‘Inés es una luz que siento sobre mí ante su presencia’: Carmen Boullosa
El premio es convocado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y el gobierno del Estado de Sinaloa
Recibir el Premio Inés Arredondo conmueve a Carmen Boullosa por tratarse justamente de la escritora sinaloense.
“Me honra recibir este premio, me conmueve por Inés Arredondo, Inés es una luz despiadada que siento sobre mí, ante su presencia bella, en el ritmo y tono, en la construcción, en el orden interno en la perfección de las tramas”, dijo.
“La tengo muy presente, brillante, genial y amortajada en un dolor irresuelto, un dolor que escapa a mi comprensión”.
La poeta, dramaturga, novelista y ensayista mexicana recibió el Premio Bellas Artes de Literatura Inés Arredondo 2023, de manos de Lucina Jiménez, directora general del INBAL, en la sala Manuel M Ponce del Palacio de Bellas Artes.
En la ceremonia de entrega del premio convocado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y el gobierno del Estado de Sinaloa, a través del Instituto Sinaloense de Cultura y la Universidad Autónoma de Sinaloa, estuvieron además Ricardo Sánchez, representante del Gobierno de Sinaloa en la Ciudad de México; Karen Villeda, coordinadora nacional de Literatura y la escritora Brenda Lozano, integrante del jurado.
Boullosa, que ha llevado su obra más allá de la literatura es una creadora multidisciplinaria, que ha creado libros de artista, colaborado con pintores y expuesto en museos, galerías e instituciones culturales, dedicó su discurso a los hijos de Inés Arredondo, Inés, Francisco y Ana Segovia.
‘Soy la hija de mi oficio’
Empezó a escribir siendo adolescente, sobre hojas de papel, en una carpeta engargolada, como una protección.
“Por escribir dejé de ser huérfana, así soy la hija de mi oficio”, dijo.
Era como un sueño en el que ella vivía en una forma feliz el duelo por su madre, que había fallecido dejando a ella y a sus hermanos chicos.
“Escribir se asemejaba al duelo feliz de los creyentes, a la certeza de que el que muere resucita en otro lugar mejor, y que ahí el cielópolis nos espera, mi duelo feliz no era el de los creyentes, escribir era la felicidad del incrédulo, porque si yo sentía que Teté, así le decíamos, estaba en algún lugar, era entre nosotros. Su espíritu vagando atribulado de un cuarto a otro de la casa, buscando los remedios para acompañar a sus hijos, a Mercedes de dos años, Pablo de seis, Pedro de ocho, o Marisela de 10, Lolis, la mayor, y yo adolescentes”, compartió.
La casa de donde la muerte la arrebató no era un cielo, esa presencia no era un amparo y escribir la protegía del magnetismo de los muertos.
“Yo no me iba a ir con ella ni con María José, nuestra hermana que murió poco después, aunque deseara estar con ellas, escribir me daba vida, abrazo, aunque no incondicional, proteína, luz, sombras, curiosidad”.
A los 16, se dio cuenta de que los borradores que escribía no tenían aún la forma y lo que hizo fue acompañarse con la lectura de otros autores.
Ellos alimentaron su vena literaria en el México de los años 70.
“Tomás Segovia en las visitas de miércoles por la tarde, Juan García Ponce en la mesa de la casa de Inés Arredondo, Octavio Paz y sus conversaciones, José de la Colina, Juan Carvajal, Juan Rulfo, Elizondo en las sesiones del Centro Mexicano de Escritores, Huberto Batis en la Universidad”, compartió.
“Sus recomendaciones de libros, sus anécdotas, sus críticas y que continuaron cuando dirigía el suplemento Sábado otros profesores, Gloria Prado, Gonzalo Celorio de un día especial recuerdo a Gabriel Zaid con pluma en mano, anotando en una libreta apoyada en sus muslos, cuando recopilaba la antología de jóvenes poetas Juan Vicente Melo, Federico Campbell, con sus prensas en el taller Martín Pescador, que nos reunía mientras laboraba”.
Luego empezó a publicar al tiempo que otras poetas formidables, como Gloria Gervitz, Coral Bracho, Verónica Volkow, Miriam Moscona, Kira Galván y estaban ahí también José Luis Rivas, Daniel Sada, Francisco Hinojosa, Francisco Segovia y Manuel Ulacia.
México, dijo, era pródigo con la vida literaria y artística y su relación con artistas de diversas artes ha sido clave también para sus textos de aquellos primeros años.
A Inés Arredondo la trató durante un tiempo, como un regalo que le dio su hijo Francisco Segovia.
El galardón
Al leer el acta del jurado, Brenda Lozano, señaló que junto con las escritoras Ana Belén López y Claudina Domingo, decidieron otorgar este premio a Carmen Boullosa dada su amplia trayectoria.
“Ha explorado una gran diversidad de temas y géneros literarios en las últimas décadas, por lo cual ha logrado una gran resonancia internacional y ha llevado lejos la literatura escrita por mujeres mexicanas”.
Destacó el mérito literario de las candidatas presentadas este año y aprovechó la ocasión para invitar a que las universidades, instituciones, editoriales y amigos postulen a sus candidatas para este premio que honra la memoria de Inés Arredondo.
Ricardo Sánchez, representante del gobierno de Sinaloa, agradeció que los hayan recibido en el Palacio de Bellas Artes para la ceremonia, por todo lo que implica para la historia y para la cultura.
Durante la ceremonia, hubo dos lecturas dramatizadas a cargo de Brian Omar y Miranda Ruiz, quienes dieron voz a fragmentos de los libros “Mejor desaparece” (1987) y “Antes” (1989).
Al final la autora ganadora leyó el poema ‘Aguja en el pajar’.
Carmen Boullosa
- Nació en la Ciudad de México en 1954.
- Es poeta, novelista y dramaturga.
- Ha escrito 19 novelas, una docena de libros de poesía y tres de ensayos.
- Su obra narrativa y poética también ha sido publicada en otros idiomas.
- Ha recibido el Premio Xavier Villaurrutia en 1990.
- El Premio Liberatur 1996
- El Premio Excelencia en las Letras José Emilio Pacheco de la Filey 2023
- Es doctora honoris causa por el Institute of Doctoral Studies for the Visual Arts.
Otras ganadoras
Beatriz Espejo
Pura López Colomé
Tedi López Mills
Cristina Pacheco
Carmen Boullosa