Morir en la era digital

Octavio Robledo
10 junio 2023

Martine Segalen manifiesta que actualmente bajo nuevas formas, se enfrenta la muerte en lo social, la antropóloga francesa destaca que en la era del teléfono móvil, el correo electrónico y las llamadas redes sociales, la muerte es “una de las escasas ocasiones en las que la familia del difunto recibe una gran cantidad de misivas manuscritas como una muestra de solidaridad . En efecto, el advenimiento del Internet y las nuevas tecnologías de la información han traído consigo nuevas formas de comunicación de la muerte y de socialización en torno a ella.

Hoy en día, a través de chats, foros, blogs, mundos virtuales, o redes sociales, viudos, amigos y parientes abren y gestionan espacios digitales que rinden homenaje al difunto y lo dotan de actualidad. Esta tendencia puede rastrearse desde los primeros días de Internet (Roberts y Vidal, 2000), donde ya existían sitios web en forma de “cibermemoriales” o “cementerios virtuales.

Ahora la tendencia de las sociedades por medio de las redes sociales es el ya no reprimir y limitar la expresión de dolor, a dominar y regular los sentimientos ante la muerte (como hacemos, por ejemplo, en el velatorio), en las redes digitales todo el mundo es capaz de expresarse y manifestar públicamente su desconsuelo, claro y por supuesto también existe gente que aproveche las redes para victimizarse, o mandar señales de dolor cuando no lo siente, de todo hay en el mundo cibernético.

Tradicionalmente, el duelo por la persona fallecida no sólo afectaba a sus familiares y parientes más cercanos, sino a todos los miembros de su comunidad. Con el tiempo, sin embargo, el duelo por la muerte de un ser querido empezó a experimentarse como un sentimiento individual y aislado que no se enmarcaba ya dentro de la colectividad. Pero las nuevas tecnologías digitales parecen estar cambiando esto, y por medio de comentarios, imágenes, videos y canciones publicados y compartidos digitalmente, devuelven al muerto a la comunidad. Por medio de este tipo de interacciones digitales, la muerte se comparte públicamente, se socializa, y el muerto retorna digitalmente al mundo de los vivos, y comparte espacio con ellos.

Todo lo anterior puede observarse de forma clara y precisa en la red social Facebook, como sabemos, es uno de los espacios digitales más populares de la actualidad. En el año 2009, la compañía dirigida por Mark Zuckerberg creó un tipo especial de cuentas, las llamadas cuentas “in memoriam” o “conmemorativas”, pensadas para que los familiares y amigos del difunto puedan seguir dejándole mensajes después de muerto. De este modo, Facebook buscaba “homenajear” la memoria de las personas fallecidas por medio de perfiles conmemorativos en los que se pueden guardar y compartir recuerdos, relatos y experiencias de las personas que han muerto. Este tipo de cuentas permiten nuevas formas de luto, duelo y relación con la persona fallecida.

El individuo actual nace, crece y muere como dataimagen, pues los registros digitales del yo evolucionan desde el nacimiento (o antes, desde el embarazo) hasta la muerte, e incluso más allá de ésta. El resultado es la construcción de un minucioso y detallado archivo personal de uno mismo que puede actualizarse y reproducirse en cualquier momento. La dataimagen se convierte en un archivo, la vida puede ser revivida nuevamente y reproducida dentro de un marco histórico siempre que alguien decida emprender tal reproducción. El archivo es el lugar donde el pasado y el futuro se vuelven intercambiables (Groys, 2014).

También observamos que los usuarios de Facebook cuelgan una foto de perfil (o de portada) y/ o un lazo negro cuando fallece un amigo o un familiar, lo recuerdan mediante la publicación de fotografías y videos en sus propios muros y en los de la persona fallecida, abren páginas especiales en su memoria, etcétera. De esta forma, nunca morimos totalmente, la distancia entre vivos y muertos, como la distancia entre lo público y lo privado, es cada vez más tenue.

Si es verdad, como señalan muchos, que con Facebook (y todas las redes) y el actual culto a la conectividad cada vez estamos menos solos, lo mismo vale para la muerte: cada vez estamos menos muertos. Morir en el mundo digital actual es no morir del todo.