Hace Virulo una crónica de la pandemia cargada de humor
El cantautor y humorista cubano Alejandro García dedicó el espectáculo a su percusionista y amigo Rolandito Valdés, fallecido recientemente por secuelas del Covid-19
El tema de la pandemia del coronavirus no pudo pasar desapercibido para el cantautor, humorista y cronista musical Alejandro García “Virulo”, quien presentó su disco “Crónicas de la pandemia” en Culiacán, en el Teatro Pablo de Villavicencio.
Trágica para millones de personas en el mundo, el mismo Virulo perdió y lamentó la pérdida de su percusionista y amigo Rolandito Valdés por secuelas del Covid-19.
Sin embargo, el cantautor, fiel a su vocación, retomó el lado humorístico del tema en seis canciones de ese disco, acompañado solo por su guitarra y por pistas de la grabación con los mejores músicos de Cuba, disponibles todos porque estaban confinados a causa de la pandemia.
Abrió con “Dale candela”, una sátira que dio origen al disco, creada a instancias del presidente de una casa disquera, que habla del curioso origen del virus a causa de un murciélago mal cocinado en China, y mientras Donald Trump instaba a combatirlo bebiendo cloro, en Cuba todo lo curan con ron. El tema fue grabado con el Septeto Nacional.
Luego interpretó “Pórtate bien”, sobre el uso del cubrebocas, que en otras partes llaman mascarilla y que en Cuba la gente bautizó como “nasobuco” (conjunción de noise, nariz en inglés, y buco, de bucal) y de los problemas para que la gente los use correctamente, en vez de dar origen a modalidades como el “nasobuco babero”, el “nasobuco diadema”, el olfativo (con la nariz de fuera) o el de arete, colgando de la oreja.
Al final nadie hizo caso a la propaganda ni a la canción, pero esta fue muy popular durante siete meses, acompañada con el dueto Buena Fe.
Le siguió otra sátira, “Quédate en casa”, sobre el confinamiento, en la que ironiza sobre cómo piden a la gente quedarse en casa cuando tienes a toda tu parentela en ella, incluida una suegra molona y metiche.
Todas fueron apoyadas con proyecciones audiovisuales, entre las que destaca la hecha para el rap “Los negacionistas”, otra plaga surgida con la pandemia sobre ese espécimen social que todo lo niega o en todo busca conspiraciones y siempre ha existido y que, en esta ocasión, niega la existencia del Covid y culpan a Bill Gates y a los reptilianos de querer insertarnos un chip.
En “La cosa está de cabeza” se refiere cómo, merced al auge de las redes sociales, cualquier mentira se convierte en verdad, y la verdad se desacredita, dando como resultado que “lo que era malo está bueno, y lo que es bueno está mal, y el tamal me gusta bastante, pero hay que ponerle picante”.
Otra más fue “Puente de luz”, un eco de un desterrado cubano, Carlos Lazo, que padeció la cárcel con el régimen castrista hace 30 años, pero que al tiempo demostró que se puede volver del odio y hoy preside una fundación que busca acabar con el bloqueo contra el régimen cubano.
Cerró la parte del disco con un homenaje a su amigo y compañero, el percusionista Rolando Valdés, fallecido a causa de secuelas del Covid, y con quien solía cantar “El goloso”, un guaguancó que Rolandito solía acompañar con percusiones realizadas con su boca.
Acabadas las “Crónicas...”, el humorista continuó con esas canciones que siempre piden sus seguidores: “El charro chaparro”, una evocación del cine mexicano de la época de oro; “El mole poblano”, con una curiosa versión sobre el origen de ese platillo, que consideró “un disparate”.
También “La torta cubana”, una ironía gastronómica para un país que ni conoce las tortas; “El cantante posmoderno”, de las nuevas tendencias musicales en los 80, y como siempre, para cerrar, “El colibrí”, que muchos le aplauden con devoción.