuvo en el cargo. Peterson, ex socio de Schwarzman, puso mil millones de dólares en un grupo de expertos en economía. Y junto con Bill Gates, Warren Buffett y otros 40 multimillonarios, él firmó la Promesa de Dar, en la cual todos prometieron donar la mayoría de su riqueza a la caridad. Schwarzman le dio a la Biblioteca Pública de Nueva York 100 millones de dólares, pero sólo después de que un mes antes se burlaron de él en The New Yorker por tacañería. (“Él ha dado, pero ni remotamente lo que podía”, resopló un crítico anónimo en ese artículo). El escritor financiero James B. Stewart ha descrito cómo Schwarzman tuvo problemas para reservar una mesa de primera en el Salón Grill del Four Seasons, un lugar para almorzar de la alta sociedad. Schwarzman le preguntó a su entonces socio, Peterson, al respecto, quien le explicó: “Se requiere de algo más que dinero”.

Los multimillonarios de Trump, aun cuando son algunos de los hombres más ricos de Nueva York, están un peldaño debajo de la clase dirigente cultural-financiera, la aristocracia.

“Pienso que la naturaleza de todos estos tipos es que no son parte de una clase dirigente de poder o adinerada”, dice un banquero de inversiones de capital privado de Manhattan quien conoce a la mayoría. “Puedes ser muy, muy rico sin ser extremadamente importante aquí. No es como si [Trump] haya montado una camarilla de pioneros que afectaron el Siglo 21”.

Han alterado de otra manera, como capitalistas buitres o, más eufemísticamente, inversionistas en compañías en apuros. Icahn fue uno de los primeros tiburones de finanzas, y él inventó el “chantaje empresarial”, una práctica en la década de 1980 y ahora proscrita en la que dinero grande de Nueva York se abalanzaba, compraba un bloque de acciones y luego obligaba a la junta directiva de una compañía a comprarlas de vuelta o arriesgarse a una adquisición. Entre sus muchos bombardeos en una carrera de tiburón de finanzas, Icahn recibe crédito por matar al gigante de las aerolíneas TWA.

Como Icahn, pero de una generación más joven, Feinberg se hizo de renombre comprando y reorganizando compañías. Él fundó la compañía de nombre ominoso Cerberus Capital (en la mitología griega, Cerbero era el perro de tres cabezas que vigilaba las puertas del Hades), la cual desmenuzaba compañías como Anchor Hocking, una fábrica de vidrio en Ohio, haciendo desaparecer a una pequeña ciudad junto con ella, una tragedia comunitaria mejor contada en Glass House. La verdadera pasión de Feinberg es el armamento y los contratos militares; él compró compañías estadounidenses de armas de fuego y fundó un conglomerado de armas llamado Freedom Group que, entre otras ofertas, produce armas automáticas que favorecen tipos como el gatillero de la escuela Sandy Hook. Él también posee un sitio privado de entrenamiento militar, y su DynCorp es uno de los principales contratistas de defensa. El nombre de Feinberg rara vez es publicado sin los calificadores “misterioso” o “huraño”. El año pasado, un espía corporativo reportó a The New York Observer que Feinberg advirtió a sus accionistas de Cerberus que se mantuvieran fuera de las noticias.

“Tratamos de escondernos religiosamente”, dijo él. “Si alguien en Cerberus tiene su foto en el periódico y una foto de su apartamento, haremos más que despedir a esa persona. Lo mataremos. La sentencia en prisión valdrá la pena”. (Ninguno de los multimillonarios en este artículo respondió a las solicitudes de comentarios.)

El nuevo Secretario del Tesoro, Steve Mnuchin, aun cuando no es tan multimillonario (valor neto de 500 millones de dólares) es otra leyenda de las ganancias sobre la gente. Él compró un banco de California después de la crisis de vivienda de 2008 y lo rehabilitó mediante desalojar a decenas de miles de personas, incluidos muchos ancianos y veteranos. Las protestas subsiguientes -las recientes personas sin techo montaron un campamento alrededor de su mansión en Los Ángeles- contribuyeron al fracaso de su segundo matrimonio.

Liz Smith, la columnista retirada de alta sociedad para el New York Post, ha conocido a Trump desde la década de 1970, y ella vio a la alta sociedad de Nueva York que al principio respingó con él, y luego cedió, conforme los tiburones de finanzas, quienes se convirtieron en los amigos multimillonarios de Trump se apoderaron de Manhattan.

