Revillagigedo: la prueba de que las áreas naturales protegidas salvan la pesca y al océano
Fabio Favoretto, ecólogo marino y experto en ciencia de datos pesqueros, evaluó cinco años del comportamiento y la productividad de la flota pesquera industrial mexicana antes y después de la implementación del Parque Nacional Revillagigedo, reconocido por ser el más grande de Norteamérica que prohíbe la pesca en su totalidad. El estudio comprobó que las áreas marinas protegidas que prohíben la pesca restauran la vida marina dentro de sus límites y que también pueden reponer las pesquerías cercanas. Esto en contraparte a los argumentos de la industria pesquera que sostenían que el esfuerzo pesquero se desplazaría a áreas no protegidas y que incurriría en pérdidas económicas
La primera vez que Fabio Favoretto buceó en el Parque Nacional Revillagigedo, en el 2018, estuvo en medio de muchos, quizás miles de atunes gigantes. Eran incluso más grandes que él mismo y se movían sincronizados en grandes cardúmenes que le pasaban muy de cerca. “Ha sido uno de los buceos más increíbles de mi vida”, dice el ecólogo marino. “Fue impresionante ver peces tan grandes y eso, literalmente, me cambió la vida”.
Italiano de nacimiento, Favoretto estaba acostumbrado a ver con tristeza el Mar Mediterráneo, severamente impactado por años de una sobrepesca que llegó a extinguir especies como mantas y tiburones. Por eso, cuando llegó a México y conoció el parque recién decretado meses atrás en el Océano Pacífico —reconocido por ser el más grande de Norteamérica que prohíbe la pesca—, su primer pensamiento fue “yo quiero que todos los mares regresen a esta riqueza”, sostiene el experto en ciencia de datos sobre pesca e investigador del Instituto Scripps de Oceanografía de la Universidad de California, en San Diego.
Esta emoción lo llevó a investigar Revillagigedo a profundidad. En mayo del 2023, publicó una investigación que —a diferencia de lo que argumentó el sector de la pesca industrial en contra del decreto del parque— comprueba que las áreas marinas protegidas que prohíben la pesca tienen la capacidad de restaurar la vida marina dentro de sus límites, pero también de reponer las pesquerías cercanas. Es decir, se comprobó que existe un beneficio tanto para la biodiversidad, como para la economía a la vez.
“No encontramos una disminución en las capturas ni un vínculo causal entre la variación de la huella espacial de la flota industrial y la implementación de la área marina protegida. Nuestros hallazgos contribuyen a la creciente evidencia de que estas áreas, bien diseñadas, benefician a los ecosistemas marinos y, a largo plazo, también pueden beneficiar a las pesquerías que apoyan”, sostiene Favoretto en su estudio.
Mongabay Latam conversó con el especialista respecto a sus hallazgos y el futuro que espera para el Parque Nacional Revillagigedo y otros sitios que pudiesen replicar su modelo.
—¿Cómo es el Parque Nacional Revillagigedo?
—Es único a nivel mundial por sus características y, sobre todo, en Norteamérica, porque es el más grande que prohíbe completamente la pesca. Es decir, hay muchas áreas protegidas en el mundo, pero la mayoría de ellas sigue permitiendo actividades extractivas, como la pesca comercial y algunos hasta minería. Incluso hay áreas que permiten actividades como la construcción de hoteles, resorts o aeropuertos. Revillagigedo es exclusivo en ese sentido, porque en todo el rectángulo que tiene —que es bastante grande, porque la parte marina tiene 147 000 kilómetros cuadrados— prohíbe completamente la pesca.
Antes, Revillagigedo era una reserva de la biosfera y eso significaba, básicamente, tener una “dona” [de protección] alrededor de cada una de sus cuatro islas. Se ha demostrado, gracias a varios investigadores —como Pelagios Kakunjá o Pristine Seas de National Geographic— que las migraciones de los tiburones y las mantas alrededor de las islas, necesitaban la extensión de su protección. Por esa razón se necesitaba ampliar el área para poder proteger esas migraciones.
—¿Qué problemáticas ocurrían en esa zona antes del establecimiento del parque?
—Era, probablemente, una de las zonas de más intensa actividad pesquera para especies como atunes y grandes pelágicos. Esta es una zona todavía muy productiva y eso obviamente iba a cambiar, porque las tecnologías que ahora se están desarrollando permiten a los barcos industriales ir más lejos y estar más tiempo en el mar.
La motivación para pescar cada vez más afuera, se debe a que las aguas territoriales más cercanas a la parte continental de México ya están muy aprovechadas y sobreexplotadas. Por eso las embarcaciones industriales tienen que ir siempre más y más afuera. Revillagigedo estaba en medio de este espacio, en la expansión de la pesca industrial hacia las aguas internacionales. Eso ponía en riesgo la vida marina de la zona. Afortunadamente, con la implementación del Parque Nacional, eso se ha evitado y se está viendo que las poblaciones de tiburones están en crecimiento respecto a la línea base que se tiene, de antes del parque.
