La Navidad que paró la guerra

Paúl Chávez
21 diciembre 2024

El espíritu navideño es real, aunque contaminado por el consumismo, por el materialismo incrédulo y por la violencia, fue capaz de parar el frente de batalla.

La conciencia vital

Hay ciertos momentos en que los incesantes pensamientos paran y se despierta la conciencia para encontrarse con el silencio del momento presente, y se da una cita espontánea con una señora desconocida llamada Existencia. En efecto, muy raras veces tenemos un encuentro con nuestra presencia, donde tomamos conciencia del simple acto de vivir.

Y este encuentro suele coincidir con momentos especiales que nos advierten que nuestra vida tiene el tiempo contado, y más aún que nuestra existencia no depende de nosotros, depende de unos hilos invisibles que nos sostienen en ella flotando.

Solemos aferrarnos a la vida con el amor de nuestros seres queridos que nos cobijan, con los bienes materiales que nos dan seguridad, con el pasar de los años que nos dan una aparente certeza y quizás con una secreta creencia de que merecemos vivir más.

La conciencia vital

Pero esta seguridad de pronto se ve desafiada en la sala de emergencias, en un accidente, ante un severo diagnóstico, o en la cama de un hospital, en una tormenta o ante el fallecimiento de alguien querido, o en una simple noche donde nos despertamos de madrugada y la conciencia se despierta.

De pronto todos esos pensamientos que gravitan alrededor nuestro como un sistema solar, se detienen súbitamente ante el prodigio de despertar la conciencia vital.

Maravilloso momento

Ante la conciencia vital, el sentido de la muerte también cobra vida, está para recordamos que vivimos. Un infinito regalo que pocas veces celebramos. El miedo a morir puede reflejar un miedo a vivir y a sacarle más jugo a la vida. La inminencia de la muerte nos obliga a la sensatez, a la cercanía de los que realmente queremos porque su respiración sostiene la nuestra, a aferrarnos de lo que en verdad vale y a ver lo sobrenatural.

Ante el avión que empieza a fallar el ateo empieza a rezar, se llama a los queridos para decirles la palabra que más importa y lo resume todo: te amo.

Temporada de vida

La Navidad nos llama a vivir, o sea: a sentir y a expresar el amor genuino, a convivir y regalarles nuestro presente sonriente: aquí estamos junto a ellos, aunque ya no estén o estén ausentes. La ausencia puede sacar del espacio y del tiempo a los queridos, pero nunca del corazón. Honrar su partida cuesta mucho, pero libera de sufrir la amargura de insistir y de querer lo imposible. Al hacerlo ellos nos acompañan con paz y aflora la sonrisa. Su presencia nos perfuma.

La navidad despierta la ternura, la esperanza de una mejor vida, la alegría que viene de dentro, distinta a la ruidosa de fuera, de prepararnos para celebrar un ágape íntimo y esperado con uno mismo y con nuestro Salvador hecho niño: un encuentro con dos niños y con los niños de quienes queremos y convivimos. Quien no es suyo, no es de nadie. Quien no sabe ser niño no disfruta del todo la convivencia ni la navidad. Las prisas y las vueltas nos distraen de lo que realmente celebraremos. No te distraigas.

El espíritu navideño

Cinco meses después de iniciada “La Gran Guerra” en 1914 los alemanes en las trincheras ante el inclemente frío, la nostalgia casera y la víspera navideña, empezaron a cantar villancicos “O Tannenbaum, O Tannenbaum”... los ingleses alternaban con los suyos en inglés propiciando un inusitado ambiente navideño.

Las banderas blancas empezaron a ondear, los oficiales de ambos frentes confiados en este espíritu caminaron hacia un encuentro y dieron el toque de paz. Solía haber treguas acordadas para que retirasen a los heridos y muertos en la tierra de nadie.

Los soldados celebraron la navidad intercambiando regalos valiosos: pipas, tarros, puros, comida, chocolates, dándose la mano. El día 25 jugaron futbol hermanados, el espíritu navideño era más fuerte que su “enemistad oficial” dictada por unos cuantos que no estaban ahí. El Daily Mirror estima que 100 mil soldados festejaron en el frente desde la tarde noche del 24 hasta el 26. La noticia se propagó mundialmente.

Las duras circunstancias, la vida miserable en las trincheras, la proximidad de la muerte ante una guerra que no entendían, lograron que cada uno de ellos ante la navidad tomasen una conciencia colectiva viva de su fragilidad existencial logrando un milagro: permitieron que la esperanza, la ternura, la calidez, la fe en el Salvador que se hace niño, reinara en cada uno.

Lo que parecía imposible se dio: una Noche de Paz o “Stille Nacht” en medio de una masiva guerra mundial.

Quien lo iba a imaginar mostrando que la navidad es real y sobrepasa toda enemistad porque nos permite mirar a un Salvador indefenso que depende totalmente de tu ternura y cuidado y ese niño es nada menos que el creador del infinito Cosmos y de nuestra existencia y nos mantiene en ella por puro amor y nos tomará de la mano por amor.