María, la Eva nueva y siempre antigua
Desde su ancestral historia, en todas las generaciones y en todas las culturas, en donde se haya diseminado el hombre a través del espacio-tiempo, se intuye y se habla de un Dios creador aun cuando no se le defina con claridad.
Antiguos relatos, diluidos entre mitos y leyendas, sobre un principio por nadie visto, pero de una palpable realidad, porque ahí está, parte de un origen que se especula tratándose de encontrar, valiéndose de términos y de deducciones humanas, una explicación de la presencia del caos y la perfección o mejor dicho de los binomios; bien y mal, bajo el simbolismo de la luz y de la, oscuridad, cuya dimensión se vislumbra, con un alcance que penetra la profundidad de lo infinito.
Una realidad no originada en el mundo de la materia, pues su alcance supera dadas las limitantes aquí vigentes, pero, si se ha establecido en él, dada la facultad del ser humano del paradójico don de la libertad.
El divino diseño original suscita la admiración, por las maravillas presentes en él y siempre por descubrir, misterios solo contemplados en la periferia, ocultando otros misterios más profundos de un cosmos, de aquí y de allá, funcionando con cronológica exactitud.
Hombre y mujer, culmen de la creación de la materia, se narran en el legendario relato de la creación, revelando a un ser humano único, pero con diferencias desde la forma de sentir y de actuar, unidos en una misma dignidad que los hace complementarios para un progreso constante, aunque, paradójicamente pudiera también ser para un retroceso.
San Irineo en la clara profundidad de su pensamiento, partiendo de la visión de la humana naturaleza, inscrita en los pergaminos de la materia, contempla el misterio de la esencia del hombre, con la divinidad presente en su ser.
La primera mujer, una virgen portando la belleza y la ternura de la feminidad que le es destinada a un varón para alcanzar, con él, la sublime grandeza de la maternidad, es tentada por el arcángel de la maldad, llevándola a seducir con sus atributos a la otra parte complementaria de su ser, el varón, así juntos en la desobediencia al plan divino dan inicio a la espiral que conduce a la destrucción.
El divino plan parecía desvanecerse en su glorioso, pero el Creador, el Supremo Dios, inmediatamente presenta otro, todavía más glorioso, la reconstrucción que triturara el principio de maldad. Nace el plan de la redención.
Otra Virgen destinada a otro varón es visitada por otro arcángel, le anuncia que será madre y ella en la obediencia acepta la voluntad divina. Se retoma el proyecto divino de rescate y de salvación, reintegrando al hombre a su primitiva dignidad
El misterio cumple su siclo, la mujer seducida junto con Adán, después engendra al nuevo Adán, Jesús y así, juntos, el antiguo y nuevo Adán y la antigua y nueva Eva derriban la fuerza del mal y la mujer, en la sublimidad de su ser encabeza el retorno a la dignidad perdida