“La importancia actual del dinero y los grandes negocios y nada de ética es desalentadora”, dice ella. “Al principio, la flor y nata veía el hecho de que [Trump] era un hombre rico, y pensaron que podrían extraer dinero de él para sus caridades. Descubrieron con mucha rapidez que él era más tacaño que ellos. Pienso que los multimillonarios lo apoyan con inquietud. Están nerviosos. Dependen de la Presidencia para su estabilidad. Son patriotas, en su mayoría. No es su culpa que sean ricos”.

¿Qué le das al hombre que se lleva todo?

Los multimillonarios de Trump comparten sus dos metas principales: un enorme ajuste fiscal y desregulación, permitiéndoles ganar todavía más dinero. El 99 por ciento sólo tiene el entendimiento más vago de las estrategias con las cuales el 1 por ciento opera y se beneficia.

Por ejemplo, para la mayoría de los estadounidenses la bancarrota es un desastre, un golpe catastrófico a la calificación crediticia, un fracaso personal y una vergüenza que sugiere dormir en tu auto o mudarte de vuelta con mamá y papá. Para los multimillonarios de Trump, la bancarrota -o como Trump la llama, “las leyes de capítulos”- sólo es otra herramienta en la caja, la cual incluye varias formas legales de manipulación accionaria, recortar pensiones, diseñar intercambios de edificios comerciales para evitar impuestos y forzar a una compañía en apuros o en la mira a comprar de vuelta sus propias acciones para aumentar su precio.

Otro truco de magia entre los multimillonarios es no pagar impuestos. Buffett ha señalado que él y otros multimillonarios pagan menos impuestos que una maestra de escuela. Trump ha evitado pagar cientos de millones en impuestos al paso de los años -legalmente- y también lo hacen sus multimillonarios. La administración de Trump ha dejado muy en claro que ampliará los beneficios fiscales para multimillonarios. Mnuchin prometió durante su audiencia de confirmación que “no habrá en absoluto un recorte fiscal para la clase superior”. Pero impuestos menores para los ricos estaban detrás de la urgencia republicana de abolir el Obamacare y remplazarla con su propio proyecto fallido de Trumpcare.

La Oficina Presupuestal congresista y apartidista calculó que la propuesta habría dejado otros 24 millones de personas sin seguro, en su mayoría los estadounidenses más viejos y más pobres, mientras que les daba a quienes más ganan ahorros fiscales por 158 mil millones de dólares en ingreso por inversión. Trump soltó la verdad en un discurso con estilo de campaña en Louisville, Kentucky, una semana antes de que el plan fracasara.

“Tenemos que dejar esto hecho antes de que podamos hacer lo otro”, le dijo él al público. “En otras palabras, tenemos que saber qué es esto antes de que podamos hacer los grandes recortes fiscales”.

El ajuste fiscal de Trump sigue siendo parco en detalles, pero una versión le da al más alto 1 por ciento de los estadounidenses ahorros fiscales del 6.5 por ciento, y ahorros del 1.7 por ciento o menos para las clases media y baja. Trump ha prometido acabar con el impuesto mínimo alternativo gravado a la gente como él, cuando sus deducciones lleven a cero su factura de impuestos. Según su factura fiscal de 2005, a Trump se le gravó con el 24 por ciento, gracias al IMA.

Los ejecutivos más altos de compañías de capital privado -como Schwarzman, Icahn, Feinberg y, hasta que liquidó, Ross- todos califican teóricamente para la deducción de participación compartida, la cual reduce a la mitad sus tasas impositivas. Cuando Obama acechaba la deducción de participación compartida en 2010, Schwarzman casi se orinó en los pantalones.

“Es una guerra”, dijo él en una reunión directiva en julio de 2010. “Es como cuando Hitler invadió Polonia en 1939”. Luego se disculpó.

Los dulces acuerdos fiscales no son solo para Wall Street. Los magnates de bienes raíces como Trump pueden sacarle ventaja a una deducción que el Congreso forjó para ellos en la década de 1990. Aun cuando la gente común que pierde dinero en acuerdos de bienes raíces ya no puede aplicar deducciones completas, la gente que califica como “profesionales de bienes raíces” (Trump, LeFrak y Roth) pueden deducir sus pérdidas.

El Congreso también permite que los constructores deduzcan la depreciación supuesta de los valores de su propiedad, dependiendo del tipo de propiedad, a pesar del hecho de que los bienes raíces por lo general aumentan su valor con el tiempo. Ello significa, según Morris Pearl, otrora director ejecutivo del Fondo BlackRock y director de Patriotic Millionaires a favor de los impuestos, los constructores -y sus herederos- nunca tienen que pagar impuestos por las propiedades.

