Jaguares en riesgo: carreteras y comercio ilegal aumentan sus amenazas en México

Mongabay
03 marzo 2023

Los casos de una hembra de jaguar embarazada y atropellada, así como el hallazgo de un ocelote decapitado, ocurridos a inicios de febrero de 2023, encienden una vez más las alarmas de especialistas

Astrid Arellano

Las fotografías de Naku tendida sobre el asfalto recorrieron las redes sociales. No se trataba de una buena noticia. La hembra de jaguar (Panthera onca) que formaba parte de una iniciativa de monitoreo de la especie, había aparecido muerta. Fue atropellada y su cuerpo dejado a la orilla de una carretera de Quintana Roo, al sureste de México. Estaba embarazada.

El accidente ocurrió el 2 de febrero de 2023, alrededor de las 6:00 de la mañana, en la Carretera Federal 307, en el tramo entre Playa del Secreto y el hotel Nickelodeon, que conecta Cancún con Playa del Carmen. En sus redes sociales, Mario Buil, presidente del Comité de Vigilancia, Protección y Conservación al Jaguar A.C. —quien atendió el caso directamente, en coordinación con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa)— anunciaba la noticia con enojo.

“Justo antes se encuentra una señalética de cruce o paso de jaguar; no están ahí por adorno o porque se ven bonitas, ni tampoco son promocionales de parques turísticos como mucha gente piensa: las pusimos ahí en base a un estudio científico y toma de datos realizados desde hace ya más de 10 años”, escribió en su cuenta de Facebook.

No resulta una novedad que Buil documente en ese espacio el atropellamiento de diversas especies de félidos y otros mamíferos en las carreteras de Quintana Roo. En sus redes sociales hay publicaciones de este tipo, cuando menos, desde 2018. Ese año atropellaron, solo hasta el mes de julio, a tres jaguares. En octubre de 2022, otra hembra de jaguar adulta, monitoreada desde tres años atrás, también fue atropellada en la misma carretera que Naku. Se llamaba Xen y le apodaban “La Coatlicue”. En su vida había sido madre de, al menos, cuatro o cinco cachorros.

Pero Naku era un individuo joven que no pasaba de los cuatro años de edad, describió Buil. En su necropsia se encontró un cachorro de jaguar —también hembra— de entre 93 y 96 días. Le faltaban solo uno o dos días más para nacer. “Estaba cruzando la carretera para que su cachorrita naciera del lado de la costa; ella pasaría por lo menos entre tres y cuatro meses de ese lado, criando y alimentando a su cachorra. Lamentablemente, fue atropellada y murieron las dos”, agregó.

Aunque desde 2018 se colocaron señaléticas que anuncian el cruce de jaguar en esa carretera, la exigencia de investigadores y organizaciones hacia las autoridades federales, estatales y municipales para que se construyan pasos de fauna silvestre, con infraestructura adecuada, no ha sido resuelta.

Primero, la pérdida del hábitat

El crecimiento de las áreas urbanas y de la población en Quintana Roo —que incluye todos los desarrollos, como nuevos fraccionamientos, hoteles, atracciones turísticas y desde hace tres años la construcción del Tren Maya— representan un grave problema, afirma Mircea Hidalgo, miembro del Consejo Científico de la organización Panthera México e investigador de la División Académica de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.

“La velocidad de crecimiento de las ciudades de Quintana Roo no tiene comparación en México y es posiblemente una de las zonas en las que las áreas urbanas crecen más rápido en el mundo”, dice el especialista. “Lo que esto traerá es más tráfico en las carreteras —principalmente la que va de Cancún a Tulum— y, por tanto, menores posibilidades de que la fauna pueda cruzar las carreteras de forma segura”.

De acuerdo con la organización no gubernamental World Wildlife Fund (WWF), en México se ha perdido más de 60 % del hábitat del jaguar en los últimos cuarenta años. Se estima que la población de esta especie en el país, catalogada como en peligro de extinción, ronda entre los 4000 y 5000 ejemplares. Más de la mitad habita en la Península de Yucatán —que comprende los estados de Quintana Roo, Campeche y Yucatán—, convirtiéndola en una de las regiones prioritarias del continente americano para su conservación.

Sin embargo, esta región destacada por ser el hogar de esta y muchas especies más, también lo es por tener las tasas de deforestación más altas del país. Datos disponibles en la página del Sistema Nacional de Monitoreo Forestal muestran que en el estado de Quintana Roo se deforestaron 198 022 hectáreas de selva entre el 2001 y el 2018. En Campeche y Yucatán, la pérdida de cobertura boscosa fue de 410 488 y 247 982 hectáreas, respectivamente, durante el mismo periodo.

Atropellamientos cada vez más visibles

Los atropellamientos de fauna silvestre ocurren todo el tiempo, reitera Hidalgo. Lo que los ha hecho visibles en los últimos años es el interés de la sociedad civil y de las organizaciones que trabajan en estas zonas. De cualquier forma, lo que debe ocurrir —y en lo que se ha insistido desde hace años sin mucho éxito— es la construcción de infraestructura adecuada para el cruce de fauna, sostiene.

