Llegar a los más alejados
Para llegar aquí, las vacunas recorrieron más de 19 mil kilómetros y cruzaron mares y desierto. Tardaron 14 días. Pero hoy están vacunadas las 13 personas mayores de 60 años de la etnia Kiliwa, uno de los 14 pueblos de México que están en riesgo de desaparecer
BAJA CALIFORNIA._ Un día antes de que llegue la brigada de vacunación contra Covid-19 al Ejido Kiliwa, Elías Espinoza, su esposa, Mónica; su hija, Alía, y sus hijos, Onésimo y Elisito, como le dicen de cariño al hijo menor de la familia, van a toda velocidad en una camioneta para recordarle a su tío Felipe que mañana debe ir a vacunarse.
Al interior del automóvil todos brincan por tanto bache y piedras que hay entre los caminos de terracería, pero van contentos de que por fin llegó el momento esperado: el día que 13 vacunas llegarán hasta el ejido Kiliwa para inmunizar a 13 personas mayores de 60 años pertenecientes a un pueblo indígena que está en riesgo de extinción.
Felipe Peralta será uno de ellos.
El ejido Kiliwa se encuentra en la zona serrana y desértica del municipio de Ensenada, Baja California, y es una de las comunidades más olvidadas del País.
Para llegar aquí, las vacunas de AstraZeneca fabricadas en el Serum Institute de la India tuvieron que recorrer más de 19 mil kilómetros, y cruzar mares y desiertos. Salieron de la ciudad de Pune el 12 de febrero y llegaron a la Ciudad de México en la madrugada del 14.
De la capital mexicana volaron a Mexicali y de ahí fueron trasladadas al centro integrador del Valle de la Trinidad, el último poblado urbanizado antes de subir a la sierra donde viven los kiliwas, una de las naciones yumano-cochimíes que habitan la península de Baja California y que, de acuerdo con las autoridades, están en grave riesgo de extinción.
En el ejido donde los kiliwas viven en ranchos dispersos no hay agua suficiente, apenas hace unos años les abrieron un pozo que abastece precariamente a sus pobladores. Tampoco hay médico, ni clínicas. La luz eléctrica llegó a en el 2000 y apenas hace unos meses, quienes pagaron, lograron conectarse a Internet. Pero de señal telefónica, nada.
Felipe Peralta se dedica a cuidar caballos y ganado. Como los otros adultos mayores Kiliwa, espera con ansia la vacunación programada para la una de la tarde del 26 de febrero, casi dos semanas después de que salieron de la capital.
La vacunación en el ejido Kiliwa representa para las 40 familias de esa nación amerindia que habitan el Valle de la Trinidad un logro más en la conquista por los derechos a la salud y una forma de mantener a su pueblo vivo, dice Mónica González.
Mónica es hija del último jefe tribal cucapá y está casada con Elías Espinoza, que es kiliwa; cucapás y kiliwas son dos de los cinco pueblos amerindios que se mantienen vivos en la Baja California.
En los días previos, la pareja avisó a todos los miembros de la comunidad la fecha y hora de vacunación, así que llegan antes que nadie al comedor del niño indígena que el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas tiene en el ejido, donde se llevará a cabo la jornada.
Puntuales, a la una de la tarde llegan Virginia y Francisca Espinoza y luego de ellas van llegando, uno a uno, los otros viejos de la comunidad. Todos esperan pacientemente y de muy buen ánimo, sin una sombra disponible para cubrirse del sol ardiente del desierto. La brigada Correcaminos, resguardada por militares, llega casi una hora después.
De las camionetas descienden dos enfermeras y el delegado regional de Bienestar del Gobierno federal.
Virginia Espinoza, quien se dedica a cuidar sus vacas y borregas, está muy contenta en ser la primera kiliwa que recibirá una vacuna.
Cuando la brigada termina de vacunar a todos, se dan cuenta de que hay dos personas en la lista que no llegaron. Una de las que no llegó era una mujer de 85 años que un mes antes salió positiva en la prueba de Covid-19 y prefirió esperar las indicaciones de la brigada sanitaria antes de hacer la fila. Después de revisar que no presenta síntomas y de medir su presión arterial y temperatura corporal, los responsables sanitarios concluyeron vacunarla afuera del comedor.
El otro que no llega es Faustino Álvarez, un hombre de 79 años a quien avisaron un día antes y estuvo de acuerdo. La brigada decide ir en su búsqueda.
El hombre aparece en la puerta de su casa, construida con madera y mezcla. Despreocupado y dicharachero saluda a todos y cuenta que se le había olvidado el día de la vacunación y cómo no vio pasar las trokas de la comitiva, pensaba que sería otro día.
Ahí mismo, en una silla afuera de su casa, se arremanga la camisa para que le tomen la presión: 120 -70 dijeron con júbilo los testigos y de inmediato se escuchó decir: “como quinceañero y eso que está crudo”.
Don Faustino Álvarez fue el último de los kiliwa que el viernes 26 de febrero fue inoculado con una vacuna que recorrió más de 19 mil kilómetros para llegar hasta la puerta de su casa.
Texto y foto: Duilio Rodríguez
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