La desobediencia de la cruz
El llamado de Jesús el lanzado, el seguimiento es un reto a enfrentar ocultas resistencias, incluso maquilladas de una ferviente piedad, velados intereses apuntan hacia hacía otras direcciones interpretando a la propia conveniencia el Divino mandato.
“El que quiera venir conmigo, tome su cruz y sígame”. La invitación es una audaz osadía, implicando una firme determinación ante una nueva empresa, en donde la recompensa no presenta garantías de una vida fácil y ante la cual no está permitido volverse atrás.
Todas las ganancias apreciadas por el ser humano, incluido el absoluto dominio sobre el mundo, es considerada poca cosa, al ser comparado con el otro absoluto premio ofrecido por Jesús, que, finalmente, es encontrar el verdadero sentido de la existencia, un premio superior a cualquier posesión en esta vida, los cuales, muchas veces, son ocasión de enfrentar al hombre en contra del mismo hombre.
Desde la audaz decisión, es Jesús quien marcara el camino, Él es quien ha dicho “sígueme” y aún cuando el desánimo ante la injusticia y la incomprensión lleguen a agobiar el espíritu siempre estará presente la convicción; “Solo tu tienes palabras de vida eterna”.
El árido camino sembrado está de frustración y es común ver a otros prosperar en las sórdidas argucias de la negociación, luciendo el oropel de inmerecidos títulos, en los cuales se oculta una profunda mediocridad, insuficientes para saciar las ansias del hombre y solo alimenta la vanagloria de quien ostenta el poder.
Jesús no pretende ofrecer una vida cómoda, ni siquiera la seguridad de victorias humanas, pero sí una herencia, hasta el ciento por uno, eso si, va acompañada por persecuciones y adversidades, porque su fruto definitivo no se encuentra en el reconocimiento de los hombres y sus limitaciones; el triunfo definitivo está en la vida eterna.
La callada entrega, en Jesús, aparece como el ideal en el seguimiento, es la búsqueda de un valor trascendente, más allá de las mediocres apariencias de los hombres. Jesús completa su observación señalando las limitaciones de la justicia de los hombres, anunciando su segunda venida y entonces sí se dará el verdadero valor a las obras y a los actos del hombre.
Pedro encabezará, más tarde, la rebeldía del seguimiento a Jesús, cuando afirmara a los sacerdotes del templo, apoderados de la cátedra de Moisés; “Juzguen ustedes si es correcto que obedezcamos a los hombres antes que obedecer a Dios”.
El seguimiento de la cruz entraña una profunda rebeldía, entre el valor efímero de las cosas puramente humanas y el verdadero valor de las cosas en Dios.