La modernidad y la muerte

Octavio Robledo
14 septiembre 2022

Ya sé que nadie nos prepara para vivir y mucho menos nos enseñan a aceptar la muerte, prepararse para morir significa a menudo terminar el trabajo de toda la vida, dejar bien arreglados los asuntos con la familia y amigos, y hacer las paces con lo inevitable. Para muchas personas en fase terminal y para sus familiares son importantes las cuestiones de orden espiritual y religioso.

La persona moribunda y su familia pueden sentirse reconfortados con la ayuda de familiares, amigos y, en ocasiones de sacerdotes.

El duelo, que es simplemente “como procesa la pérdida, nuestra mente”, suele pasar progresivamente por estos cinco estadios emocionales: shock, negación, coraje, depresión y aceptación.

Ante la perspectiva de morir surgen preguntas acerca del origen y el significado de la vida y las razones por las cuales se sufre y se muere. Pero ante estos cuestionamientos no hay respuestas fáciles a estas preguntas existenciales. Ante la necesidad de respuestas, las personas con una enfermedad grave y sus familiares pueden recurrir a la religión, a otros parientes, asesores, amigos, tanatólogo o a la ciencia.

El antídoto más eficaz contra la desesperación es sentirse querido por otra persona. Los diagnósticos médicos y los tratamientos no deben impedir preocuparse por las cuestiones de mayor significación ni hacer olvidar la importancia de las relaciones humanas.

Enfrentarse a la muerte, no es nada fácil, aún que es algo natural, pero lamentablemente no se nos enseña que todos tendremos un final algún día, es un proceso muy duro, con altibajos emocionales. No obstante, para la mayoría de las personas, es un periodo de acceso a una nueva comprensión y a un crecimiento personal. El hecho de enfrentarse a las heridas del pasado, el restablecimiento de las relaciones y el hecho de preocuparse por los seres queridos permite que las personas moribundas y sus familiares alcancen a menudo una profunda tranquilidad interior.

Se dice por varios expertos en Tanatólogía, que el culto a la vida, si de verdad es profundo y total, es también culto a la muerte. Ambas son inseparables, la vida es inherente a la muerte, y como Octavio Paz : “una civilización que niega a la muerte, acaba por negar a la vida”.

En los últimos años, como consecuencia de la generalización de las nuevas tecnologías de la información y las redes sociales digitales en la vida cotidiana de las personas en diversas partes del mundo, ha aparecido un nuevo vocabulario relacionado con la muerte compuesto por términos y expresiones nuevas, como “cementerios virtuales”, “cuentas in memoriam”, “testamentos virtuales”, “ritos cibermortuorios”, “obituarios virtuales”, etcétera. Tales expresiones pretenden capturar una nueva visión de la muerte mediada cada vez más por la tecnología informática e Internet, y son indicativas de la creciente necesidad de generar nuevos modos de pensar e imaginar la muerte en la era digital.

En un mundo actual estamos rodeados de tanta tecnología como los, smartphones, computadoras, tablets y las redes sociales digitales, son prácticamente inseparables de la vida cotidiana de muchas personas, y no estoy en contra, estamos en una era donde tenemos, si así lo queremos, accesar a tanta información fácilmente, la pregunta actual por la muerte, nuestra cibercultura puede hallar toda una experiencia de conocimientos científicos, que le permitirán enfrentarse a la muerte y todo lo que la rodea.

Estamos ya en otra era, en donde las ideas modernas sobre la muerte han cambiado, antes era un asunto privado la muerte y sus ritos, con la llegada de la cultura digital, y su énfasis en la visibilidad, conectividad y sociabilidad entre usuarios, conectan la muerte actual con la tecnología, ya ahora y por la pandemia del Covid ha habido misas de cuerpo o cenizas presentes, que se trasmiten por alguna plataforma y la gente se conecta “y está presente” y hasta comentarios de condolencias se envían. En cuanto alguien muere, su familia o amigos, lo hace público en redes sociales y en segundos la gente se enteran del suceso.

Con el avance de la modernidad, la pregunta por la muerte deja de ser algo habitual. El sujeto moderno no habla mucho de la muerte, y, cuando piensa en ello, lo abrevia o directamente no lo comunica. En la sociedad actual la muerte ya no se interpreta, como en las sociedades tradicionales, actualmente para la gente joven se aprecia como el final de la vida individual, de ese sujeto único e indivisible creado por el pensamiento científico moderno.