La Fórmula de la Felicidad: Urge hacer magia
"Una reflexión para recuperar la capacidad de asombro"
A velocidad casi del rayo, ¡llegó diciembre! Restan aproximadamente 24 días para iniciar un año más. En la espera es tiempo para fortalecer las promesas, asegurar las reflexiones, validar las ausencias, disfrutar las celebraciones, recargarnos emocionalmente con el amor de las reuniones familiares.
En mi mente retumba la pregunta ¿cómo podemos apoyar más a los seres humanos para vivir en la Tierra, pero con los ojos puestos en el cielo? Este fue el mejor regalo de mi amigo inspiración que les presenté la columna pasada, un niño al que conocí en la escuela donde realizamos el Voluntariado Tec.
Debo confesar que desde que me convertí en padre, el júnior me retó a desarrollar la fortaleza de apreciar la belleza desde su mirada profunda y transformadora, repleta de amor. La sorpresa, como emoción básica, me regala la maravillosa perspectiva con la que sus ojos ven el mundo. Libre de tabúes, de estereotipos, de la cada vez más observada doble moral, creencias limitantes que inundan la vida y la visión del mundo de los adultos.
Quizás ese fue el impacto al ver los ojos de mi amigo inspiración, regresar a los primeros años de aceptación y desplazamientos positivos. ¿Se imaginan cómo podemos ayudar a todos los jóvenes vulnerables si aprendemos más de su inocencia y pureza? ¿Cómo sería el mundo si modificamos la forma de percibir la vida y las pequeñas cosas del día a día?
Mi hijo es mi mejor coach, me lo demuestra continuamente con su capacidad de encontrar magia, diversión e ilusión en las cosas más sencillas. Cimbra esa feroz tendencia de complicarse la vida buscando planes inolvidables, eventos espectaculares, ejecuciones que rayan la perfección o tan solo el consumo de los gadgets más sofisticados para sorprender al mundo. Esa necesidad de desafiar el manejo del ego, justificando que necesitamos ser siempre los mejores, los más competitivos.
¿Cuántas horas sacrificadas por ser el inalcanzable, el único? ¿Cuántos de nosotros vimos partir seres muy cercanos y volvimos a sensibilizarnos en que somos seres de paso y que el tiempo es un recurso no renovable? ¿Cuántos estamos sorprendidos de la velocidad que llega una nueva celebración de fin de año? ¿Quién es capaz de romper el sueño de mi amigo inspiración de querer ser el mejor portero de México? ¿Cuándo los adultos nos dimos permiso para dejar de soñar? ¿En qué momento permitimos que se perdiera la magia de Santa o la llegada del Niño Dios cargado de regalos? ¿Cuándo rompimos la magia y llevamos a los hijos desde el 20 de noviembre o antes, a comprar sus propios regalos y que jueguen desde este momento con ellos, como si fuera una compra más?
Preguntas, muchas preguntas que buscan respuestas concretas que garanticen que las decisiones han sido las correctas. Basta observar a las futuras generaciones de adultos y sus comportamientos para darnos cuenta de que les hemos negado esos micromomentos que fomentan y enaltecen al ser humano.
Todavía recuerdo el llanto desesperado de mi hija al enterarse de que Santa eran sus padres, fue un reto a mi creatividad para encontrar la mejor justificación para su dolor. Lo que mejor se me ocurrió (siento que le atiné) fue decirle que siempre viviría en su corazón y en su capacidad para soñar. Yo también sentí tristeza porque de un golpe me quitaron la oportunidad de jugar al Santa invisible, a dejar una cena de Navidad para salir corriendo a montar la escenografía y ambientación del paso del señor barbón y sus renos, escalar techo y closet donde se escondían los juguetes y regalos fuera de la mirada de nuestros peques. ¡Zaz! Ya no disfrutaría la cara de asombro porque “se habían portado bien y Santa les había cumplido todos sus deseos”.
Viene a mi mente la Teoría de la Ampliación y Construcción de las Emociones Positivas, propuesta por la doctora Barbara Fredrickson (1998,2001), donde expone que las experiencias diarias de emociones positivas se acumulan con el transcurso del tiempo para construir una variedad de importantes recursos personales. El lograr un radio de tres emociones positivas por una negativa nos amplia los repertorios de pensamiento y de acción, promoviendo la construcción de recursos personales (cognitivos, físicos, psicológicos y sociales) para afrontar situaciones difíciles o problemáticas que experimentaremos en el camino de nuestra vida.
Qué tremenda creencia limitante de los que asumen que arrebatarles a los niños la ilusión para mostrarles una realidad concreta les permite garantizar una madurez emocional. Para los niños, la capacidad de soñar y de asombrarse con los pequeños grandes detalles de la vida es oxígeno puro en su salud y bienestar subjetivo, urge apreciar más la belleza desde la mirada de un niño.
Las alertas se han encendido en la formación de los jóvenes, necesitamos hacer magia para que ellos catalicen sus sueños, descubran su propósito de vida y decidan de forma consciente cuál es su mejor versión. Estoy seguro de que si reconoces y aceptamos este gran reto, tendremos resultados asombrosos y altamente efectivos para un mundo más digno para las generaciones que están por llegar.
Basta recordar el final del encuentro con mi amigo inspiración, me jala de la camisa y me dice: “Ya no quiero ser portero, mejor quiero ser feliz”, lo afirma seguro mientras me muestra un profundo brillo en sus ojos que hace que mi piel se erice.
Por favor hagamos de la educación, de nuestras tradiciones, magia que inspire.
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