Factor Humano: La Autoayuda es Insuficiente

Paúl Chávez
28 diciembre 2019

"Cada fin de año hacemos promesas para ser y estar mejor, en realidad ¿Qué tanto nuestra condición humana lo permite?"

En estas fiestas sentimos intensamente el afecto, la cercanía, paz, la alegría de dar y recibir, la fe, la ternura, el optimismo, los buenos deseos, la reconciliación y lo festejamos en compañía, guardándolo en el corazón.

Cerramos la segunda década, entramos a la tercera del siglo XXI. Cada año se abre la ‘Caja de Pandora’, con sorpresas insospechadas, bellezas e infortunios, dichas y desencantos, un surtido amplio de sucesos que dan contraste, intensidad, a la vida que celebramos el fin de año, tiempo después volvemos a acostumbrarnos a vivir.

Abrazándote

Es tiempo de introspección, de examen, afloran emociones contrastantes; la ausencia de quienes queremos nos hace reflexionar lo efímero de la vida, las ilusiones vanas, el sinsentido del orgullo. La conciencia se pone de pie desnudándonos, mostrando lo bueno y lo que nos avergüenza, lo que intentamos esconder inútilmente. Es el momento de afrontar las circunstancias, de responsabilizarnos y dejar de culpar a otros, de abrazarnos, de reconciliarnos y rendirnos aceptando lo que nos desconcierta.

Yo no soy mis circunstancias

Decía Ortega y Gasset que “Yo soy Yo y mis circunstancias”, sin embargo mis circunstancias no son Yo, ellas me describen en ciertos momentos pero no me definen como persona, Pedro no deja de ser Pedro encumbrado o enfermo. La rueda de la vida gira viviendo diferentes situaciones, ellas no pueden cambiar mi esencia. Entonces ¿qué nos hace realmente valiosos? La conducta por supuesto no. Nos hace valiosos ser personas. Persona es un individuo de naturaleza racional, cada persona es superior e independiente de sus circunstancias. Si cambian no pierde su dignidad aunque la enlode, sea rico o pobre, débil o valiente, hombre o mujer. No es menos hombre o mujer quien está lisiado, quien está en el vientre o sea adulto, blanco o negro, sano o moribundo. Todos somos personas, hechos de la misma madera desde el nacimiento.

La vida merece respeto.

Compartimos una dignidad que merece un profundo respeto, nadie puede pisotearla, ni manipularla en un tubo de ensayo, en la clínica o donde sea. Quienes se creen superiores o dueños de la vida lo olvidan. La vida es un regalo inmerecido. Ni siquiera somos dueños de nuestro cuerpo, el corazón palpita, respiramos, sin quererlo. Menos aún somos dueños de la vida de otros para arrebatársela injustamente, independientemente de las circunstancias en que fue concebido o vive. Al negarse el derecho a la vida se descompone la brújula y surgen las aberraciones. Lo estamos viendo.

Tenemos un alma que nos mantiene vivos, es el sustento que nos hace personas, con libre albedrío. Somos un raro matrimonio de materia y espíritu, de cuerpo y alma, naturalezas distintas que convergen reclamando cada una sus exigencias a su manera, eso nos confunde; al separarse del cuerpo morimos.

Simplemente humanos

Ante la debilidad decimos ‘es que es humano’ dando entender que lo olvidamos o no lo somos la mayor parte. Parece que no terminamos de asimilar el ser humanos… simplemente humanos.

Es una locura querer ser distintos. Generar expectativas más allá de nuestra condición agota, esconder los talentos asfixia. . El agotamiento revela cuanta confusión y maltrato interior hay. No somos ángeles ni demonios, ni dioses ni vasallos, ni espíritus ni cosas. Querer ser lo que no somos es muy distinto a hacer lo que podemos

La autoayuda es insuficiente

No lo podemos todo a base bonitos pensamientos, de lecturas de autoayuda, de cursos, de terapias. Al creernos poderosos, aumentar la fe y autoestima personal, expandimos nuestras capacidades, incluso caminar descalzos sobre carbón encendido, puede hacerse. La condición humana no es limitativa, al contrario, hay en ella capacidades insospechadas. Con el éxito la olvidamos y la asociamos a los fracasos, tiene mala fama. Sin embargo al besar nuestra humanidad nos reconciliamos. ¿Con que solemos identificarnos?

Abrazar nuestra condición

Al abrazar todo lo excelso y abominable que hay en ella, abrazamos a los demás como esperan y merecen ser amados. Hay que ser realistas: buenos o malos, exitosos o fracasados, sentirnos superiores o inferiores, todo eso son espejismos.

Ante el espejo, la pureza de nuestra esencia es opacada por la falsa identidad que inventamos, duele no ver nuestro verdadero rostro oculto por la máscara. No terminamos de descubrir la belleza luminosa de nuestra alma, viene directamente del creador que nos sostiene. Los problemas empezaron cuando nos desligamos de Él, descubrieron su desnudez.

Al excluir a la divinidad la vida empieza a perder sentido… el polvo nos espera ¿De dónde nos agarramos? ¿De nosotros mismos? ¿De los demás? El abrazo consuela la mutua insuficiencia. Nos sostiene por un rato.

Entonces ¿Cuál es el sustento de lo humano? Lo humano es insuficiente, no puede darse la vida a sí mismo. Lo humano viene de lo divino. Al ligarlo: lo humano se hace divino.

El esplendor humano

Observa y aprende de los niños. Nos enseñan que la vida es un juego maravilloso, la viven intensamente sonriendo, sin condicionamientos ni prejuicios. Sencillos, auténticos, despiertan amor. Su mirada es limpia por su inocencia, no discriminan, lloran, perdonan pronto y vuelven a jugar como si nada. Sueltan sus emociones, no critican el mal tiempo, ni las carencias, disfrutan de la vida con lo que tienen, su imaginación les basta, felices inmersos en el momento presente.

No dejemos de ser niños, gozábamos más todo.

paulchavz@gmail.com