‘El capitalismo no ha ganado': Josip Joska Broz
"Es el nieto del mariscal Josip Broz, Tito, el hombre que en algún momento fue llamado “el comunista suave”, que desafió a la URSS y promovió el Movimiento de Países No Alineados. Pero también es un aristócrata que vive más de recuerdos que de otra cosa, aunque haya conseguido refundar hace unos años el Partido Comunista. Newsweek en Español conversó con Josip Joska Broz, quien hace unos días hizo un intento por ingresar en el parlamento serbio"
Irene Savio / Newsweek en Español
BELGRADO, SERBIA._ A 20 minutos en auto del centro de Belgrado, en el anónimo barrio de Palilula de la capital de Serbia, queda un edificio gris que exhibe letreros con aire de abandono de una compañía de telecomunicaciones y, en el segundo piso, la sede del Partido Comunista de Serbia (KP).
Viajo con un traductor, un “niñito” serbio de veintitantos, jeans y camiseta de hacker estadounidense, que habla sin cesar -y aire de saberlo todo- de grupos de rock, satélites espías y de lo mucho que le hubiera gustado vivir en donde él nunca había estado, la extinta Yugoslavia socialista del difunto mariscal Josip Broz, Tito. Eso, hasta que, de repente, es necesario dar un giro.
Empieza así una secuencia de desencuentros a lo largo de esta entrevista con Josip Joska Broz (Belgrado, 1947), nieto de Tito, el comunista “suave” que gobernó la Yugoslavia socialista por 35 años, hasta su muerte, acontecida en 1980.
Desde una perspectiva histórica, fue una conversación con un testigo directo que vivió la historia desde el anonimato muy próximo al poder, que tuvo en Tito un segundo padre, fue su cómplice e, incluso, uno de sus más omnipresentes agentes de inteligencia. Mirándola con ojos modernos, refleja un pasado que se resiste a morir, tal como queda evidenciado por el hecho de que Joska fue candidato en las pasadas elecciones parlamentarias -a finales de abril- en Serbia.
Creo que nos hemos perdido. Estamos buscando a Joska Broz, el nieto del mariscal, el jefe del Partido Comunista.
Quince minutos después, Joska todavía no aparecía. Y, en su lugar, un asistente septuagenario abría la puerta. Allí, en la sede del Partido Comunista, se asomaban tres habitaciones polvorientas, repletas de banderas rojas, esculturas de haz y martillo y retratos de líderes comunistas de todo el mundo, Fidel Castro, Iósif Stalin, Mao Tse Tung y de Tito, por supuesto.
¿Podemos empezar?, observaba el joven traductor y admirador de fallecido Tito.
Empecemos. Pero no soy yo Joska Broz.
Así es el olvido. Ni tus aficionados te reconocen ya. Es la contradicción de lo que pasa pero no se extingue.
Desde hace mucho que Joska no es más un aristócrata yugoslavo, el vástago de una familia que estuvo al mando de la entonces tercera potencia de Europa, a la que acudían reyes y actrices de Hollywood. Después de la desintegración de Yugoslavia -y posterior creación de los hoy Estados de Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia-, las élites venidas a menos renegaron de su abuelo y toda la familia fue despojada de sus prerrogativas. Su apellido ya no le abrió todas las puertas, al contrario: era el del déspota muerto y, por tanto, caído en desgracia, al que todos odiaban.
Algunos, como la esposa de Tito, Jovanka (1924-2013), incluso fueron puestos en arresto domiciliario y fueron controlados en todo momento hasta hace pocos años. Mientras que al resto, como a Joska, se les invitó a permanecer en la sombra y en el silencio. Tanto así que, y no por casualidad, recién en 2009, desaparecidos los Broz del poder visible y con la crisis económica planetaria como telón de fondo, Joska pudo refundar el Partido Comunista. Lo hizo en un mitin en la ciudad de Novi Sad, desde donde dijo que aquello sería la resurrección en clave moderna del comunismo en Serbia. Un país desde el cual, derrumbada Yugoslavia y desactivada la borrachera del nacionalismo bélico de la década de 1990 -que originó el peor conflicto en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial-, atenaza ahora una extraña nostalgia que campea en todos los Balcanes y atrae incluso fuera de esta región.
Las muchas calles y edificios que hay con el nombre de Tito, así como el museo de la historia yugoslava y el mausoleo de Tito de Belgrado y el parque temático en honor al mariscal en Kumrovec -el hogar natal en Croacia del fallecido líder, visitado por turistas de todo el mundo-, son reflejo de ello.
Pues bien, se presenta en las próximas elecciones. ¿Exactamente qué pretende con ello?
