La Fórmula de la Felicidad:¿Hacemos magia?

Óscar García
21 febrero 2020

"Columna semanal"

Una llamada telefónica cargada de reclamos altera la paz de una sala de reuniones, sin querer queriendo, los gritos que salían del auricular del teléfono móvil podían impactar la emocionalidad de cualquiera. La coloración de la piel del que recibe el mensaje toma colores rojizos, una evidencia de que su organismo está experimentando las consecuencias de una situación no deseada.

Puesta a prueba la tolerancia a la frustración de mi amigo, decide cortar esa conversación poco productiva, busca una pausa para enfocar su mirada hacia nosotros, sus ojos nos regalan un casi llanto contenido. Inquieto, observo su profunda inhalación, continuada de forma inmediata por una exhalación que me suena más al lamento que nace desde lo más profundo del alma.

En respeto, acompañando en silencio, buscando no juzgar, escuchamos su versión de los hechos, nada extraño, muy común. Es una historia que se repite cada vez con mayor frecuencia: los reclamos de apoyo para un niño, que ya es adulto, pero a quien los padres nos negamos a verlo crecer, hacerlo responsable de su vida y lo sobre protegemos.

Es tremenda la capacidad que hemos desarrollado los padres de hoy para hacer magia y lograr transformar a un ser humano que ha nacido para ser autónomo, autorregulado, con una soberbia habilidad para disfrutar de un pensamiento crítico que le permita tomar decisiones muy significativas, pero también, con el valor y la integridad para asumir las consecuencias de estas.

Haz de cuenta que del bombín negro no salta el conejo de la suerte, salen sorpresivos comportamientos que contribuyen a invalidar lo mejor del ser humano. El primero, con un alto nivel de incidencia en el día a día es: Hacer las tareas que sólo les corresponden a ellos, a pesar de contar con todas las competencias y habilidades cognitivas. Hasta contratamos maestros para que les ayuden en sus labores y responsabilidades escolares.

Con todo orgullo los escuchamos afirmar: “Para eso tiene madre, para que no sufra”. ¿Y luego, qué sucede? Que nuestros hijos, cada vez que tengan una dificultad, recurrirán a nosotros para que le brindemos la solución, buscando intencionadamente hacer el mínimo esfuerzo. Viene a mi mente uno de los casos más comunes, ayudarles a hacer la tarea porque el “bebé” no ha aprendido a administrar su tiempo, no tiene el hábito de organizarse y mucho menos de manejar una agenda, y de ultima hora super mamá o papá entran a rescatar al pequeño (muchas veces ya adultos).

¿Te imaginas qué pasaría si educamos con responsabilidad? Es visualizar que siempre podremos enseñarles a aprender, mostrarles cómo se realiza un esquema de trabajo productivo, cuidando no hacer el esquema por él. Otra alternativa es repasar con el niño (con un niño menor a 9 años) los temas, revisar y apoyarlo a hacer sus intentos de administración y agenda.

Recuerdo mi etapa de preparatoria donde las madres de algunos de mis amigos gustaban de mandar notas a los profes, explicando que sus hijos no habían tenido tiempo de estudiar por un motivo falso. ¿Te imaginas la clase de honestidad que les estamos regalando? Y luego por qué ellos nos mienten.

Rompe mis pensamientos la subida de tono de mi amigo cuando cuestiona: “¿Por qué no deja que mi hijo sea el que hable, el que me pida las cosas? ¿Por qué ella debe ser la interlocutora? ¿Por qué siempre trata de colocarse como la buena y yo el malo? ¿No se da cuenta de que está envenenando su corazón?”.

Un gran número de estudios del comportamiento humano afirman que, si deseamos formar a alguien para ser tolerante, que logre expresar con certeza sus opiniones y no tenga que adaptarse a los demás para sentirse querido, debemos dejar que se exprese, sacarlo de su estado de confort para que brinde argumentos sólidos. No podemos convertirnos en la voz de nuestros hijos, ellos deben saber afrontar hasta la adversidad de la mejor forma.

¿Te suena el típico comportamiento de defender a nuestro hijo a capa y espada, aunque no tenga razón? Ese llegar a los límites del amor enfermizo que afirma la perfección de nuestro retoño, haciendo creer que: no se equivoca nunca y es el más listo y el más guapo de la clase. ¿Qué pasa cuando el profesor le hace un llamado de atención? ¿La respuesta del protector será descreditar a los profesores, llegando al extremo de hacerlo delante de su hijo? ¿Dónde quedó la autoridad?

La cara de mi amigo presenta otro color, su rostro se ha suavizado, reconoce que es poco lo que puede lograr, pero está convencido de que educar en la sobreprotección y controlar la vida de los hijos, limpiado el camino de los obstáculos para que no sufra, tiene una consecuencia muy clara: convertirlos en tiranos emocionalmente dependientes que exigen lo que no son capaces de dar. Es como si mágicamente los mutiláramos para que no puedan valerse por sí mismos y ser felices.

Lo esperanzador es que hay muchos casos de éxito en los que los padres nos podemos inspirar. Seguimos conectados en @LicOscarGarciaCoach