Los tipos de verdades y cómo nos afectan

Paúl Chávez
01 octubre 2022

Hay de verdades a verdades, unas esclavizan otros liberan, estás exigen salir de nosotros para encontrarla.

La verdad de consumo

Necesitamos la verdad como el aire para respirar. La buscamos leyendo, charlando, cuestionando, analizando. Justo estás leyendo esto quizás por curiosidad, pero ella puede acercarte o alejarte de la verdad, la misma que mató al gato.

Si realmente buscamos la verdad preguntemos ¿Para que la quiero? ¿Estoy dispuesto a pagar su precio? ¿Esto me beneficia? Espero que sí.

El apetito por la verdad se parece a ese anuncio “a que no puedes saber solo una”, una vez que la has probado la curiosidad se activa y puede resultar dos cosas: enriquecerte o atiborrarte de información inútil que pronto olvidas. A esta verdad que entretiene, disfrazada de útil le llamamos la verdad de consumo, tan caduca que se marchita. Las redes buscan atraparte para vender más anuncios, ¿te dejes manipular?

Asímismo el conocimiento de la verdad no solo es tarea del intelecto avispado que inte legire, lee por dentro de las cosas, sino que te involucra por entero, es decir, hay que elevar la conciencia de tu subjetividad y enfrentarte a ella para descubrirla con más claridad para no contaminarla sin darte cuenta.

La subjetividad es un velo que puede ser más traslucido u opaco. Quitarse el velo significa desprenderte de tus prejuicios, gustos, preferencias, comodidad y de tu orgullo: no casarte con tus ideas. No vemos el velo porque estamos acostumbrados. Descubrirlo requiere un salto de conciencia y por lo general la ayuda de otros.

Hay verdades que se descubren con los saltos de conciencia y otras con la investigación y muchas de ellas con ambas. Lo diremos de manera “científica”: quien le da más peso a su hipótesis que a los hechos inesperados contamina su investigación. Le sucedió a Freud y a muchos otros genios. No es cuestión del nivel intelectual, sino de ser humildes ante la verdad. Ser humildes es darle poder a ella no a nuestros prejuicios, reconocer nuestra profunda ignorancia sin ser ingenuos y abrirnos al misterio y a que la persona más inesperada e “ignorante” puede decírnoslas. Y así sucede.

No es fácil renunciar a los gustos y preferencias, son como las costras de la piel. Las creencias cuentan mucho, suelen ser un filtro inconsciente que NO SUELEN ver lo evidente ni valorarlo porque no encaja en ella.

¿Qué dificulta el convencimiento?

Creer que se basa solo en dar razones y aportar evidencias sustanciales, esto puede alejarnos más que acercarnos a quienes piensan muy distinto a nosotros.

Tengamos en cuenta que nos enfrentamos con marcos mentales basados en hechos repetidos, en conductas y creencias adquiridas y en supuestos dados por ciertos, son como una foto que le damos el valor de verdad cuando la realidad ya cambió o partes de ella ya no son. La cosa es darnos cuenta, aferrarse a ella es cerrar las puertas a la verdad.

Lo aprendido en la infancia y en la familia tienen un peso afectivo que importa más que los argumentos dados. Por eso la religión y ciertas aficiones se heredan. Cuando está de por medio lo emocional la gente reacciona emocionalmente no racionalmente. Descubrir que está prendido con alfileres puede darnos una enorme paz mental. Requiere valentía y amor a la verdad.

Renunciar a nuestro juicio es difícil, cuesta, lo usamos como escudo y espada. Nos protege, sobre todo de las verdades incomodas pero verdades al fin. Solemos usar máscaras para socializar y ser aceptados y queridos ¿Qué tanto la idea que tenemos de nosotros tiene sustento y que tanto es imaginada? Buena pregunta.

Al menos hay que estar conscientes del maquillaje, podemos terminar usando la misma máscara como aquella actriz famosa por su belleza. Descubrir a nuestro verdadero Yo nunca termina porque algo cambia y algo permanece.

Verdades que matan

Hay verdades que encantan y hay otras que “matan”, lo que realmente matan esas verdades son la ilusiones que nos hemos forjado y se van al traste cuando descubrimos algo doloroso, esas ilusiones nos sostenían y animaban, pero ilusiones al fin. Creíamos en una verdad supuesta a la que quizás le pusimos un pedestal y velas encendidas.

Le tenemos más miedo a nuestras expectativas que a la verdad. Enfrentar algo doloroso implica vivir las etapas de duelo: negarla, resistirse, enojarse o maldecir y aceptarla sin sentirnos amenazados por ella. Quien deja de ver amenazas se libera, ellas son imaginarias.

Buenas noticias

Hay una verdad más potente que la verdad que duele: la del amor. Si dejamos de juzgar y empezamos a comprender empezamos ampliamos la mirada del otro. El amor ve más claro y profundo que el juicio miope, el corazón tiene razones que la cabeza ignora en efecto.

Quien juzga se separa emocionalmente de la persona, quien comprende se une.