Informe de la Unesco alerta sobre calentamiento y contaminación del mar

Mongabay
20 junio 2024

El informe Estados del Océano 2024, de la Unesco, revela que el aumento de la temperatura del mar ha superado, en algunas zonas, los límites preindustriales por encima de los 2 °C establecidos en el Acuerdo de París; el estudio también señala que se ha incrementado la acidificación mientras que se están reduciendo los niveles de oxígeno en los océanos

Yvette Sierra Praeli

El océano se está calentando de manera acelerada, al doble del ritmo de lo que ocurría hace 20 años, lo que está ocasionando consecuencias preocupantes como el aumento del nivel del mar. En 2023, se registró uno de los mayores aumentos de temperatura desde la década de 1950. Así lo estableció la Organización Meteorológica Mundial (OMM) a inicios de este año y el último informe, Estado del Océano 2024 de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), presentado recientemente, confirmó la información. “Mientras que las temperaturas atmosféricas tienden a fluctuar, el océano se está calentando de manera constante y sostenida”, indica el reporte.

El informe elaborado por más de 100 científicos de casi 30 países, ofrece un panorama nada alentador con datos inquietantes sobre las amenazas que enfrenta el océano. La contaminación por plástico; la eutrofización por el aumento del nitrógeno y de fósforo; la reducción de los niveles de oxígeno y la intensificación de eventos como los tsunamis son algunos de los problemas descritos en el reporte.

“Tiene que haber cambios en las políticas, pero eso no está sucediendo en la mayor parte de los países. Somos conscientes del diagnóstico, pero no estamos haciendo nada por hacer un cambio, creo que hay que avanzar mucho más rápido. El aumento de temperatura lo venimos escuchando hace más de 20 años, pero sigue aumentando y el escenario sigue siendo malo”, señala el chileno Carlos Gaymer, director del Centro de Ecología y Manejo Sostenible de Islas Oceánicas (ESMOI) y profesor del Departamento de Biología Marina de la Universidad Católica del Norte.

Para Juan Carlos Riveros, director científico de Oceana en Perú, el informe muestra que estamos “avanzando hacia una extinción en términos de las condiciones de vida que podría haber en el océano en los próximos 20 años”. Riveros menciona que estamos casi a la mitad de la Década de los Océanos, y no se ha hecho mucho. “Estamos en un punto de quiebre”.

En diciembre de 2017, la Organización de las Naciones Unidas proclamó el Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible que se iniciaba en 2021 y se extendía hasta 2030. El propósito fue establecer una alianza científica para unir a las personas con el océano, además de garantizar la relación entre la ciencia y la política para asegurar una buena gestión de los océanos y de las costas.

En medio de este panorama complicado, también hay tiempo para la esperanza. El informe menciona los esfuerzos que se están haciendo para recoger información con el fin de tener mayor conocimiento sobre el papel fundamental del océano en la vida del planeta, así como los programas de cultura oceánica que se están implementando en diversas partes del mundo. Estos esfuerzos incluyen el reconocimiento de los conocimientos de los pueblos indígenas que han observado, utilizado y conservado el océano y sus recursos durante cientos de años.

“La idea del Estado del Océano 2024 es también llamar la atención a todas las audiencias sobre los problemas que enfrentamos como humanidad. Pero más allá de solo continuar hablando, debemos priorizar acciones para reducir o contrarrestar lo que hemos venido haciendo por décadas”, señala Daniela Hill, una de las investigadoras que participó en la elaboración del informe.

Un mar que se calienta

Uno de los datos que revela el documento es que la temperatura del mar ha subido en promedio 1.45 °C por encima de los valores preindustriales. Sin embargo, hay zonas en el Mediterráneo, el Océano Atlántico Tropical y el Océano Meridional donde la temperatura ya alcanzó los 2 °C por encima de los niveles preindustriales. Esto significa que en el mar ya se superó el límite establecido en el Acuerdo de París, de no sobrepasar los 1,5 °C en relación a la era preindustrial, para frenar el calentamiento global y sus consecuencias dramáticas para el planeta.

El calentamiento del mar puede ocasionar consecuencias críticas como el aumento del nivel del mar. “El océano absorbe el 90 % del exceso de calor liberado en la atmósfera y, a medida que el agua se calienta, se expande”, señala el informe. Además, según explica Carlos Gaymer, director del ESMOI, el calentamiento del mar está derritiendo los hielos, lo que también contribuye al aumento del nivel del mar.

Sumado a eso, el reporte señala que una mayor temperatura en el mar “altera las corrientes oceánicas” e indirectamente puede incidir en las trayectorias de las tormentas. Al respecto, Gaymer asegura que se trata de algo “tremendamente crítico”, porque los cambios en las corrientes marinas pueden impactar en el funcionamiento de los ecosistemas. “Estos cambios pueden generar, entre otras cosas, variaciones en la distribución de especies y como consecuencia afectar actividades productivas como la pesca, puesto que también se producen variaciones en la distribución de los recursos pesqueros”.