Lamentablemente, el comunismo como sistema nunca se ha puesto en marcha completamente y estamos todavía lejos de ello. En este momento el mundo va para atrás, en lugar de ir hacia adelante. Por eso, lo que queremos hacer es revivir el concepto de educación pública gratuita, sistemas sanitarios que funcionen, juzgados que sean independientes, fuerzas del orden adecuadas, medios de comunicación libres y pensiones dignas para los jubilados.
Entiendo. El problema es que los capitalistas ya han ganado y los comunistas no. ¿Está de acuerdo?
El capitalismo no ha ganado. No se puede negar que en muchas partes, en todo el mundo, la gente vive peor que antes, hay más desigualdad social. ¿Eso es ganar?
No se puede obviar el hecho de que incluso Cuba se está distanciando del comunismo más ortodoxo.
Eso es sólo un juego. Un juego político para salir de una situación económica difícil. Como también ocurre en China, siempre habrá comunistas. Prueba de ello son los muchos movimientos nuevos de izquierda que están naciendo en todas partes, en Italia, en Francia, en Venezuela, en Rusia.
¿No le parece que está hablando por eslóganes, que lo podrían acusar de yugonostalgia (añoranza por la extinta Yugoslavia)?
Que me acusen de yugonostalgia. Hay miles de yugonostálgicos en todos los Balcanes; son muchos, muchísimos los que hoy lamentan que Yugoslavia se haya disuelto, pues viven peor que antes. Los yugoslavos podían viajar al extranjero y disfrutaban de estándares de vida muy buenos. La educación, el trabajo y la salud eran derechos asegurados. La transición al capitalismo, en cambio, ha dejado a demasiados sin ningún amparo. Y esto ha empeorado con la reciente crisis económica.
A sus 69 años, Joska habla expeditamente y sin circunloquios. En cierta forma, se parece enormemente al tópico del comunista del siglo pasado. Fuma sin parar. No intenta caer bien. Ni intercambia frases triviales. Tiene el día ordenado, de hora en hora, un estricto número de reuniones para su campaña electoral. Cuando le hacen fotos, no se inmuta, ni se acomoda. La chaqueta azul oscuro que viste es vieja y le queda grande, formando bolsas y meandros, como si fuera una o dos tallas más grande. Tanto es así que, estando de pie, su brazo izquierdo parece desaparecer.
Hablemos de Tito. Usted pasó su infancia con él, ¿cómo era en la intimidad?
Sí, con mi familia habitábamos en el edificio de al lado de su casa. Y, cuando mis padres se divorciaron, él se convirtió en mi tutor. Era un hombre que te enseñaba cómo comportarte, pero nunca nos levantó un dedo. Se despertaba a las cinco de la mañana, desayunaba y empezaba su día. En las tardes leía, y todas las noches miraba alguna película, muchas veces de cowboys, clásicos rusos, o filmes sobre nuestra revolución (de 1941 a 1945, cuando Tito fue un líder partisano que luchó contra los nazis alemanes, tras lo cual subió al poder).
¿Quién era la persona de más confianza de Tito?
Su chofer, Marko.
¿Su chofer? Pensaba que me iba a nombrar a algún general, a algún intelectual. ¿Esto es parte de la leyenda o es real?
Marko era la persona que más consultaba sobre temas de todo tipo. Y también presenciaba todas las reuniones a las que iba Tito.
Ya adulto, usted siguió a su lado. ¿Cómo fueron esos años?
Sí, también después de que me fui de mi casa seguí trabajando con él; primero, como responsable de sus reservas de caza, luego como responsable de los terrenos de caza del ejército hasta 1972 y, a partir de 1976, pasé a formar parte de los servicios de seguridad que protegían a Tito.
Entonces, dígame, Tito es recordado como una persona muy controvertida por su trato hacia los opositores políticos, como Milovan Djilas (partisano comunista y quien, tras tachar de totalitario el régimen yugoslavo, en la década de 1950 fue expulsado del partido y luego incluso encarcelado).
Eso no es verdad. Tito era en Yugoslavia, como en muchas partes del mundo, una persona muy popular. Lo critican hoy porque no han logrado llegar ahí donde él sí lo logró. Cabe sólo recordar que cuando lo hospitalizaron Yugoslavia tenía deudas por 10 mil millones de dólares. Fue sólo después de que las élites que se quedaron en el poder endeudaron más el país.
Insiste usted en que hizo mucho bien, que esas acusaciones no son verdad.
No sé qué quiere oír. Él no reprimió nunca las protestas de su pueblo, enviando el ejército o la policía, como lo hacen hoy muchas potencias en el mundo. Y son esas mismas potencias las que hoy intentan desacreditar la memoria de Tito.
¿Se arrepintió Tito en algún momento de haber roto relaciones con Stalin en 1948?
