Los Becerra, ex pescadores que hoy monitorean y rescatan tortugas marinas en el noroeste de México
El Grupo Tortuguero de Bahía de Kino, conformado por una familia de expescadores de Sonora, al noroeste de México, cuenta con un registro de más de 800 tortugas marinas capturadas para su monitoreo y conservación
Durante varios años, Cosme Becerra tuvo la encomienda de sacrificar una tortuga marina para comerla en un festejo. A mediados de los noventa, el pescador recibió una tortuga grande, viva, con algunos días de anticipación de aquel evento. La tuvo en el baño de su recámara, esperando la fecha. “Pero no dejaba de hacer su ruido... juuuu... juuuu...”, dice imitando el resoplido del animal que escuchaba noche tras noche.
“Ese suspiro, ese ruido, no me dejaba dormir”, continúa. “Por un lado, la escuchaba y, por otro lado, no me dejaba dormir la Moni, mi esposa, diciéndome: ‘pobrecita, parece mujer, mira cómo llora. ¿Ya viste sus lágrimas? Están en todo el piso... suéltala, por favor’”. Aunque él no quería hacerlo, porque era una tortuga que le “pertenecía” a alguien más, la insistencia de Mónica hizo que, al día siguiente, la regresara al mar.
“La liberamos y desde entonces ya no volvimos a consumir tortugas ni a matarlas”, agrega sobre ese momento grabado en su memoria. Antes de que la ley mexicana lo prohibiera en 1990, las tortugas que conseguía esporádicamente por la pesca incidental significaban un ingreso extra e incluso la posibilidad de sacarlo de una emergencia económica, como cuando uno de sus hijos estuvo hospitalizado. Por eso, años más tarde, en 2010, quiso devolverles el favor: Cosme Becerra decidió que se dedicaría formalmente a la conservación de los quelonios en Bahía de Kino, una pequeña comunidad pesquera con poco más de 6 400 habitantes, ubicada en el estado de Sonora, al noroeste de México.
Cosme Becerra dejó la pesca y desde 2007 trabaja como capitán de embarcación para los monitoreos de mamíferos marinos del Centro Prescott, institución educativa con base en Arizona, Estados Unidos, enfocada a los estudios sociales y ambientales que tiene instalaciones en Bahía de Kino. Él convenció a sus familiares de que el futuro estaba en la conservación de las especies.
Ahora, la familia Becerra —unos quince parientes, entre esposos, padres, hermanos, primas, hijas y nietos— practican la pesca de manera sustentable, la combinan con otros oficios y dedican parte de su tiempo a las tareas de conservación. Para obtener recursos que les permitan realizar estas acciones, recurren a programas de organizaciones no gubernamentales o de instituciones medioambientales del gobierno mexicano. Aunque no siempre han logrado conseguir lo necesario para salir al mar y realizar los monitoreos.
De cualquier forma, la familia invirtió sus ahorros e ingresos para comprar una lancha y bautizarla como “La Tortuguera”. Esa es la embarcación con la que ahora se adentran en el mar en búsqueda de tortugas para su monitoreo y rescate. Juntos conformaron el Grupo Tortuguero de Bahía de Kino.
“Ahora tratamos de dar esa vuelta a la moneda y, con nuestro trabajo, agradecerles a las especies; sí es satisfactorio sentirte señalado por la comunidad, por la gente, por los niños”, afirma Becerra. Hoy, con sus 12 años de trabajo, la familia ha capturado, registrado y liberado 814 tortugas negras —también conocidas como prietas o verdes (Chelonia mydas)— y golfinas (Lepidochelys olivacea).
Laguna La Cruz: humedal de importancia internacional
El trabajo de monitoreo que realizan Los Becerra se concentra en la Laguna La Cruz —conocida también como Estero Santa Cruz—, sitio Ramsar de 6 mil 665 hectáreas y hogar de numerosas especies, algunas de ellas protegidas por la legislación nacional e internacional. Entre estas se encuentran once especies de aves bajo alguna categoría de riesgo, como el charrán elegante (Sterna elegans), especie Casi Amenazada; dos tipos de flora en categoría de Amenazadas, el mangle negro (Avicennia germinans) y el mangle rojo (Rizophora mangle); así como una tortuga en Peligro de Extinción: la negra (Chelonia mydas), principal objeto de estudio del Grupo Tortuguero por ser la especie con mayor presencia en el humedal, pues constituye una importante área de alimentación para ellas.