El llamado Tren Maya, un megaproyecto de infraestructura vial y ferroviaria promovido por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, se sumará ahora a las carreteras que ya hay en la región. Este tren recorrerá los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, con cerca de 1525 kilómetros de vías férreas que se construirán, como en el caso de Quintana Roo, en zonas con selva.

“El Tren Maya, hasta donde entiendo, tiene planeado contar con esta infraestructura —no conozco los detalles, ni cuántos son, ni dónde están ubicados en esa zona—, pero la carretera no tiene nada parecido. Algo importante es que ni pintura ni letreros son infraestructura: se ha demostrado a nivel global que eso no disminuye los atropellamientos”, asevera el experto.

La infraestructura que puede disminuir los atropellamientos son los pasos de fauna elevados, coincide el doctor Rodrigo Medellín, quien está al frente del Laboratorio de Ecología y Conservación de Vertebrados de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde hay varios proyectos de investigación sobre jaguares. Medellín explica que estas construcciones se planean y construyen con muchos años de estudio y preparación para entender con exactitud los movimientos de la fauna silvestre. De esa forma se les puede ubicar en el mejor lugar para los animales.

“No es lo mismo (hacer) un paso de fauna que una alcantarilla”, dice. “Los ingenieros de caminos ubican cuál es el mejor sitio para colocar las alcantarillas que, básicamente, son túneles que pasan por debajo de la carretera para permitir que el agua de lluvia, en lugar de pasar por encima del pavimento, pase por ahí. No son la respuesta para los animales. Muchos las aprovechan para pasar, pero no necesariamente las convierte en el mejor paso. El mejor paso de fauna que puedes construir es un paso elevado largo, con vegetación, de manera que el animal ni se entere de que está cruzando una autopista, una carretera o un camino”.

Los atropellamientos de félidos en las carreteras no es una problemática exclusiva de Quintana Roo. El estudio, donde Mircea Hidalgo colaboró a finales de 2020 en el estado de Campeche, documentó que los jaguares sufren los efectos negativos de las carreteras debido a la fragmentación de su hábitat y el mayor riesgo de mortalidad por las colisiones con vehículos.

Los especialistas demostraron, con evidencia obtenida con cámaras trampa, que los jaguares cruzan por una carretera en la zona de la Reserva de la Biosfera de Calakmul —donde se encuentra la población de estos félidos más importante del país—, y cómo uno de los ejemplares fotografiados fue atropellado en un área que, desde 2010, se había marcado como riesgosa y con necesidad de infraestructura para el cruce de vida silvestre, la cual hasta ahora no ha sido instalada.

En México, los registros de jaguares muertos en carreteras son escasos y casi anecdóticos —señala el documento—, pero recuerda que, hasta la fecha de su publicación, al menos 8 jaguares fueron atropellados en el país en los 10 años anteriores. Sin embargo, advierte que esta cifra es una subestimación, principalmente, porque los esfuerzos de monitoreo a lo largo de las carreteras del país son escasos y los conservacionistas regularmente no se enteran de los eventos de atropellamientos.

La WWF también ha estudiado el tema. En un diagnóstico publicado en 2022, se registró un total de 11 colisiones de vehículos con jaguares tan solo en la Península de Yucatán entre el 2006 y el 2020. Aunque posteriormente obtuvieron más información anecdótica sobre atropellamientos en Quintana Roo, no se lograron datos sólidos para actualizar los modelos. Sin embargo, sus resultados muestran que la mayor probabilidad de atropellamientos ocurre en carreteras con un ancho de entre 6 y 10 metros, con velocidades máximas establecidas de entre 60 y 100 kilómetros por hora. En función de estos datos, las carreteras de Yucatán resultaron las más peligrosas. Aún así, las vías que se encuentran en el oeste de Campeche —relacionadas con Calakmul— y en la zona sur-centro de Quintana Roo “son importantes de considerar ya que esta área es la mejor conservada en cuanto a hábitat remanente del jaguar”.

Otras amenazas: cacería y tráfico

Los conflictos carreteros no son la única amenaza para el jaguar ni otros félidos silvestres. Apenas una semana después del atropellamiento de Naku, otro hecho causó indignación: un ocelote (Leopardus pardalis) fue encontrado sin cabeza —también a la orilla de la carretera— en Candelaria, Campeche. Las hipótesis son diversas: pudo ser víctima de un atropellamiento y su cabeza cortada por el propio responsable, o por alguien que lo encontró de manera oportunista, para llevarla como trofeo. Otra posibilidad es que haya sido asesinado y decapitado en venganza por haberse alimentado de algunas aves de corral, pues se trata de un conflicto con un “castigo” recurrente.

“El caso del ocelote, de acuerdo con lo que pudimos investigar, es un ejemplar que se encontró al lado de una carretera y seguramente no es parte de una red de comercio y tráfico”, explica Lizardo Cruz, coordinador de Paisajes Prioritarios para el Jaguar, de WWF México. “Yo consideraría que es un ejemplar que fue atropellado y que, de manera oportunista, alguna persona pasó y le cortó la cabeza. En otros casos, por ejemplo, les han cortado no nada más la cabeza, sino también las patas, con el fin de venderlas. No es alguien que se dedique particularmente al saqueo de fauna silvestre, sino que encuentran al animal y se les hace fácil”.