“Hay ciertas cosas que el mercado libre no puede hacer”, dice él. “Si prefieres una sociedad más segura al largo plazo, quieres regulaciones. Pero los multimillonarios tienen una perspectiva diferente de las cosas que otras personas. Si eres Steve Schwarzman y tu compañía de seguros cae en bancarrota a causa de negocios turbios, solo buscas otro seguro. Si eres Steve Schwarzman, pagas aproximadamente la mitad de la cantidad de impuestos que otros neoyorquinos bien pagados. A muy pocas personas les importa la deducción fiscal de participación compartida, pero Schwarzman piensa que la merece. Tal vez él piensa que hay una escasez de personas dispuestas a ser gerentes de fondos, por lo que necesitamos ofrecerles incentivos fiscales especiales”.

Además de recortar sus impuestos, los multimillonarios de Trump tienen peticiones muy específicas y no tienen timidez de expresarlas. El asesor regulador especial Icahn es un inversionista mayoritario en una refinería de petróleo en Texas que podría haberse ahorrado 205.9 millones de dólares el año pasado si no fuera por el estándar de combustible renovable de la Agencia de Protección Medioambiental, el cual exige que los refinadores aseguren que se mezcle etanol con base de maíz en el combustible. Desde la elección de Trump, Icahn se ha comprometido en un bombardeo cabildero para cambiar esa regla.

Trump busca destrozar el montón de regulaciones Dodd-Frank a la industria financiera. También anunció sus planes de reducir la labor de la Oficina de Protección Financiera al Consumidor de EU, la cual fue aprobada por los legisladores para proteger a los consumidores de prácticas predadoras de préstamos después de la crisis de 2008. Él también firmó un decreto presidencial que puso el escenario para anular la regla fiduciaria, finalmente permitiendo a los asesores financieros vender de nuevo planes a clientes que benefician a los mismos asesores.

El club de chicos multimillonarios de Trump teóricamente está de acuerdo con su postura antiglobalista.

Ross, el Secretario de Comercio, anunció en marzo que el proceso formal para renegociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte era inminente. Él ha anunciado planes para recabar miles de millones de dólares, principalmente de China, en multas por violar las sanciones de EU y otras normas comerciales globales. Pero el nacionalismo sólo le preocupa a un multimillonario en las maneras limitadas que sus conglomerados se vean afectados por asuntos internacionales o guerras comerciales globales. Aun cuando los supuestos nexos de Trump con los rusos podrían ser su caída política, en el mundo que habitan él y su pandilla multimillonaria, las fronteras nacionales son mucho menos importantes que las relaciones entre feudos multinacionales y los bancos que los apoyan.

La Organización Trump hace negocios en todo el mundo, desde Dubái hasta Estambul y Moscú, pero la operación global de la marca del Presidente es un capitalismo light en comparación con, digamos, el imperio multinacional de Ross. Antes de su audiencia de confirmación, Ross accedió a liquidar cientos de millones de dólares en activos, incluida su parte del Banco de Chipre, el cual supuestamente la mafia rusa ha usado para lavar dinero. Él conserva su participación en un gigante de petroleros transoceánicos llamado Diamond S Shipping Group Inc. El Centro de Integridad Pública observó las operaciones de esa compañía y halló que sus buques navegan con banderas chinas, y uno de sus barcos ha viajado a un puerto iraní, lo cual Diamond S ha dicho que fue legal. Diez por ciento de su negocio proviene de una compañía suiza con participaciones en el gigante petrolero ruso Rosneft. El internacionalismo de Ross difícilmente es único. DynCorp, de Feinberg, supuestamente ha entrenado a la policía afgana y tiene contratos en Arabia Saudí. Roth está construyendo una torre de apartamentos en Nueva York para los súper ricos y financiada con casi 1,000 millones de dólares en préstamos del Banco de China.

Si hay un asunto que une a casi todos los multimillonarios neoyorquinos -incluso quienes no apoyan a Trump- es un desprecio por las regulaciones federales, en especial a la industria financiera pero también a los desarrollos comerciales y su industria. Aun cuando no ha sido tan históricamente activo en combatir las regulaciones como, digamos, los hermanos Koch, Icahn no puede esperar a que Trump desregule todo. Él alabó el discurso de investidura de su amigo como una señal de que “nuestro deslizamiento peligroso hacia el socialismo ha terminado”.

