Insolencia

María Julia Hidalgo
11 octubre 2024

Conviértete en madre y habrás expiado todos tus pecados. No importa que seas insolente, cuando te conviertas en madre serás respetable. No importa que maldigas la felicidad ajena, cuando seas madre toda tú serás caritativa. No importa la indiferencia que muestres a sus sueños, cuando seas madre aplaudirán sus triunfos como propios. No importa que la vanidad te gane, cuando seas madre dirán que le procurabas decoro. No importa que seas indigna, cuando seas madre habrá tenido sentido. No importa que seas ladina, cuando seas madre le habrás abierto las puertas y te habrás beneficiado. No importa que seas cruel, cuando seas madre habrás ganado batallas. No importa que seas ociosa, cuando seas madre deberán retribuirte. No importa que seas pedante, cuando seas madre habrás ganado indulgencia. No importa que seas corrupta, cuando seas madre habrás ganado victorias. No importa que seas vengativa, cuando seas madre habrás cultivado nobleza. No importa que seas miserable, cuando seas madre serás bondadosa. No importa que seas desconsiderada, cuando seas madre aplaudirán tu misericordia... No te engañes, mujer, no acoge así el instinto. No te lo creas todo; sólo serás madre y la única responsable de ese hijo. ¿Golpes? Te dirán, dirás, que fueron necesarios. ¿Indiferencia? Te dirán, dirás, que eso cuesta la independencia. Apenas tú, siendo madre, comprenderás el agobio.

Pobre de ti si no te conviertes en una. Acarrearás antipatías. Por donde andes ganarás desconfianza y te dirán impostora: qué sabes del dolor ni del amor. Qué sabes tú que no has hecho sacrificio y no tienes idea de la incondicionalidad filial. Callarán cuando hables; mas no para prestarte atención, no vales la pena. Qué cosa interesante puede salir de ti si no te han secado los pechos ni has pasado noches en vela. No sabes de entregas ni te han partido el corazón con desprecio. Te mirarán de reojo cuando te marches. Te inventarán historias; prevalecerá el egoísmo. Provocarás rabia, ¿compasión? “Para qué procurarla. No hay nada fresco en ella. No surge la empatía. Es un ser incompleto”. No podrán perdonarte. No expiaste tus pecados. Te quedaste así con tu insolencia y envidia... mujer ingrata. Olvidaste el sacrificio, te entregaste al placer. ¿Olvidaste dar vida?

Te retiras. Asumes. Otorgas. Los miras y asientas. No han visto que les hiciste un favor al no multiplicarte. Tu maternidad sí habría sido un mal intento. Habrías perpetuado tu desdicha. Eso no lo merecen los tuyos, ni aquellos, ni los otros. No habrías entendido el sacrificio primigenio y lo habrías delatado. ¿Empezarías diciendo que fue asaltador de caminos, que golpeó a su novia, que se echó a los vicios? Lo habrías llevado a tribunales y habrías confesado que hizo daño, que echó a perder la vida de gente buena y no sintió remordimiento. Que tú fallaste y no supiste cómo educarlo y después de ti no quedaba otra que la justicia. Que los sentencien, que ambos reciban lo que merecen. ¿Tú habrías dicho eso?, ¿no te habría cegado el amor?, ¿no habrías sido su cómplice? No habrías sido víctima ni habrías tolerado su insolencia, su falta de humanidad. No habrías sabido qué hacer con su ira. Callas. Sí, te sabes cobarde y te alegras de no haber sido lo que, en silencio, esperaban de ti.

No escuches, no te detengas, no hagas caso. Aquí estás pese al desamor y maltrato. No quieras convertirte, mucho menos imitarlas. Al fin que fuiste un accidente y existes pese a toda la maldad del mundo, recuerda que nadie ha hecho el arma que pueda destruirte... Escribí esto —sobre mí, sobre ella, sobre aquella, no sobre ti— y ya con el ánimo aperrado no pude más que echarme a llorar.

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