Saltos revolucionarios

Paúl Chávez
22 enero 2022

¿Qué facilita el descubrimiento de cómo se dan los saltos en la humanidad, en las ciencias y en uno mismo?

De vez en vez surgen aportaciones artísticas, literarias y científicas, que no encajan en los moldes que los siglos han esculpido en la mente de la gente; resultan tan novedosas que la gente se resiste a creerlas, aceptarlas o a gustarles, porque rompen con su sentido común.

Mientras más común sea creído algo más se arraiga y más difícil resulta que la gente acepte lo que desafía esa creencia, además porque lo descubierto o aportado atenta contra lo que es demasiado obvio... como que el sol gira alrededor de la tierra y que la tierra es el centro del universo. Ubiquémonos en la mentalidad antes del siglo XV, esto resultaba tan sólido porque eran muy “evidente”, mirando el movimiento del sol y el de las estrellas.

Esta verdad de a kilo fue desafiada por dos “locos”, Copérnico y Galileo, que afirmaron lo contrario porque “tenían otros datos”, basados en sus evidencias demostrándolo provocando una revolución que sacudió el sentido común y lo “común”, tanto que Galileo fue “tostado” porque no se retractó; al ser condenado expresó “eppure si mouve”, sin embargo se mueve.

Copérnico fue tan audaz que dio un “giro copernicano” a los planteamientos revolucionando la concepción del mundo y del universo conocido con su modelo heliocéntrico que echó por “tierra” el geocéntrico y sentó las bases del calendario actual, promovido por el papa Gregorio XIII a partir de 1582, sustituyendo al Juliano establecido por Julio César en el 46 A.C.

Galileo a su vez aportó el telescopio y una serie de “sutilezas” como descubrir las leyes que rigen la caída de los cuerpos y sacudió la soberbia de que el sol no gira alrededor de los terrícolas, mucho menos el universo, pero hay algunos que todavía no quieren enterarse.

Avancemos las hojas del calendario, el siglo XX será único en la historia, nunca antes se habían dado tantos avances en tan poco tiempo, de tal modo que los lapsos entre esos avances se reducen, mucho antes había que esperar por Galileos, ahora los “locos” abundan, el S. XX aceleró el cambio en todas direcciones.

En los 60’s Thomas Khun, un filósofo de la ciencia, estudiando cómo y porqué se habían dado los grandes saltos cuánticos, se dio cuenta que para el común sentir de aquellas épocas, su lógica para sostener que la tierra era plana era su aparente obviedad.

En realidad lo obvio no resulta tanto, incluso lo más obvio es lo menos obvio: el pez no ve la pecera donde está, mucho menos el agua en la que nada. ¿Qué es lo que el ojo menos ve?

Con su obra “La estructura de las revoluciones científicas” Khun aporta el concepto de Paradigmas explicando la dinámica que ha permitido romper y descubrir a lo largo de la historia las fronteras del conocimiento que revolucionaron todo.

“La ciencia, dice, ha avanzado a través de paradigmas que dominan la mentalidad de cada época: los nuevos desarrollos científicos son únicamente examinados a la luz del paradigma en uso y sólo raramente ocurre una revolución que cuestiona el paradigma mismo”. Interesante, los ojos de los científicos ven lo de afuera, pero no a ellos mismos ni a sus procedimientos. “Las teorías descartadas no dejan de ser científicas por más disparatadas que parezcan actualmente; con el conocimiento y opiniones de su tiempo son sumamente lógicas, a Galileo hay que compararlo con sus contemporáneos”.

Lo más interesante observó Kuhn es que las revoluciones científicas no son acumulativas sino disruptivas, “el paradigma antiguo se ve sustituido en todo o en parte por otro nuevo incompatible con él; las revoluciones científicas se inician por la sensación creciente entre los científicos de que el paradigma existente ha dejado de funcionar”; hay que enfocarlo desde una óptica inédita, si no, no puede comprenderse. Esta óptica inédita es la clave, pero para el momento parece imposible de imaginarla ¿cómo encontrarla?

A estos saltos de óptica les llamamos saltos de conciencia, son los que permiten dar saltos en todo. Por ejemplo, los cambios de conducta no suelen darse acumulando conocimientos, ni razonando mucho: suelen darse más por los saltos de conciencia, que permiten ver súbitamente de otra manera, ya sea una realidad más atractiva o contemplar una que ya no tiene sentido ni beneficio alguno. Esto motiva al cambio.

“La investigación efectiva comienza antes de que la comunidad científica crea haber encontrado respuestas firmes a preguntas que se encuentran enclavadas firmemente entre ellos”. Se facilita cuando están conscientes y alertas de sus prácticas y más de sus límites e ignorancia.

En efecto, el estar satisfechos impide avanzar, el “hambre” mueve a subir los escalones, pero para hacerlo necesitamos reforzar las piernas y la humildad para reconocer nuestra insuficiencia que se abre hacia la verdad y hacia los otros.

El pez no ve el agua en la que nada, sí el que está afuera. El ojo lo que menos ve es a sí mismo.

paulchavz@gmail.com