En los primeros meses de su Presidencia, el logro característico de Trump ha sido eliminar las regulaciones que cubren todo, desde Wall Street y la contaminación hasta la seguridad alimentaria y las armas de fuego. Sus multimillonarios saben cómo todo esto mejorará sus balances generales. Lo que queda por ver es si los estadounidenses comunes cosecharán algún beneficio, aparte de su libertad recientemente obtenida para manejar autos sin estándares de kilometraje o emisiones, tomar medicamentos para usos fuera de los indicados, buscar petróleo en parques nacionales y, si están mentalmente enfermos, comprar una pistola.

 

CARL ICAHN ($16,600 millones de dólares)

Procedencia: Queens, Nueva York, 1936. Licenciado en humanidades, Universidad de Princeton.

Compañía: Icahn Enterprises LP, un conglomerado con más de 90,000 empleados y una gama amplia de inversiones, desde refacciones de autos hasta casinos y empaques de alimentos, moda y bienes raíces.

 

Ruindad famosa: Uno de los tiburones de finanzas originales de la década de 1980, él recibe crédito por matar a TWA, pero tal vez la más sucia acción afamada de Icahn sea planear la práctica ahora ilegal del “chantaje empresarial”, comprar bloques de acciones en compañías y luego obligar a esas compañías a comprarlas de vuelta a tasas infladas, como chantaje para salvarlas de su adquisición.

 

STEPHEN SCHWARZMAN ($11,800 millones de dólares)

Procedencia: Huntingdon Valley, Pensilvania, 1947. No egresado de Yale, donde estuvo en Skull and Bones con George W. Bush. Maestría en administración de empresas, Harvard.

Compañía: Cofundador de Blackstone Group, una compañía multinacional de capital privado y uno de los más grandes grupos alternativos de inversión en el mundo. Tiene 367 mil millones de dólares en activos.

 

Ruindad famosa: Se lo ha acusado de ser el tipo de patán que dice cosas como el que aumentar los impuestos a los pobres trabajadores los haría esforzarse más porque tendrían su “piel en juego”, y que se opone a los zapatos chillones de sus sirvientes. En 2008, cuando él valía solo 8 mil millones de dólares, se quejó con un escritor del New Yorker de que no se sentía rico.

 

STEVE ROTH ($1,100 millones de dólares)

Procedencia: Bronx, Nueva York, 1941. No egresado de Dartmouth, maestría en Administración de Empresas de la Escuela de Comercio Tuck.

Compañía: Presidente y director ejecutivo de Vornado Realty Trust, el cual, según Crain’s, posee 50 edificios y es el más grande arrendador comercial de Nueva York.

 

Puesto con Trump: Copresidente del Comité de Infraestructura de Trump.

 

STEPHEN FEINBERG ($1,200 millones de dólares)

Procedencia: Bronx, Nueva York, 1960. Licenciado en humanidades, Princeton.

Hábitat: Divide su tiempo entre una mansión de 50 millones de dólares en Manhattan (la otrora embajada egipcia, la cual tiene su propio cine) y un hogar de 2 mil 500 pies cuadrados en Connecticut.

Compañía: Cerberus Capital Management LP, un fondo de cobertura, agencia de capital privado y banco de inversión con activos de 120 mil millones de dólares y participaciones en por lo menos 50 compañías, incluida una cadena de tiendas de abarrotes, las compañías Alamo Rent a Car y National Car Rental, Burger King y Air Canada, y el contratista de defensa DynCorp con un mil millones de dólares. En algún momento, también poseyó parte de General Motors, y se benefició con el rescate de la industria automotriz pagado por los contribuyentes.

Juguete grande: Posee un sitio militar privado de 800 acres en las afueras de Memphis, Tennessee, llamado Tier 1, el cual tiene campos de tiro, pistas de manejo pavimentadas y todoterreno, y una zona de paracaidismo, así como un “complejo de combate urbano” diseñado para verse como un poblado afgano. También es un ávido cazador de presas grandes.

Ruindad famosa: Le dio a su compañía de capital privado el nombre del mítico perro de tres cabezas en las puertas del Hades, por lo que sabes que la lista es demasiado grande para esta entrada breve. Para seleccionar unas cuantas, después de que su Cerberus Capital tuvo un papel importante en aniquilar Anchor Hocking Glass Co. de Ohio, él pasó a coleccionar compañías de armas de fuego, y su Freedom Group ahora controla por lo menos una docena de fabricantes de armas, incluidas compañías que hacen el rifle de asalto usado en la masacre de Sandy Hook y otros tiroteos masivos.

