La sabiduría creadora

Presbítero Amador Campos Serrano
05 noviembre 2024

La creación, maravillosa obra salida del interior de una sabiduría infinita, sencilla complejidad sintetizadora de la profundidad del ente creador a quien llamamos Dios, impregnación de luminosos luceros resplandecientes en la totalidad de un cosmos pletórico de desquiciante orden, que evoca una sabiduría aun por comprender.

La creadora mente presente está abarcando cada punto de la infinita extensión, dejando, desde algún punto y en varios a la vez, en la materia creada, una síntesis, no solo de la totalidad de la creación, sino también de quien la creo, un reflejo, hecho consigna en el mandato de crear recreando a la misma creación.

Una única humanidad, comparte el supremo misterio de la creadora obra en su máxima expresión; Hombre y mujer, una unidad complementaria de la inmortal manifestación divina encarnada de mortalidad, en el supremo ser creado; el ser humano, cuyo significado alguien pretende separar, con hibridadas expresiones, separando la complementariedad entre masculino y femenino, dos caras de una misma moneda.

Ometeotl, dualidad divina, dos personas en un mismo Dios, en la antigua tradición prehispánica, una visión del misterio de la divinidad, escudriñado profundamente en inacabada visión recibida de la trascendencia revelada: Dios Padre, plenitud divina que engendra en el Espíritu de amor al Hijo que es Palabra creador y vinculo encarnado con la creación.

El ser humano, criatura pensante, imagen del divino ser, que, en su Palabra, hecho hombre, se expresa en la materia salida de su ser, para volver a la esencia divina llevando consigo a toda su creación, su personal obra, al completar el recorrido de la vida su sello personal de una divina humanizada.

¿Qué es el hombre?, la pregunta del octavo salmo, vibra hasta la profundidad del cosmos, el hombre pletórico de dignidad, el universo entero expectante esta de su plena manifestación.

Ser creador con el Creador ineludible obra de hacer presente a Dios en este mundo, colaborando aún, si fuere necesario, con los hombres de buena voluntad, que aún no lo conocen, pero con quien se comparte el divino espíritu de hacer un mundo mejor.

Construir el mundo, reconstruyendo los desajustes realizados, que alteran el equilibrio original, restaurando el armónico orden, que afecta, en primer término, a la persona, cuando lo ha perdido, es tarea del encargo divino en la difusión de la Buena Nueva.

Llenar el mundo del espíritu de buena voluntad, equivalente es impregnar al mundo de Dios, aunque algunos no lo perciban en plenitud, es iniciar el camino hacia Él, desde la teologal virtud de la fe, y la Esperanza, para algún día llegar a la posesión completa de la Caridad.