La laguna es un lugar silencioso, con una calma que solo se rompe con el ocasional paso de alguna lancha de motor. Sus aguas tranquilas, y con no más de cinco metros de profundidad en algunas zonas, también son un sitio amenazado por las granjas camaronícolas. De acuerdo con su ficha Ramsar, publicada en 2013, son 16 de estas y cuentan con más de 4 mil 507 hectáreas de estanques. Cuatro de ellas extraen agua de un canal que se comunica con la laguna y, a su vez, descargan sus efluentes en otro canal localizado a menos de 500 metros del estero. Esto ha ocasionado niveles significativamente altos de salinidad y, aún cuando la laguna tiene la capacidad de diluirla, “presenta cambios generados por estos efluentes debido a la acumulación de sólidos, materia orgánica, productividad primaria y biomasa bacteriana, lo cual afecta los procesos biogeoquímicos y las condiciones ambientales”, se lee en el documento.
El Grupo Tortuguero de Bahía de Kino empezó a trabajar formalmente en este lugar en 2010, cuando obtuvo un financiamiento para la conservación de tortugas marinas a través del Programa de Conservación para el Desarrollo Sostenible (Procodes), de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), con el que llevaron a su comunidad a los instructores del Grupo Tortuguero de las Californias —red con base en La Paz, Baja California Sur, que tiene presencia en más de 50 comunidades de ocho estados del noroeste de México— para capacitar al equipo de forma teórica y práctica, con un primer monitoreo de tortugas en la Isla San Pedro Mártir. “Desde ahí hemos estado haciendo el monitoreo de tortugas, vigilancia y saneamiento en la laguna, luego se convirtió en Sitio Ramsar entre 2013 y 2014”, dice Becerra.
Karen Oceguera, bióloga marina y representante del Grupo Tortuguero de las Californias, afirmó que el trabajo del equipo de Bahía de Kino ha sido relevante para conocer el estatus poblacional de las tortugas que visitan esta zona de alimentación y desarrollo.
“Este equipo liderado por Cosme Becerra, ha sido un ejemplo de perseverancia y compromiso para seguir adelante”, dice la especialista. “Sus datos generados en las capturas, marcaje y liberación han sido base para tener un conocimiento más amplio de las tortugas marinas en áreas de alimentación. Gracias al marcaje con placas metálicas que se colocan a cada tortuga capturada, cuando se vuelve a capturar —una recaptura— da información muy valiosa de su crecimiento y, en ocasiones, se capturan tortugas que han sido marcadas en otros sitios [del país] donde se llevan a cabo estos monitoreos, y nos indican el movimiento de las tortugas en diferentes áreas”, explica.
Con el paso de los años, el Grupo Tortuguero se fue especializando con numerosas capacitaciones gubernamentales de la Conanp y una certificación de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), también con instituciones académicas como el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y, principalmente, con el Grupo Tortuguero de las Californias, red a la que se unieron desde el inicio.
El grupo también se encuentra en la constante búsqueda de recursos a través de programas federales para mantener el proyecto, al mismo tiempo que se hicieron de importantes aliados, como el Centro Prescott, que ha logrado atraer financiamiento internacional para las jornadas de monitoreo. Por su trabajo, a finales de 2020, Cosme Becerra obtuvo el Reconocimiento a la Conservación de la Naturaleza que otorga anualmente la Conanp.
Rodrigo Trejo, coordinador del Programa de Conservación de Humedales y Proyectos Comunitarios del Centro Prescott, sostiene que la información que genera el Grupo Tortuguero de Bahía de Kino en la Laguna La Cruz y a través de la ciencia comunitaria es muy valiosa, dado que generalmente esta tarea se delega a las universidades o a los centros de investigación y el conocimiento local no siempre es reconocido.
“Pero aquí quien está generando la información es la comunidad y eso es más importante y más interesante”, afirma Trejo. “En algún momento, Cosme Becerra comercializó o consumió tortugas, entonces, que sean estas mismas personas las que tienen un proceso de cambio de paradigma, una deconstrucción de las prácticas que había tenido su comunidad, que sean ellos quienes están generando investigación y bases de datos científicas, creo que habla de un empoderamiento, de un desarrollo comunitario a nivel local que vale la pena seguir incentivando”.
Hoy, además de monitorear tortugas, el Grupo Tortuguero se dedica a la educación ambiental en escuelas primarias y con grupos de ecología de estudiantes de secundaria. También con estudiantes estadounidenses que acuden al Centro Prescott y con pescadores, a quienes han sensibilizado para que les entreguen los ejemplares de tortugas marinas que han encontrado enredadas en las artes de pesca fantasmas.
Un nuevo grupo tortuguero en territorio comcaac
La familia Becerra ahora encabeza una importante labor: capacitar a un equipo de jóvenes indígenas comcaac, de entre 14 y 22 años, para conformar su propio grupo tortuguero y comenzar sus trabajos de monitoreo y conservación, desde la comunidad vecina de Punta Chueca —donde viven los comcaac— hasta el Canal del Infiernillo, un sitio Ramsar caracterizado por sus camas de pasto marino, esteros de manglares y pequeños parches de arrecifes de coral donde habitan, entre muchas otras especies, las tortugas marinas carey del Pacífico (Eretmochelys imbricata); la caguama (Caretta caretta); la laúd (Dermochelys coriacea); la golfina (Lepidochelys olivacea) y la negra (Chelonia mydas).