 

Puesto con Trump: Un asesor no oficial en la comunidad de inteligencia. Donald Trump en algún momento sugirió que lo asignaría para investigar filtraciones de inteligencia.

 

WILBUR ROSS ($2,500 millones de dólares)

Procedencia: Weehawken, Nueva Jersey, 1937. No egresado de Yale. Maestría en Administración de Empresas, Harvard.

Compañía: Fundó WL Ross & Co. LLC.

Juguete grande: Tiene una colección de arte de 125 millones de dólares con su esposa.

Ruindad famosa: Su confirmación al Gabinete casi fue estropeada por su sociedad con oligarcas rusos en el Banco de Chipre, el cual se cree que es un centro de lavado de dinero.

 

Puesto con Trump: Secretario de comercio.

 

RICHARD LEFRAK ($6,500 millones de dólares)

Procedencia: Ciudad de Nueva York, 1945. Licenciado en humanidades, Colegio Amherst. Doctor en Derecho, Universidad de Columbia.

Compañía: Como Trump, LeFrak es hijo de un magnate de bienes raíces quien heredó y expandió una gran marca familiar neoyorquina. El padre de LeFrak llegó a EU como diseñador de Tiffany’s y empezó una compañía en 1905 que (como el padre de Trump) construyó viviendas de clase media en Queens. La Organización Lefrak ahora es uno de los mayores arrendadores en el área de los tres estados, con alrededor de 94 mil unidades en renta. También posee compañías petroleras y opera como inversionista de capital privado.

Favores a Trump: Después del discurso de investidura de Trump, LeFrak fue a CNBC y trató de calmar al público, afirmando que su amigo tiene “más buen sentido” del que le acreditan. “Siempre hay un poco de postura negociadora en muchas de las cosas que él dice”.

Puesto con Trump: Copresidente del comité de infraestructura de Trump.

 

ROBERT WOODS “WOODY” JOHNSON IV ($6,300 millones de dólares)

Procedencia: New Brunswick, Nueva Jersey, 1947. No egresado de la Universidad de Arizona.

Compañía: Johnson Co. Inc. una compañía de inversión privada. Pero su verdadera fortuna se deriva de su parte heredada en la multinacional global de productos médicos Johnson & Johnson, fundada por su bisabuelo Robert Woods Johnson en 1885.

Juguete grande: Los Jets de Nueva York.

Ruindad famosa: No es conocido alrededor de Manhattan por hacer el mal (a menos que seas un fan de los Jets) pero se le considera demasiado “suave”. Marihuano en el colegio, una vez salió de una fiesta en Arizona para orinar, cayó de un precipicio y se rompió la espalda.

Puesto con Trump: Embajador ante el Reino Unido, un puesto que otrora ocuparon personas como Joseph Kennedy y cinco hombres que después fueron presidentes. Su única conexión conocida con Gran Bretaña es que los Jets una vez jugaron en Londres.

 

 

Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek

 

 

“El mejor regalo que Trump puede darles a sus amigos ricos es dar la apariencia de que está moviendo al sistema mientras deja intacta la miríada de tácticas de ellos para amasar capital. A menos de tres meses de iniciada su Presidencia, Trump está muy metido en esa agenda: desregulando tranquilamente la industria financiera, retirando las normas de cambio climático de Barack Obama a los productores de combustibles fósiles y prometiendo menos impuestos a los muy ricos”.

 

“Los multimillonarios de Trump no pagan muchos impuestos, y la mayoría no piensa que debería pagar mucho más. Odian las regulaciones, y son ferozmente competitivos”.

 

“En los primeros meses de su Presidencia, el logro característico de Trump ha sido eliminar las regulaciones que cubren todo, desde Wall Street y la contaminación hasta la seguridad alimentaria y las armas de fuego. Sus multimillonarios saben cómo todo esto mejorará sus balances generales. Lo que queda por ver es si los estadounidenses comunes cosecharán algún beneficio, aparte de su libertad recientemente obtenida para manejar autos sin estándares de kilometraje o emisiones, tomar medicamentos para usos fuera de los indicados, buscar petróleo en parques nacionales y, si están mentalmente enfermos, comprar una pistola”.

 

“La importancia actual del dinero y los grandes negocios y nada de ética es desalentadora”, dice ella.