—¿El establecimiento del parque generó un conflicto con la industria pesquera?
—Cuando se estaba promoviendo la implementación del parque, el grupo atunero decía que sería un gran problema económico para ellos, que iban a perder el 20 o 30 % de las capturas de atún y que eso iba a generar una crisis económica en el campo alimenticio de México, porque las latas de atún iban a costar demasiado y ellos iban a perder mucho dinero. Nada de eso ocurrió, se implementó Revillagigedo y nadie murió de hambre por esa razón y, sobre todo, la pesca industrial no ha sido afectada, sino beneficiada, porque estamos viendo que ellos también están aprovechando la zona cercana a Revillagigedo. Eso puede indicar un posible efecto de derrame de biodiversidad, es decir, que como ahora las especies marinas se reproducen en masa dentro de las islas protegidas comienzan a repoblar las zonas alrededor del parque.
En el mundo, solamente el 3 % de los océanos está realmente protegido. En México, sólo tenemos un 4 % que no se puede aprovechar para la pesca. De ese porcentaje protegido de verdad, la mayor parte corresponde a Revillagigedo, porque todas las demás áreas son súper chiquitas; una de ellas es Cabo Pulmo, que es minúscula en comparación con Revillagigedo, pero tiene espectaculares resultados.
—La investigación confirmó que la implementación del parque no tuvo un impacto negativo en la pesca, ¿cuáles fueron los hallazgos más importantes?
—En nuestro artículo hemos demostrado que la implementación no ha cambiado el comportamiento de la pesca, sino que han mantenido el mismo esfuerzo y las mismas capturas, es decir, que no han sido afectados. Además, dentro del parque en verdad ya no hay pesca y eso sí es algo que hay que subrayar.
Por eso esperamos que este estudio sea visto por ellos y reflexionen. Esta es, probablemente, la más exitosa de todas las iniciativas [de conservación marina] que yo he escuchado. Tenemos la evidencia de que todo salió muy bien, porque nadie fue afectado y tenemos un área espectacular que está bien preservada.
Lo que tenemos es el mantenimiento del mismo esfuerzo de pesca, pero con una área que ahora es como si fuera un “banco” con ahorros, en donde estamos protegiendo todos estos peces que también pueden ayudar a que se siga pescando fuera del área protegida. Es algo que en la parte terrestre ahora consideramos lógico: no podemos tener ganado por todos lados y no podemos hacer cultivos intensivos por todos lados. No se puede, tenemos que hacer rotaciones y tenemos que entender la parte ecológica, si no queremos destruir el ambiente. Lo mismo tenemos que entender otra vez, pero en el océano: no podemos pescar por todos lados y en este momento sí lo estamos haciendo. Nosotros demostramos con los estudios que podemos colaborar y que estamos del mismo lado, no estamos necesariamente uno contra el otro.
—¿Cuál es la utilidad de esta información?
—Si tenemos la información, podemos crear modelos para implementar áreas protegidas mejor posicionadas en lugares donde tenemos grandes posibilidades de que se genere más captura y que no tengan efectos negativos en la pesca. Todo eso es muy importante porque necesitamos recuperar los océanos. Estamos en una situación muy grave, porque la mayoría de los stocks está en disminución y el impacto industrial sigue manteniendo niveles demasiado altos, independientemente de las regulaciones que podamos imponer, además de muchos otros problemas socioeconómicos que trae la pesca industrial. Este artículo es un llamado a repensar las cosas, las áreas protegidas no son una amenaza, pero sí una solución y esos datos lo demuestran.
—¿Qué herramientas utilizaron para generar esta información?
—Comparamos la actividad pesquera en los años antes de la implementación del parque y en los años después de la implementación, para ver si había cambiado el área que estaban usando o el esfuerzo, es decir, el tiempo que estaban en el mar. Eran dos cosas que se pensaban y son lógicas, en el sentido de que si yo quito 147 000 kilómetros cuadrados, obviamente el área cambia o las capturas pueden cambiar.
Pero básicamente hemos visto que no hay un aumento del espacio pesquero, tampoco hay una pérdida económica por la eliminación de ese cachito de mar. Para medir eso utilizamos datos del Sistema de Monitoreo Satelital de Embarcaciones Pesqueras (Sismep) que tiene México, de la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca), que son dispositivos similares a un GPS que se posicionan en las embarcaciones y mandan una señal satelital. Ese satélite luego regresa la señal a una central de datos donde se puede, en tiempo real, monitorear 2 200 embarcaciones de la flota mexicana.
—¿Se encontraron con problemas de acceso a la información sobre pesquerías?
—Esos datos no estaban abiertos porque, entre comillas, son privados. La industria pesquera es su dueña, pero Océana México demandó a Conapesca para abrir esa información. Eso fue exitoso y ahora esa información está abierta, no en tiempo real, desafortunadamente, pero la tenemos con un retraso de tres meses. Yo pude descargar toda esa información, todos esos datos, y pude analizarlos con gran precisión, sabiendo dónde estaban activos antes y después.