La situación es, además, particularmente preocupante si se considera que los ecosistemas marinos también están siendo afectados por otras amenazas, como la eutrofización, es decir, el exceso de nutrientes orgánicos como fósforo y nitrógeno lo que provoca una disminución del oxígeno en el agua y la variación en el PH marino, es decir, su acidificación. Todo ello está fomentando una pérdida de biodiversidad,extinción de especies, blanqueamiento de los corales, enfermedades infecciosas y l cambios en el comportamiento animal incluídos la reproducción y la distribución de hábitats.

Por otra parte, Juan Carlos Riveros, de Océana Perú, agrega que el calentamiento del océano aumenta la probabilidad de “un mar más movido”, lo que implica generalmente oleajes que afectan las estructuras costeras como muelles, puertos e incluso zonas urbanizadas. En ese sentido, menciona que la frecuencia de accidentes o de eventualidades que pudieran tener los pescadores va a aumentar notablemente como consecuencia de este desequilibrio en la temperatura.

Según el estudio, el océano contiene 40 veces más carbono que la atmósfera. “Eso hace que actúe como una especie de refrigerante, pero también tiene sus consecuencias, pues así como absorbe dióxido de carbono, plásticos y otros elementos, eso tiene un límite”, dice Riveros.

“Ese calor regresa con vientos más fuertes, con un aumento de la transpiración y con una mayor producción de nubes y mayor turbulencia. El mar acepta el calor, lo retiene, pero tiene capacidades limitadas para, en algún momento, devolverlo, y eso tiene consecuencias para nuestra vida diaria”, comenta Riveros.

El director científico de Oceana también explica que a nivel biológico, la productividad marina se ha mantenido más o menos estable en los últimos siglos, pero que eso puede estar cambiando. “Aún podemos conseguir ciertos pescados, sobre todo los más apetecibles como lenguado y corvina, pero son más pequeños, son una fracción del tamaño de hace 20 ó 30 años. Lo mismo sucede con especies que antes eran populares como las machas o las navajas, que eventualmente han entrado en peligro de extinción local”.

Esto significa que en el futuro cada vez habrá menos pescados, indica Riveros, y que muchas especies serán reemplazadas, paulatinamente, por otras de menor valor nutricional, con ciclos de vida más cortos y que no requieren tanta complejidad en su desarrollo como un pez grande. “En cierto sentido nuestro capital de alimentación que tenemos en el océano cada vez es más pobre, hay menos especies y están siendo reemplazadas por variedades con menor valor nutricional. Mientras sigamos sobreexplotando el océano lo que vamos a tener es un mar empobrecido”, asegura Riveros.

Más contaminación y menos oxígeno

“El océano sigue actuando como un sumidero, absorbiendo grandes cantidades de carbono” señala el informe de la Unesco, cuyos datos indican que el mar absorbe alrededor de la cuarta parte de las emisiones anuales de dióxido de carbono (CO2) de origen antropogénico que se emiten hacia la atmósfera. Eso aliviana los impactos del cambio climático en el planeta, pero produce que el océano se acidifique, explica el documento, lo que amenaza organismos marinos y servicios ecosistémicos, incluidos la seguridad alimentaria porque se reduce la biodiversidad y se degradan los hábitats.

La eutrofización es otro de los problemas expuestos en el informe. Esto ocurre cuando el océano recibe un exceso de nutrientes, particularmente de nitrógeno (N) y de fósforo (P), que llegan principalmente de la producción agrícola y la descarga de aguas residuales domésticas e industriales, y que favorece un rápido crecimiento de algas y otras plantas que cubren la superficie del agua. En un primer momento, la proliferación de algas provoca que la luz solar no pueda penetrar profundo en el agua y, como consecuencia, la vegetación muere al no poder llevar a cabo la fotosíntesis. Luego, los microorganismos que se alimentan de la materia muerta, como las bacterias, consumen el oxígeno que necesitan otras especies como peces y moluscos para sobrevivir.

“El aumento de la eutrofización finalmente ocasiona que zonas completas empiecen a morir. Hay lugares donde esto significa disminución de oxígeno a nivel local y un riesgo altísimo de que se produzcan floraciones de algas nocivas que tienen efecto directo en la distribución de especies y en la comunidad que consumen organismos que viven en zonas aledañas”, explica Gaymer.

Las denominadas ‘zonas muertas’, son lugares donde casi no queda vida marina debido a la disminución de la cantidad de oxígeno. Este descenso de los niveles de oxígeno está asfixiando a las especies costeras, señala el estudio.

En Latinoamérica, agrega Gaymer, los mayores efectos están ocurriendo en la costa atlántica y el Caribe. “En toda la zona de Brasil se ve el aumento de la eutrofización. También en Argentina, así como en el Caribe. Lo estamos viendo cada vez más en las zonas costeras asociadas a las desembocaduras de los ríos que aportan grandes concentraciones de contaminantes”, menciona el científico del ESMOI.

“Desde la década de 1960, el océano ha perdido el 2 % de su oxígeno como consecuencia del calentamiento de las temperaturas y los contaminantes, entre ellos las aguas residuales y la escorrentía agrícola. Las áreas costeras son las más afectadas”, se indica en el informe según el cual se han identificado aproximadamente 500 de estas zonas.

