No pelearnos con la realidad
Pelearnos con lo que sucede, con lo que la gente diga de nosotros, con lo que pasa en el país, con lo que hace la gente hace alrededor nuestro, nos conflictúa interiormente. Con paz podemos entender mejor como son y se dan las cosas y ser más creativos para resolverlas.
Ganar paz.
Todos buscamos tener paz en las contrariedades y ser felices. La gente busca mil maneras de tranquilizarse a cualquier costo, desde “fugarse” de la realidad con las pantallas hasta el uso de sustancias que alteran e intoxican.
Buscamos soluciones a los problemas que identificamos, pero eso no siempre los resuelve, incluso los agrandan. ¿Entonces dónde está el problema? En que negamos o nos resistimos a la realidad que sucede, tanto dentro como fuera de uno.
Todo lo que nos rodea, visible o no, sucede y existe tal como ES, independientemente la conozcamos o no. Lao Tse en el S. VI a.c. le llamó a la realidad existente el Tao. “El Tao nos rodea”. La solución empieza cuando nos abrimos para percibirlo y “debe estar siempre alerta para captar y sentir sus vibraciones”. Esto nos abre a la realidad.
“En el Tao se encuentra lo insospechado e indescriptible, incluso lo que vemos y sentimos”, y esa realidad está afuera y dentro de nosotros.
Conocer y aceptar tal y como son y se dan las cosas sin deformarlas es un principio de sabiduría. Negar, suprimir, reducir, despreciar, sobrevalorar, juzgar, calificar, las realidades que suceden es faltarle el respeto a lo que es, a lo que existe. Lo que se sucede ES aunque nos disguste o contraríe.
Nuestra interacción con la realidad circundante, con las personas, animales, con las cosas, incluyendo la realidad personal, marca una diferencia y afecta nuestra felicidad.
Como interactuamos
De nuestras interacciones vienen los mayores gozos, como los mayores disgustos y tristezas. Más quizás de uno mismo por como deformamos lo que nos dicen o exageramos las cosas. Continuamente estamos interaccionando con ambos mundos, el externo y el interno y con la subjetividad de los demás. El gran problema es querer manipularles.
Conocer y respetar lo que está pasando dentro de nosotros es muy importante, resistirnos es poner leña a la hoguera del sufrimiento, como no queremos sentirnos mal lo manipulamos racionalizando.
Además la felicidad está profundamente interconectada. Nos vincula fuertemente. Al abrirnos la acercamos.
¿Qué nos ayuda a salir de ahí?
Elevar la conciencia, entre más cuenta nos demos de lo que nos estamos dando cuenta más nos elevamos, es muy distinto contemplar nuestra realidad desde un helicóptero o desde el suelo.
Sucede que las emociones nos arrastran por el flujo de su corriente como un arroyo cuesta abajo o creando tempestades. Ahí en medio de esa corriente resulta muy difícil no ser reactivo, al serlo reducimos nuestra visión y la amplitud de decisión.
La mente nos atrapa, incluso las emociones afectan al cuerpo y lo condicionan; el miedo o el estrés prolongado producen cortisol y otras hormonas afectando el raciocinio y tomar decisiones serenas.
Además la mente crea hábitos mentales, como circuitos cerrados de televisión que atrapan. Es curioso como el mero hecho de salir al campo, de conectarnos con las flores, pasear a la mascota, hacer deporte, conversar gratamente, nos desconectan del circuito cerrado de la mente.
La mente que se encierra, piense y piense, se pierde en cambio la mente que se observa se da cuenta, eleva su nivel de conciencia, así aumenta su realismo.
Al conectarnos con los demás y concentrarnos en nuestro trabajo, los pensamientos se silencian, eso permite enfocarnos, eso facilita entender, resolver problemas y elevan la inteligencia. Al motivarnos ponemos nuestras emociones en lo que hacemos; júntalas y nuestro ser estará ahí metido en lo que hace. Esto es un placer delicioso.
La gran desgracia es no estar donde estamos; si los pensamientos, los sentimientos, los intereses divergen, nos dividimos y perdemos eficacia y poder. Lo peor es no darnos cuenta. Las pantallas contribuyen.
El problema se agranda cuando creemos estar donde realmente no estamos. Como las personas en una junta atendiendo sus celulares.
¿Y por qué digo que esto es una desgracia? Lo replanteo ¿Qué tanto el estar divididos nos permite disfrutar de la vida? ¿Qué tanto vivimos esos momentos? La vida se compone de una sucesión de momentos, en muchos de ellos, quizás en la mayoría, no estamos ahí.
Nos hemos acostumbrado a no estar donde estamos, o sea a, no vivir los momentos ¿Acaso eso es vivir? Entonces ¿Qué clase de vida llevamos?
Vivimos una vida paralela: la mental. Cuando mente, cuerpo y alma se unen, ahí estamos nosotros. Y digo nosotros porque nuestro ser se integra como el cirujano inmerso en la operación no siente el tiempo, ni sus preocupaciones, ni el cansancio. Cuando nos conectamos nuestro ser activamos el botón y se asoma la paz y con ella el entendimiento.
paulchavz@gmail.com