La apertura de esos datos fue fundamental para poder estudiar el comportamiento de la pesca, porque estudiar solamente las capturas que declaran en el puerto no es suficiente, porque no sabes a dónde fueron a pescar esa captura y cuánto tiempo se tardaron para generar esa captura. Los datos del Sismep fueron clave para eso y con ellos sabemos dónde pescan y dónde no. Usamos modelos que incorporan la velocidad y los ángulos para entender cómo se comportan las embarcaciones cuando pescan y cuando sólo están navegando. Con eso podemos entender cuáles son las zonas en las que hicieron actividades de pesca.
Desafortunadamente, hay un detalle que no reportan: ¿cuánto pescado capturan exactamente en cada punto? Nosotros tenemos solamente el pescado total por todo el viaje. Tenerlo para cada punto sería increíblemente valioso, porque podríamos mejorar mucho los números.
La transparencia de la información beneficia a la ciencia y los beneficia a ellos [a la industria] y a todos, ya que nos permite contestar preguntas que pueden bajar los conflictos y mejorar significativamente lo que estamos haciendo.
—Además de la pesca, ¿se confirmó que el parque tiene beneficios para la conservación de la biodiversidad?
—En el artículo hemos analizado solamente el esfuerzo de la pesca y los resultados están conectados a eso, pero tenemos otros estudios que estamos por acabar que demuestran que las poblaciones de peces arrecifales de todas las islas de Revillagigedo han incrementado significativamente después del 2017, con la implementación del parque. Esa ya es una gran señal positiva que nos hace ver cómo solamente en pocos años ya se está recuperando la biomasa de peces.
Colegas de Migramar y Pelagios Kakunjá, que son organizaciones no gubernamentales que trabajan mucho en la zona, tienen evidencia del aumento de las poblaciones de pelágicos —de los tiburones que viven ahí—, utilizando cámaras remotas con las que pueden monitorear esos grandes peces. Tienen esas evidencias científicas de que sí hay ese incremento de biomasa.
La isla Roca Partida, en particular, es un lugar único en el mundo, porque se ha demostrado —a partir de la expedición clave que dio la base para la justificación de la implementación del Parque Nacional Revillagigedo— que la biomasa de tiburones es una de las más altas del mundo. Se tiene que poner en perspectiva la importancia de Revillagigedo, porque Roca Partida es uno de los mejores lugares del mundo para poder ver tiburones y es un lugar espectacular, que sí merece ser protegido fuera de todas las discusiones económicas. Revillagigedo merece mucha más fama de la que tiene a nivel mundial y nacional, porque es una joya única.
—¿Qué retos tiene de frente el Parque Nacional Revillagigedo?
—Me gustaría ver que se fortalezca la institución del Parque Nacional de Revillagigedo. Tengo la suerte de colaborar con la gente del parque, de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), que es gente que, la verdad, trabaja tres veces más de lo que es su salario y las capacidades y el equipo que se les da. Todos trabajan con una gran pasión, están muy cerca de todos los investigadores, le echan unas ganas increíbles en hacer expediciones científicas. El año pasado, en el 2023, ellos mismos organizaron una expedición científica invitando a todos los expertos en diferentes campos, y fue la primera organizada por la Conanp. Eso es un desafío significativo desde el punto de vista económico, por la recaudación del dinero para poder hacer expediciones, es decir, hicieron un trabajo sin precedentes.
A mí me gustaría ver que ellos tengan el reconocimiento que merecen y que se vean más fortalecidos, porque todavía hay asuntos que resolver. Uno de esos es tener más presencia, más capacidades y, sobre todo, entender todo el sistema para poder estudiarlo más, porque ya está llegando el cambio climático. Tenemos que entender cómo podemos generar estrategias para la resiliencia, para eso necesitamos seguir colaborando muy estrechamente entre el Parque Nacional y los científicos.
Revillagigedo genera también millones de dólares al año por ecoturismo. Por lo tanto, aparte de ser una joya ecológica, tiene una generación económica significativa por una actividad no extractiva. Me gustaría ver el ecoturismo más regulado, para estar seguros de que tampoco genere daños y que parte de este dinero sea regresado al parque. Creo que es lo justo.
—¿Qué espera usted para el futuro de este sitio?
—La biomasa espectacular que vemos hoy, está aumentando, entonces vamos a ver más cosas en los próximos años y eso me emociona mucho. Quiero estar ahí para ver todo eso.
El problema generacional para nosotros es que todo se ve peor que antes y se ve que todo va a empeorar por el cambio climático. Esto deprime un poco, pero cuando fui a Revillagigedo y vi el espejo de lo que probablemente fue un océano saludable, algo hizo clic y dije: tenemos chance todavía.
Revillagigedo es la evidencia de lo que podríamos lograr y eso a mí, personalmente, es lo que cada día me hace decir que tenemos que proteger el parque. Es nuestra línea base para todo lo demás, hacia allá tenemos que llegar.