La realidad es que, aunque en este caso no existen pruebas suficientes sobre los motivos, el comercio ilegal de subproductos derivados de félidos silvestres —principalmente el jaguar— se está volviendo cada vez más común en México.

“Si bien no tenemos un indicio claro de que hay una red de comercio, sí hemos podido identificar algunas cuestiones importantes, por ejemplo, que mucho del comercio que se va dando está asociado a zonas turísticas de la Península de Yucatán o por internet”, asegura Cruz.

En localidades como Playa del Carmen o Valladolid, han identificado que artesanos son quienes han tenido en posesión alguna pieza —como una cartera u otros objetos hechos con piel de jaguar—, o accesorios elaborados con colmillos y garras. En el mercado electrónico, los hallazgos se han centrado en ventas por Facebook o Mercado Libre. Allí se identificaron 28 eventos de venta, entre el 2016 al 2020, que incluyeron 89 partes y productos de jaguar. Fueron 51 garras, 20 colmillos, 4 pieles, 4 patas, 3 carteras de piel, 2 cabezas y 1 taxidermia de jaguar, de acuerdo con el estudio Diagnóstico del tráfico ilegal del jaguar en la Península de Yucatán, realizado en colaboración por la WWF y la Asociación Mexicana de Mastozoología A.C. (Ammac).

En el estudio se señala que, si bien se ha documentado el crecimiento del comercio ilegal de ejemplares, partes y derivados del jaguar en países de Sudamérica y Centroamérica —donde se trafican cabezas, garras y colmillos para abastecer a mercados asiáticos como sustitutos de partes de tigre en la medicina tradicional oriental—, en México se presume que la mayoría de félidos y sus partes se aprovechan y comercializan ilegalmente después de ser víctimas de cacerías ocasionales, derivadas del conflicto por depredación de ganado. Por ello, apunta la investigación, la evidencia sugiere que el aprovechamiento y el comercio ilegal de especies silvestres dentro de México, pueden tener un efecto significativamente mayor que el tráfico dirigido a mercados internacionales.

“Si bien no tenemos un indicio que nos dé toda la claridad de que hay una red importante de comercio, no podemos descartarla tampoco”, dice Cruz. “En México, hay redes de comercio que vinculan a especies silvestres pero, en este caso, no particularmente con grandes felinos. En el comercio oportunista, donde los animales que presentan conflictos con el ganado —como ataques a borregos o vacas— muchas veces los mismos ganaderos son quienes pagan para que maten los felinos; es ahí cuando estos cazadores que contratan, meten a las redes de comercio las partes y derivados”.

Para reducir estos conflictos, las organizaciones trabajan estrategias de coexistencia entre pobladores y félidos, donde el enfoque radica en proveerles de opciones viables para manejar su ganado con la visión de mantener también los ecosistemas naturales y a las poblaciones de jaguar, que son fundamentales para mantener los bosques y las selvas del país.

El mismo diagnóstico de WWF y Ammac apunta que, a nivel mundial, México es el principal país de origen de las incautaciones relacionadas al comercio ilegal internacional de jaguar, todas con destino a Estados Unidos, pero no al mercado asiático, donde se supondría una mayor demanda. El estudio estimó una afectación de 21 jaguares de origen mexicano por la confiscación de ejemplares, partes y derivados.

Las dependencias ambientales de México reconocen que algunos cactus, totoaba, caballitos y pepinos de mar se exportan ilegalmente de México a países asiáticos, pero “oficialmente no existe un reconocimiento que esté sucediendo con jaguares mexicanos. No existen reportes al respecto emitidos por autoridades mexicanas u organismos internacionales oficiales con atribuciones legales en el tema”, aseguran las organizaciones.

En ese sentido, hay visiones encontradas entre los especialistas sobre el tráfico de piezas de jaguar de México a países asiáticos.

En 2020, Rodrigo Medellín, investigador de la UNAM, alertó sobre el inicio de la cacería de jaguares en México para traficar sus partes con destino a países asiáticos, a partir del asesinato de un ejemplar en la Selva Lacandona, en Chiapas, ocurrido a inicios de 2019. En aquel momento, Medellín señaló la responsabilidad del crimen organizado.

“Estamos preocupadísimos porque, efectivamente, ya se metió el comercio ilegal en partes, productos y subproductos de gatos grandes a México para el mercado ilegal en China; eso ya es una realidad. Como es ilegal y es muy difícil trazarlo, no sabemos la magnitud del daño, no sabemos cuántos jaguares se están perdiendo por esta razón”, asevera el especialista.

Sea por caza y tráfico ilegal hacia cualquier tipo de mercado, venganza, atropellamientos o cualquier otro evento que atente contra la vida de los félidos, nos estamos enfrentando a una pérdida irremplazable de biodiversidad, concluye Medellín.