Durante una mañana de mayo, cinco de los diez jóvenes que integran al grupo en ciernes, se subieron a La Tortuguera con Cosme Becerra y dos de sus parientes para trabajar en la segunda sesión de capacitación. Allí fueron entrenados en la captura —utilizando una red de nylon de 130 metros que tienden poco después de la línea de playa— y en el adiestramiento de la mirada para identificar el momento en que una tortuga caiga. Cuando esto sucede, las boyas se hunden y la tortuga sale a respirar y a querer liberarse. En ese momento, la embarcación es dirigida al punto donde se encuentra, para ser subida de inmediato y evitar su estrés. En esa ocasión, este proceso ocurrió siete veces.
Luego las tortugas fueron llevadas a la playa para medirlas, pesarlas, etiquetarlas con placas en sus aletas traseras, registrarlas y liberarlas. Allí, niñas, niños y personas mayores se acercaron por curiosidad al ver a los animales, y los integrantes del Grupo Tortuguero, como siempre lo hacen con la intención de sensibilizar a la gente, les explicaron paso por paso la importancia de su tarea.
El equipo también trabaja en la identificación de anormalidades en las tortugas y, en un par de ellas, detectaron fibropapilomas —tumores de apariencia verrugosa— que Becerra atribuye a la contaminación de los océanos por metales pesados. Toda esta información se captura y se envía a través del sistema del Grupo Tortuguero de las Californias, para alimentar una base de datos que contribuye a la investigación científica y a la conservación.
Becerra agrega que la cantidad de tortugas observadas en la laguna ha aumentado con los años, pero no se le puede atribuir directamente a que estas especies migratorias están visitando más el sitio, pues también el equipo aumentó sus esfuerzos de monitoreo con más salidas a campo por mes.
“Hay años que no tenemos apoyo y hay años que tenemos el doble”, explica. “Antes agarrábamos solo entre 40 y máximo 80 tortugas al año... ahora estamos agarrando entre 130 y 140. Para 2022, creo que sí vamos a rebasar esa marca, porque cada año estamos trabajando más que el anterior, pero eso es por el esfuerzo y porque tenemos más apoyo”.
Aarón Barnett, conservacionista comcaac de 28 años y responsable del nuevo grupo tortuguero dada su experiencia en temas ambientales de su territorio ancestral desde muy joven, explica que su cultura está estrechamente ligada a la vida marina, pues es una comunidad pescadora. Sin embargo, existe un aprecio especial por las tortugas marinas porque forman parte de la cosmovisión de su pueblo, ya que fue una de ellas quien ayudó a Hant Caai, el creador, a formar la tierra con la arena que trajo del fondo del mar entre sus garras.
“Hay un intercambio de conocimiento que es importante, porque de alguna manera también contribuimos a la conservación de forma natural”, dice Barnett. “Nosotros siempre estamos al pendiente del bienestar de todas las especies que están en la región porque de eso dependemos, somos pescadores, somos un pueblo que depende del mar. Entonces, tanto en el mar como en la tierra, siempre estamos observando, por eso estamos dispuestos a compartir esta información para que más gente la conozca y se interese por el cuidado del territorio”.
En el pasado, las tortugas marinas también sirvieron de alimento a los ancestros comcaac para su supervivencia en tiempos difíciles, por eso, Barnett coincide con Becerra en que es momento de devolverles el favor.
“Gracias a esa especie, nuestra tribu pudo subsistir”, concluye el joven conservacionista. “Por ellas seguimos aquí y el compromiso que tenemos nosotros, como nueva generación, es cuidarlas. Buscamos que más gente esté consciente del consumo de esta especie, porque hoy en día hay quienes desconocen todo esto e impulsan la venta ilegal. Somos una nueva generación más consciente y sumarnos a esta causa es compromiso de todos, no solo aquí en esta región, sino en todo el mundo, porque es una especie muy bonita, que nos ha regalado tantas cosas”.
Para Cosme Becerra, la importancia de que exista un equipo hermano trabajando en el Canal del Infiernillo, básicamente, radica en que siempre se necesitarán muchas manos. Allí y en todo el mundo.
“Nosotros —apunta Becerra— estamos en una laguna que solo mide 6 000 hectáreas y es muy importante, porque estamos capturando tortugas”, concluye. “Pero ellos tienen un Canal de 29 000 hectáreas y 32 kilómetros de longitud, tienen los bosques de pastos marinos más conservados y predilectos de la tortuga, por eso es súper importante. Son los jóvenes del futuro que están inculcando y sensibilizando en su comunidad para frenar el consumo”.