La amistad, un tesoro escaso
Si los verdaderos amigos son un tesoro y no son muchos, planteémonos ¿por qué no tenemos más siendo tan necesarios? ¿Por qué cuesta hacer amigos genuinos?
Abordamos la amistad con varios enfoques: desde un modo pasivo y proactivo, por sus tipos y finalidades y por las condiciones que requiere. Pero mejor abramos el corazón y descubramos juntos como ser un buen amigo: es más importante serlo que saberlo.
¿Actitud pasiva o activa?
Se acostumbra hablar de la amistad en modo pasivo, esperamos de ellos lealtad, aprecio, reciprocidad, confidencia, y nos decepcionamos cuando fallan; entre más querida la persona, más grandes las decepciones. Pero rara vez volteamos la tortilla y nos planteamos ¿Qué esperan ellos de nosotros, especialmente al hacer nuevas amistades?
Los mayores placeres en la vida suceden compartiendo con quienes queremos, el afecto dado y recibido supera en mucho las riquezas; de hecho requerimos de los demás para lograrnos, solos imposible; asimismo el hombre feliz se rodea de amigos, sin embargo es en el infortunio donde más los necesitamos, luego ¿qué tanto aparecemos en la escena?
Justo entre lo placentero, la necesidad, la utilidad y el afecto, se abre un parteaguas en la amistad: o se busca al otro para pasarla bien, como complemento, por lo que tiene, o se le busca por sí mismo. Sincerémonos ¿Para qué buscamos amigos?
¿Valor o utilidad?
Inmersos en el materialismo dominante surge una luminosa reflexión de Nicolás Grimaldi, un emérito profesor de la Sorbona que conocimos en España, “cuando todo tiene precio, nada tiene valor”. En efecto: vales o te vale.
“Lo que más importa en la vida son unas cuantas cosas: las relaciones humanas, el resto no importa tanto porque puedes vivir sin ellas, y debido a esto mi vida se ha enriquecido y estoy muy agradecida por esas experiencias y lo puedo decir”. Habla una sobreviviente centenaria de un campo de concentración nazi.
Finalmente ¿es el egoísmo a final de cuentas lo que motiva la amistad o es el “ágape” que busca el amor desinteresado y, a veces, sacrificado?
Pero como toda relación, sin el trato, la intimidad, especialmente la reciprocidad, la amistad se desgasta o acaba. Es común en todas ellas algo atractivo, admiración y semejanzas. Hay muchos tipos de relaciones y de amistades, todos participamos en ellas. Aristóteles distinguía tres modos en cuanto a sus fines (Ética a Nicómaco, VIII):
1. La amistad de interés, “donde se ve al otro con el fin de obtener algo de él o puede lograrse a través de él”. Es la más frecuente y está condicionada por las posibilidades de: “dominar, usar, poseer, gozar o ganar” (Carlos Llano “La amistad en la empresa” p.56). Nosotros particularmente le llamamos la amistad útil. Esta “es la más alejada de la vida buena que todo hombre pretende” (Aristóteles) ya que se instrumentaliza al otro.
Pero aclaremos, a nadie le gusta ser usado a no ser que obtenga algo a cambio; en realidad la manipulación no existe si el manipulado no lo permite obteniendo así otra ganancia. Asimismo hay una “ley” en las relaciones: si alguien manipula, también sin impedirlo, resulta manipulado. Eso de sentirse “la víctima” en realidad no cabe.
“Esta tipo de amistad solo se puede dar entre las personas que no han llegado a la madurez” y depende en la medida en que se consiga lo deseado ya sea por utilidad o placer. “Lo que importa no es el otro, sino lo que se consigue a través de él” (Aristóteles).
2. La amistad por placer. La más usual, desde disfrutar juntos una charla, una reunión, motivada por el placer y la reciprocidad obtenida. Desaparece en cuanto el placer se acaba. Hay gente que por naturaleza es encantadora y lo sabe usar.
Víctor Lustig era fascinante, vendió dos veces la Torre Eiffel, los franceses lo impidieron al darse cuenta, embolsándose el dinero; estafó por 50.000 dólares al mismo Al Capone, hizo una máquina para “copiar” billetes vendiéndola carísima, se hacía pasar por un Conde millonario emigrado; jamás recurrió a la violencia en su larga carrera de estafas, demasiado astuto y elegante. Terminó encerrado.
3. La amistad virtuosa. “La amistad perfecta es la de los hombres buenos e iguales en virtud; pues, en la medida en que son buenos, quieren el bien el uno del otro, y tales hombres son buenos en sí mismos; y los que quieren el bien de sus amigos son los mejores amigos, de manera que su amistad permanece mientras son buenos y la virtud sea estable”. (Aristóteles, ibíd.)
Que la salva
¿Qué impide formar una amistad? Muchas cosas, una muy frecuente es la mal interpretación del otro. Dejar de juzgar es como salvar un largo puente: el de la subjetividad que distorsiona al otro, proyectándose a sí mismo en sus juicios.
El malo, el orgulloso y el creído desconfían. Quien tiene una alta estima se le facilita dar y recibir afecto. Empecemos con uno mismo.
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