Las sirenas mexicanas que defienden al mar del cambio climático
En el 2019 se fundó un grupo conocido como las Sirenas de Natividad, conformado por mujeres dedicadas al buceo científico y comunitario. El equipo está integrado por cinco mujeres amas de casa, esposas e hijas de pescadores que se dedican a monitorear los recursos pesqueros y las reservas marinas voluntarias en la comunidad de Isla Natividad, en Baja California Sur, México. La información científica que recopilan sirve como sustento para la toma de decisiones de una cooperativa de pescadores de su comunidad, quienes trabajan en la adaptación y resiliencia frente a los impactos climáticos
Esmeralda Albañez solía temer al mar. De sólo pensarlo aparecían en su mente imágenes de oscuridad y de lo profundo y desconocido que le resultaba. Por venir de una familia de pescadores y haber crecido en la Isla Natividad, en Baja California Sur, México, era claro que existía una conexión entre ella y los ecosistemas marinos, pero algo la alejaba del agua. Desde pequeña le fue inculcado que el mar no era un sitio para las mujeres.
De lejos, Albañez observaba cómo otras mujeres, principalmente biólogas, hacían inmersiones para bucear en la isla. En el fondo, deseaba apartarse —aunque sea un momento— de sus actividades domésticas, y ser una de ellas. Por eso le bastó con recibir una sola invitación para vencer sus temores. Incentivada por una amiga suya se inscribió a una clase de buceo y ahora, cada vez que se enfunda en su traje de neopreno, el mundo le parece distinto.
En el 2011 se capacitó en buceo y, en el 2013, se certificó como monitora de refugios pesqueros. Hoy Albañez ya no bucea sola en las aguas de Isla Natividad, sino que la acompañan otras cuatro mujeres —todas amas de casa— que contribuyen a informar sobre el estado de conservación de las reservas marinas y áreas de pesca de su comunidad.
Desde el 2019, son conocidas como las Sirenas de Natividad, mujeres dedicadas al buceo científico y comunitario.
Estas son tres claves para comprender la importancia de su trabajo.
1. La acción comunitaria
La Isla Natividad se ubica a ocho kilómetros del continente —en la Península de Baja California— y es una de las 16 islas e islotes que se encuentran dentro de la Reserva de la Biosfera Vizcaíno.
En esta isla, los ecosistemas se caracterizan por una alta productividad de bosques de algas marinas y especies de interés comercial, incluyendo el abulón, la langosta y peces de aleta. Sin embargo, después de dos eventos de El Niño a principios de la década de los ochenta, las poblaciones de abulón (Haliotis corrugata y Haliotis fulgens) entraron en una situación crítica y la pesquería comercial estuvo al borde del colapso.
En este momento crucial, los pescadores de la región —asociados en la cooperativa pesquera Buzos y Pescadores de la Baja California— acordaron participar en la gestión del recurso, así como en la investigación científica con funcionarios gubernamentales y científicos externos. Esto lo han mantenido hasta la actualidad.
En febrero del 2006, la cooperativa reservó voluntariamente el 8 % de su zona de pesca de abulón, creando allí dos reservas marinas protegidas y sin pesca, para recuperar las poblaciones agotadas de este molusco. A partir de entonces, los monitoreos biológicos en la zona han sido cruciales para la toma de decisiones de los pescadores.
2. Información para tomar decisiones
El trabajo de las Sirenas de Natividad ha servido como sustento para que la cooperativa —a la que pertenecen sus esposos, padres y vecinos en la isla—, realice acciones de adaptación y resiliencia frente a los impactos climáticos, como las tormentas tropicales, olas de calor marino, eventos de hipoxia —que es cuando se agota el oxígeno en el agua— y pérdida de bosques de algas en donde crecen las especies que les dan sustento y que han sufrido mortalidad masiva, como el abulón.
Los monitoreos realizados por las Sirenas de Natividad, en colaboración con sus colegas pescadores, otros buzos y la ecóloga marina Fiorenza Micheli — investigadora y codirectora del Center for Ocean Solutions en la Universidad de Stanford—, permitieron comprender cuáles fueron las respuestas de las diferentes especies a los impactos climáticos. Con esto, la comunidad de Isla Natividad no sólo identificó la vulnerabilidad o la resiliencia de las especies, sino también las zonas o bancos de pesca que representan refugios frente al cambio climático.
“Muchas veces los pescadores no se dan cuenta, porque ellos nada más pescan y no saben cómo está el fondo marino. Nosotras somos sus ojos”, dice Albañez. Sus resultados y aprendizajes fueron publicados, a inicios del 2024, en un estudio en la revista Frontiers in Marine Science.
3. Las mujeres en la primera línea de acción
Al principio, las integrantes de Sirenas de Natividad eran parte de un equipo de monitoreo biológico mixto con hombres, pero poco a poco, ellas fueron dominando la escena, pues sus compañeros combinaban los monitoreos con sus labores de pesca, que les exigían más tiempo.
“Para los monitoreos, vamos por un transecto de 30 metros y, en dos metros de ancho, contamos peces. Luego, nos regresamos por ese mismo transecto contando algas. Después, en el mismo transecto, nos regresamos contando invertebrados. Y, por último, vemos el relieve: cómo está el fondo marino y qué es lo que encontramos en cada metro. Si encuentro caracol, si hay arena, grava o una piedra gigante”, describe Esmeralda Albañez.
A ella le resulta impresionante lo que el equipo ha logrado. “Somos un grupo de mujeres comunitarias que, sin haber tenido escuela, porque la mayoría sólo terminamos la secundaria, hemos podido aportar a nuestra comunidad y a la cooperativa donde nuestros esposos trabajan”, afirma.
Ahora, junto a sus compañeras, también colabora en actividades de educación ambiental y encuentros para compartir aprendizajes con otras mujeres que trabajan actividades relacionadas con la pesca.
Los pescadores, afirma Albañez, cada vez tienen que ir más lejos para sacar peces y estos son cada día más pequeños. “Si no volteamos a ver los problemas que vivimos los pescadores, vamos a acabar con el mar”, concluye. “Cuando nos demos cuenta, ya no habrá nada qué hacer. Estamos en el momento justo para rescatar lo que tenemos”.