Imprescindible

María Julia Hidalgo
19 enero 2024

Con praxis en cuarentenas, y como propósito de inicio de año, mi amiga ha decidido internarse en el desapego. Ha empezado con el shampoo que le prometía abrillantar su extendida cabellera —también ha renunciado a ésta— le dijo a su marido que siendo arquitecto bien podía meterle tijera y hacerle un corte parejito; así lo hizo y descubrió que tampoco necesitaba el alaciado. Notó que su piel lucía más lozana, así que también ha eliminado el maquillaje y el hidratante que nunca le cumplieron lo prometido. Se dijo que no estaba segura de que el huevo orgánico —por el que pagaba el triple— realmente lo fuera, así que lo ha quitado de la lista de lo imprescindible. Le dije que hacía bien, que debíamos de ser más naturalistas, optar por la simplicidad voluntaria y evitar gastos innecesarios y superfluos.

Entradas en el inventario de lo importante e imprescindible, nos pusimos profundas y caímos en la cuenta de que si consideramos revalorar las cosas no debemos quedarnos en la superficie, decidimos ahondar en zonas movedizas. Recordamos el ejercicio básico de primaria, el de la agrupación de conjuntos. Si vas a hacer un conjunto, agrupar, debes asegurarte de que los elementos pertenezcan al mismo conjunto de cosas. Por ejemplo, si te pedían una lista de animales, escribías: ballena, vaca, gaviota, araña, gusano; distinto si te detallaban el grupo: mamíferos, cuadrúpedos, aves, insectos. Si te pedían describir las partes del cuerpo humano no escribías pata. Y así, si vas a preparar una ensalada, deberás comprar vegetales; si necesitas un par de tenis, vas a una tienda deportiva; si vas a describir un entorno contemplativo, debes usar palabras afables que construyan serenidad y amplíe horizontes; no caben palabras hostiles ni abyectas.

Nos dio la madrugada y, luego de unos tragos, nos pusimos más pesadas y abstractas. Concluimos que para la humanidad era más importante Malala que Peso Pluma; pasamos por Shakira, J. K. Rowling, Maradona y Luis Pasteur. Divagamos haciendo lista de ciudades y países; árboles y flores; cervezas y vinos... Mi amiga soltó en llanto y dijo que su madre no había aprendido la lección básica. Agrupar lo correspondiente, separar lo fundamental de lo simple. Siempre le había dado más importancia a lo que decían los demás, los otros, los ajenos, que lo que ella decía. Siempre le compraba la ropa que usaban otras niñas y no la que a ella le gustaba. Siempre le había dicho que era una loca, por ser una niña arrebatada y justiciera... ahora de grande seguía criticándola por su forma, por sus maneras distintas, por sus palabras incomprensibles, por sus gustos diferentes. Su madre no había entendido que lo fundamental era que ella la quería pese a su dureza. Empezó a hacer una lista de todo lo que había hecho desde niña y lo que no recibió de su madre. Le faltaron afectos y le sobraron rechazos. Dijo que su madre no había entendido que uno viene a este mundo a perderlo todo, siempre y cuando sea por esa lista de cosas que bien vale la pena no confundir.

Terminamos riendo. Si bien pudimos eliminar el shampoo prometedor de la lista de imprescindibles, bien podíamos reordenar nuestra lista fundamental y reponer todos los abrazos fallidos.

Querido lector, gracias por un año más de compañía y que el 2024 nos brinde mejores historias.

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