Juan Carlos Riveros explica que muchas de estas zonas muertas son temporales, pues se producen sobre todo en época de lluvias cuando éstas arrastran nutrientes al mar, principalmente nitrógeno, fósforo y potasio como resultado de la actividad agrícola o del mal manejo de los desechos. “Lo que sucede en el mar es un aumento de la actividad bacteriana y fotosintética que finalmente absorbe el oxígeno y todo lo que ingresa en ese espacio muere porque no puede respirar”.

Riveros menciona que en la costa de Perú, en la desembocadura de los ríos por ejemplo, se presentan estas zonas muertas temporales.

A todos estos factores contaminantes del mar se suma el plástico que, desde la década de 1990, ha aumentado significativamente. “La contaminación por plástico no tiene solución posible en este momento si es que no se considera realmente reducir la producción de plástico de un solo uso y de plástico en general”, señala Gaymer.

En busca de soluciones

“Las áreas marinas protegidas brindan refugio a la vida marina contra estos factores estresantes. Más del 70 por ciento de especies en peligro de extinción buscan refugio en estas zonas. Y esos puntos críticos de biodiversidad marina son cruciales para apoyar tanto la seguridad alimentaria como la salud general de los océanos ahora y en el futuro”, señala el informe.

Según el reporte, estos espacios protegidos albergan el 72 % de las 1500 especies marinas en peligro de extinción incluidas en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). “Los nuevos datos de la Unesco demuestran que, cuanto mayor es el nivel de regulación en una área marina protegida, más efectiva es en la protección de los ecosistemas locales”, se lee en el documento.

También se propone un mejor entendimiento y valoración del océano como un camino para intentar detener la degradación de los océanos, de tal forma que la sociedad en general reconozca sus vínculos con el océano y desarrolle un sentido de cuidado y conexión, generando cambios en valores, comportamientos y acciones.

Daniela Hill, directora de la Fundación Amiguitos del Océano en Ecuador y uno de los 20 científicos que integra el Grupo de expertos en cultura oceánica de la Unesco, explica que entender que la relación entre los seres humanos y el océano es un camino de doble vía. “La idea es lograr que las personas realmente encuentren este sentido de conectividad y de cómo nuestras propias acciones están beneficiando o no a esta casa común que tenemos todos”. Lo que se espera, insiste, “es que la gente entienda de que todos estos problemas que son del océano, que es la base fundamental de la vida en el planeta Tierra, nos repercute a todos. No solo es un tema de biodiversidad, sino también de economía y de la parte social”.

En ese sentido, el informe subraya la importancia de la participación no solo de los científicos en el conocimiento de los mares, sino también de quienes no forman parte del mundo académico.

El reporte destaca también la importancia del conocimiento de los pueblos indígenas. “Su conocimiento sobre cómo mantener el intrincado equilibrio entre la naturaleza y la humanidad sigue siendo un importante recurso al que pueden recurrir los investigadores y los responsables de la formulación de políticas”, señala el documento.

Si las personas desde el sector pesquero, el sector acuícola o el sector agrícola realmente entendieran que pueden trabajar con la naturaleza para su beneficio sin destruirla, sería un cambio significativo, dice Hill. “Creamos áreas protegidas, ampliamos estas áreas, pero ¿cuál es realmente la efectividad del manejo y la gestión de esas áreas si las personas que viven en esos lugares o los visitan no tienen una vinculación real con el mar?”, se pregunta Hill. El origen de la solución, sostiene, ”es un tema educativo y cultural”.

El informe de la Unesco también impulsa el uso de sistemas de alerta temprana y la preparación y resiliencia de las comunidades costeras para hacer frente a los riesgos relacionados con los océanos, principalmente tsunamis y tormentas.

Silvia Chacón-Barrantes, de la Universidad Nacional de Costa Rica, y miembro del equipo de científicos que elaboró el informe de la Unesco, comenta sobre la importancia de que las comunidades costeras, así como los gobiernos locales y nacionales entiendan la importancia de la preservación del ambiente y de enfrentar los efectos del cambio climático para tener comunidades mejor preparadas ante eventos como tsunamis y tormentas.

“Se tiene que mejorar las protecciones naturales, mantener en un buen estado los arrecifes coralinos y conservar los manglares que son defensas naturales”, señala Chacón-Barrantes, quien también es la coordinadora del Sistema Nacional de Monitoreo de Tsunamis de Costa Rica (Sinamot).

Chacón-Barrantes destaca el trabajo que se está realizando con comunidades costeras a través del programa Tsunami Ready, de Unesco, que busca construir comunidades resilientes a través de estrategias de preparación ante estos eventos. “Como parte del programa de tsunamis de la década de los océanos nos hemos enfocado en dos metas. La primera es monitorear de forma global y en tiempo real el océano para estar enterados de posibles amenazas para nuestras zonas costeras. Lo segundo es que el 100% de las comunidades en riesgo de tsunamis estén preparadas para el 2030”.

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