No. Fue obligado a hacerlo. Nadie lo dice, pero, en esa época, había 200 mil tanques soviéticos alrededor de las fronteras de Yugoslavia. Además, él no se peleó con Stalin, sino que se enemistó con algunos líderes soviéticos. Cabe sólo saber que mi padre estaba en el lecho de muerte de Stalin, lo había enviado Tito.
¿Tampoco se arrepintió de haber mantenido a Yugoslavia en el Movimiento de Países No Alineados (MPNA, agrupación de Estados nacida durante la Guerra Fría que profesaba su neutralidad ante el conflicto entre la URSS y Estados Unidos y, tras el fin de esa época, sigue vigente? Algunos dicen que eso fue el origen de la caída de Yugoslavia...
No. Fue una de las decisiones más increíbles tomadas por un líder, pues esa es la voluntad de dos tercios de la humanidad, no estar en guerras.
¿Cómo era la relación con Fidel Castro?
Se conocieron cuando se creó el movimiento. Luego se reunieron numerosas veces, la última vez en La Habana. Lo mismo con Gamal Abdel Nasser (jefe de Gobierno egipcio, uno de los fundadores del MPNA).
Dicen que los estadounidenses lo veían con buenos ojos. ¿Es cierto?
Él hablaba regularmente con los estadounidenses, con los europeos y con los rusos. Él se beneficiaba de eso para obtener lo que quería. Así, en esa época, Yugoslavia había logrado convertirse en una potencia mundial. Dicho esto, no tenía con ningún líder extranjero una relación especial. Cooperaba con ellos. No confiaba en nadie, pero hablaba con todos y, por eso, lo respetaban.
¿Cuándo empezó de verdad a enfermarse?
En 1979. Anteriormente había tenido pequeños problemas de salud, pero nada grave. Lo que ocurrió fue que se negaron a amputarle la pierna y eso empeoró notablemente sus condiciones de salud. Fue víctima de un error médico. Si le hubieran amputado la pierna de inmediato, con toda probabilidad habría vivido cuatro o cinco años más (finalmente, murió de gangrena).
¿Es verdad que las élites yugoslavas intentaron a toda costa que no se muriese, pues sabían que sólo él podía mantener unida Yugoslavia?
Lo intentaron, pero no lo lograron, como todos sabemos ahora.
¿Tito dejó instrucciones para después de su muerte?
La verdad es que no. Ocurrió todo muy rápido, su enfermedad... Pensaban que iba a sobrevivir y no lo hizo. Teníamos un plan en realidad, pero nos pidieron pagar nuestras deudas de inmediato, no pudimos más tener productos importados y eso desencadenó severas restricciones en el suministro de productos y el consecuente malestar social.
Habla pausado, Joska. Como muchos herederos de poderosos, se enorgullece de su filiación y reivindica con fanatismo la figura del abuelo, así como niega sus culpas. Lo hace serio, como cargando sobre sus espaldas todo el peso de un apellido que ha marcado el Siglo 20.
Yendo a nuestros días. n ¿Las élites serbias han tratado bien a su familia?
No, para nada. Jovanka, su mujer, fue completamente aislada durante muchos años. Y ella sabía mucho, pues también presenciaba todas las reuniones... Sí... Y, pobre, no pudo llevarse nada de la casa en la que había vivido con Tito, sólo algunas cosas de ella, pero nada relacionado con Tito... Ni algunos uniformes de él a los que les tenía cariño. Por eso, con el pasar de los años, lo reclamó judicialmente. Pero ese juicio no ha acabado aún, imagínense.
¿Cómo ve a los líderes que han tomado el control de los países surgidos de la desintegración de Yugoslavia?
Son marionetas de poderes extranjeros.
¿Le preocupa la corrupción, el crimen organizado o qué?
Todo. También que en Serbia digan que van a abrir escuelas y empresas antes de las elecciones, y que después todo quede en letra muerta. Todo lo que prometen ya fue prometido y no hubo avances.
¿Qué opina de la creciente influencia de Rusia en algunos países de la región, entre ellos Serbia? ¿La batalla entre Rusia y Estados Unidos también se está gestando aquí?
Eso es normal. Porque Rusia estuvo a nuestro lado con todo lo que ocurrió con Kosovo (la independencia de Kosovo de Serbia, acontecida en 2008). Es normal que nos sintamos cercanos a ellos.
No obstante, Tito se había alejado de los rusos.
Eso fue en 1947. Luego se volvió a acercar a Rusia y tuvo una buena relación con Leonid Brézhnev.
¿Cree de verdad que va a ser elegido en el Parlamento de Serbia?
Entraremos en el Parlamento. Eso es seguro. Y nuestro partido gobernará también en muchas administraciones locales.
Pero, en fin, todo esto ¿para qué?
Se lo he dicho. La izquierda no está muerta. Ni aquí ni en el resto del mundo.