Betel, la entrada a la casa de Dios
Jacob huye de su hermano Esaú, quien molesto por las argucias de su hermano Jacob, pues este había logrado ser designado como heredero a la primogenitura en los últimos momentos de vida de su padre Isaac, a la cual el mismo Esaú había renunciado a cambio de un plato de lentejas, pero después, pretendiendo recuperarla, se lanzó contra su hermano con homicidas intenciones.
En su recorrido de fuga, el joven Jacob, vencido por la fatiga y el sueño, se acostó a dormir y en su sueño contempla una escalera por la cual suben y bajan ángeles, razón por la cual le dio el nombre a ese lugar como Betel, es decir, casa de Dios.
El lugar de Betel había sido un santuario cananeo, llamándolo lugar de luz desde la Era de Bronce, un lugar de culto al dios Baal desde tiempos ancestrales.
La primera alusión a ese lugar en los textos bíblicos se encuentra en el libro del Génesis, haciendo referencia a Abraham, al llegar a la tierra prometida, llegando desde su tierra de origen, Ur de Caldea, en Mesopotamia, ahí levantó un altar en acción de gracias por la promesa a él dada.
Situada al norte de Jerusalén, aunque dentro del antiguo territorio de los samaritanos, este lugar, al ocurrir la separación del pueblo judío en dos reinos: el Reino del Norte, llamado Israel, y el Reino del Sur, con el nombre de Judá.
El Reino del Norte, gobernado por Jeroboan, pretendiendo separar el culto de el del templo de Jerusalén, instituyó dos santuarios, uno en Dan y el otro en Betel, representando a la divinidad, en la figura de dos becerros de oro.
Esta acción, que tenía intenciones notoriamente políticas, fue duramente reprobada por los profetas leales al verdadero culto del Dios de los judíos, echando en cara a Jeroboan y sus sucesores su falta de fidelidad al verdadero culto de Dios.
Con la llegada del Rey Ajab, no solo existió esta desviación al culto, sino que también se había introducido el culto antiguo cananeo a Baal.
A la muerte de Ajab, su hijo Ocosías continuó dicho culto y fue su hijo Joran quien lo retiró, pero siguió el pagano culto, impuesto por Jeroboan en Dan y en Betel, Ungido Jehu, uno de los capitanes del ejército de Israel como rey, se dio el exterminio de la dinastía de Jeroboan.
En 1927, el arqueólogo William Foxwell Albright identificó unas ruinas al norte de la actual villa árabe de Beltin, encontrando restos de construcciones de casas datadas desde la Era del Bronce, aproximadamente del Siglo 13 a. C., coincidiendo con el tiempo de los patriarcas bíblicos.
La ciudad de Betel, en sus ruinas, muestra evidencias de destrucciones por fuego, producidas pos sus enemigos, muy probablemente los filisteos y los babilonios, en la invasión de Nabucodonosor.
El santuario de Betel, desde sus ancestrales orígenes, anteriores a la llegada del pueblo judío, es uno de los lugares más citados en los sagrados textos del Antiguo Testamento, un lugar en donde Dios muestra su presencia entre nosotros, más allá del culto del pueblo judío y a pesar de las desviaciones humanas de los dirigentes del pueblo de Dios, en un lugar llamado por el patriarca Jacob, Casa de Dios.