Recrean pequeños de Choacahui sus tradiciones yoremes

Cortesía
26 junio 2021

Georgina Martínez dirigió un taller que fue seleccionado por el programa Alas y Raíces a nivel nacional

Choacahui es una comunidad llena de tradiciones y costumbres, y sus niños las recrearon a través del arte, el dibujo, la artesanía, la danza y la escritura.

Y fue con el proyecto Mi Comunidad Choacahui con el que la escritora y promotora de cultura Georgina Martínez llegó a esta comunidad ejidal del municipio de Ahome, al norte de Sinaloa.

A lo largo de 10 días, 35 niños de entre 7 y 13 años, crearon textos, dibujos, elaboraron artesanías y un mural colectivo en su centro ceremonial, con el fin de reconocer el valor de sus tradiciones ancestrales.

Fue por una convocatoria de Alas y Raíces, participaron más de mil proyectos y seleccionaron 40 de todo el país. Sinaloa ganó dos, uno para las primeras infancias con la maestra Karla Montiel, de Guasave, y Mi Comunidad Choacahui, de Georgina Martínez.

“Yo tenía ganas de hacer algo presencial y presenté un proyecto en que los niños durante una semana todas las tardes pudieran reconocer su comunidad y la plasmaran a través de diferentes artes, la escritura, la artesanía”, compartió.

La comunidad, explicó, la eligió por sus características.

“Esta es una comunidad virgen, se respetan las tradiciones, no hay tantos carros, la gente vive entre los cerros, sin cercas, es una comunidad muy viva y tradicional, son muy conservadores, incluso se pidió permiso para que yo fuera”.

Los niños, apuntó, iban muy entusiasmados, como si fueran a una fiesta, querían participar, tomar los libros, leerlos.

“Ahí está comprobado que con el arte, con actividades artísticas, podemos adquirir un conocimiento significativo, esto es muy importante, porque ellos empezaron a ver con otros ojos su comunidad, que venga otra persona de fuera y nos diga lo grandioso que es la cultura mayo”.

Como parte del taller, hicieron un mural en la escuela donde ellos estudian, con la asesoría del caricaturista Ito Contreras, que ayudó en el tema del color.

“Quedó muy bonito porque está el río, que es parte de su pueblo, pero también las máscaras de pascola, las manitas de los niños, los pitayos que rodean la comunidad”.

Durante esos días, miembros de la comunidad se acercaron a los niños para hablarles de las tradiciones, la música, las canciones, la importancia de la lengua.

Incluso, se aprendieron un canto de venado que se llama La tortolita, en lengua mayo, y niños que no sabían la lengua, cuando menos saben el significado de lo que dice la canción.

“Benjamín Padilla, un artesano de una comunidad cercana, les enseñó el fruto del ayal, lo limpiaron, hicieron una sonaja y pintaron de colorado. Con ese ayal estuvieron ensayando para bailar, en la clausura, la danza de los matachines”, agregó.

“Escribieron cuentos sobre su comunidad, tradiciones, danzas y durante toda la semana estuvo abierta una biblioteca rodante, les llevé libros y ellos se los llevaban a sus casas, se los prestaron”.

Algo de lo que más le gustó a Martínez fue que los niños prestaran atención a las personas mayores y que acudieran entusiasmados a cada una de las clases.

“El informante del pueblo se llama Dámaso Valenzuela y que un miembro de la comunidad estuviera ahí para mí fue bonito, y que algunos maestros de las escuelas fueran, un día uno, otro día otro”.

El último día presentaron una exposición de máscaras de pascola con papel, títeres de fieltro, cuentos, autobiografías y bailaron una danza de matachín con su sonaja.

“La gente del pueblo estuvo encantada de que los niños tuvieran esa oportunidad”.