Si para todo hay tiempo, siempre tendrás
una hora para hacer tu testamento

José Mario Rizo Rivas
11 septiembre 2023

Tal vez el mundo de las finanzas no se caracteriza por su sentido del humor, pero vaya que lo intentamos a veces. Hace unas semanas me compartieron un video de TikTok en donde se ve al economista argetino Claudio Zuchovicki contar una anécdota: su jefe le dice que cuando cumplió 80 años se llevó a su familia a festejar a París. Hijos, hijas, nietos, nietas, su esposa y él viajaron con gusto y mientras brindaba con ellos felizmente, les agradece a todos que estén a su lado. Uno de sus hijos, que parece que se caracteriza por ser algo frío, le dice “Bueno, pero tú pagaste todo”, a lo que el hombre responde: “Por eso estoy muy feliz, lo pagué con herencia”.

La historia causó gracia en el auditorio que lo acompaña en el video y me di cuenta de que en los comentarios en TikTok la gente comenzó una discusión al respecto de la herencia: ¿importa o no importa? ¿Es mejor concentrarse en disfrutar la vida con los seres queridos que preocuparse por repartir hasta el más mínimo bien entre toda la familia? Y la conclusión que aparece en ese video —que es un extracto de lo que parece una charla más larga— y en lo que los usuarios dijeron, es que para todo hay tiempo y es mejor disfrutar de lo que se pueda mientras se está vivo.

Aunque es cierto que la vida es para los vivos, es difícil que no me vengan a la mente todas las situaciones que he conocido de primera mano de familias que, al momento de enfrentarse a los temas financieros después de la muerte de sus padres, esa filosofía de vida no prueba ser la más efectiva. Septiembre es el mes del testamento en México, y cada año muchas personas recuerdan que todavía no han realizado ese trámite y, seguramente, se prometen que esta vez sí comenzarán los preparativos que han pospuesto en varias ocasiones. Sin embargo, otra vez se irá el mes y los asuntos cotidianos relegarán al testamento hasta el fondo del cajón, enviando la oportunidad hasta el próximo año.

Espero que este artículo ayude a pensar en el testamento como una de esas cosas que no deben dejarse esperar, como el pago de impuestos, el envío de facturas a proveedores o compartir ese video gracioso que se encontró en Internet. Por eso quiero hablar de ciertas ideas que en ocasiones se asocian con este trámite que lo hace ver como una de esas tareas que solo importan a los tíos millonarios en alguna novela gótica del Siglo 19.

Los testamentos no se escriben en el lecho de muerte, cuando la noticia de una enfermedad grave llega o está a punto de hacer un viaje largo. Ya que su objetivo es repartir el patrimonio, garantizar que se gestione por las personas competentes y se aproveche por los miembros del círculo del heredante, debe redactarse con tranquilidad y toda la capacidad y equilibrio emocional y mental posible. Así que un testamento no se hace cuando llegue la vejez, sino en cuanto se tiene cualquier tipo de bienes —llámese propiedades, negocios o dinero en el banco— que pueden convertirse en herencia y, sobre todo, que podrían convertirse en una responsabilidad, como en el caso de una empresa. Como la vida puede dar sorpresas, más vale asentar en un documento legal cuál es el patrimonio y qué debería hacerse con él.

Así como es cierto que el testamento se redacta en cuanto sea posible, sin importar si todavía quedan varias décadas de seguir en este mundo, también es verdad que, mientras haya oportunidad, se puede modificar según aumente, cambie o merme el patrimonio del heredante. Quizá la primera vez que se reparte la herencia en el documento aún no existían los hijos, o los nietos apenas eran unos niños; el testamento no se escribe en piedra, a menos que la persona heredante muera. Por lo tanto, no es pretexto para dejar para después su creación, sobre todo porque es una práctica que ayuda a evaluar, clasificar y actualizar los tipos de bienes que se van a legar, lo que mantendrá informada a la familia y partes interesadas.

Cuando me refiero al legado hablo de dos tipos: el material y el moral. Gracias al testamento los legatarios o herederos conocen, en caso de que no estuvieran enterados, de lo que conforma el patrimonio: cuentas de banco, inversiones, bonos, acciones, propiedades, colecciones de arte, negocios, empresas, etc. Es un tipo de transparencia que permite que se eviten fraudes, malversaciones o engaños que suelen ocurrir a familias que no están enteradas de las posesiones de la persona finada. Y en cuanto a lo moral, el documento ayuda a mantener vivas ciertas costumbres que se han construido alrededor de un apellido y todo lo que toca, como acciones altruistas en nombre de la empresa, la clase de negocios con los que se identifica, la manera en que se involucra a otros integrantes en la gestión del patrimonio o a quiénes invitar de otros círculos. Así, se procura mantener los valores en las siguientes generaciones y puede ser la diferencia entre una cena de Navidad en armonía o la primera de muchas rupturas entre los integrantes sobrevivientes. “Ningún legado es tan rico como la honestidad”. William Shakespeare.

Finalmente, no hay que olvidar lo que un testamento debe tener para ser realmente efectivo. Aunque es posible redactarlo en una hoja de papel y firmarlo, la única manera en que se garantiza que se cumplirá al pie de la letra es con la guía de un notario o notaria que les dé seguimiento a los deseos e instrucciones del heredante y que verifique que existen las condiciones para que se lleven a cabo. Eso también significa que habrá que cumplir con ciertos requisitos, y más vale que así sea, porque si alguien decidiera impugnar o intentar obtener más de lo que hereda, buscará cualquier detalle, por muy mínimo que parezca, para lograr su objetivo. Mientras menos huecos existan en el testamento, más sencillo, efectivo y ágil será el proceso para las personas involucradas.

Al final del día, el testamento es el último acto de cuidado que una persona realiza en beneficio de su familia, socios y amigos. Es, quizá, burocrático y hasta algo frío, pero pone en evidencia que hay una preocupación de que los demás no tengan problemas con la gestión de la empresa o el patrimonio en general, y que al partir de este mundo, además de asegurarse de haberla pasado bien con sus seres queridos, desea no dejar problemas a nadie. Es decir, más vale poner manos a la obra que seguir los consejos de una cadena de comentarios en redes sociales, no importa lo graciosa que sea la anécdota.

Construye un patrimonio para heredar, pero no se te olvide hacer tu testamento y educar a los que lo van a recibir.