FACTOR HUMANO: El desafío de ser prudente

Paúl Chávez
10 octubre 2020

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El gobierno de otros empieza gobernándose a sí mismo.

 Así como el soldado necesita de la valentía para ser buen soldado, el ejecutivo necesita ser prudente para gobernar y dirigir bien.

 El gobernante prudente requiere mente abierta y equilibrio de juicio, en el ápice como un triángulo se encuentra la sensatez, la sensatez es la sabiduría ante lo cotidiano.

  Rara virtud

 La prudencia es una virtud fundamental en cada persona, tiene una característica muy peculiar: sintetiza el entendimiento y lo aterriza con una acción concreta.

De lo abstracto pasa a lo concreto de la situación única para intentar resolverla con acierto. La prudencia es el hábito de la razón práctica. La defino como pensar bien para actuar bien.

Pero va más allá, la persona prudente en las situaciones concretas usa la sindéresis: aterriza los principios morales en los desafíos, lo contrario del astuto que se vale de mañas.

 

Acertar y ser sensato

 De tal manera que acertar y ser sensato es la esencia del ejecutivo. Lo sensato tiene que ver con su persona, el acierto con su capacidad intelectual. La brillantez intelectual no garantiza la sensatez, para ser prudentes se necesita gobernarse a sí mismo.

Pero no es fácil acertar ni ser sensato ¡Justo por eso necesita ser prudente! El prudente aprende del error, se sabe vulnerable, justo por eso agudiza su intelecto y despeja su conciencia. Se hace humilde, reconoce y parte de sus errores, obra con cautela sin ser timorato.

  Corrigiendo el error

 Enfoquémonos en el error lógico, este parte de la percepción, del mal razonamiento, se nota en el mal diagnóstico, en ordenas confusas, equivocadas o inoportunas. Tiene tres enemigos: uno, la subjetividad; dos, la inconciencia y tres, el momento. No nos damos cuenta que captamos mal, que razonamos mal aunque el argumento suene “muy lógico”.

Nos equivocamos también al no detectar los auténticos problemas y sus causas: no todos los problemas son problemas. En resumen por los filtros mentales, falta de rigor lógico, falta de claridad y más por la inconsciencia.

Hay errores de ejecución, aquí interviene el mando y otros. El ejecutivo prudente se asegura de lograr los objetivos deseados con gente más capaz que él. Dirigir a mediocres sale más caro y difícil.

 

Las tres causas del error

 La lógica es la ciencia del razonamiento, parte de lo conocido para llegar con certeza a lo desconocido. Profundizando el error tiene tres causales:

1. Confundir partes con otras.

2. Reducir el todo a la parte conocida y

3. Perplejidad, no alcanzar entender la situación por lo complejo, rápido o su novedad

Cuando razones piensa primero en la certeza de tu premisa, cuestionarla es muy sano y ponle distancia, casarse con las ideas no es recomendable porque el ego defiende lo indefendible; lo observamos en las juntas y en las discusiones cuando desgastan. Al subirse el ego y la vanidad a la cabeza sucede algo peligroso: se empieza a pontificar. Los ejecutivos explotan la vanidad del jefe escudándose en su sapiencia para que él decida, lavándose las manos.

 

 Genialidad opacada

 

Innegable la intuición y la audacia de Hitler, junto con los mejores cerebros la Segunda Guerra cambió grandes paradigmas, muchos de los avances que tenemos vienen de ahí.

La inteligencia inglesa buscó muchas maneras de matarlo, todas fracasaron, hasta que tuvieron una idea brillante…

La derrota de Stalingrado cambió la suerte de Alemania, la OKW el alto comando de guerra no pudo reaccionar ante el ataque sorpresa del día D, Hitler dormía y no se atrevieron a despertarle lo que ocasionó retrasos.

Eso contribuyó a su declive, asumía cada vez más decisiones y corría a los generales que lo contravenían: se le había subido el éxito y empezó a fallar. Los ingleses tardaron en darse cuenta y se les ocurrió una genialidad, era mejor dejarlo vivo: él mismo aceleraría el fin de la guerra. Eso pasa con algunos dueños y ejecutivos brillantes.

 ¡El poder!

 El dinero y el poder trastornan al más sensato. Subirse al taburete y creerse lo que no es desvaría la personalidad, se pierde el buen juicio gradualmente, la objetividad, el tacto, dejar de escuchar, sentirse exitoso, la humildad, el autoritarismo.

El prudente se esfuerza en ser objetivo para captar la realidad con la menor distorsión posible, por aceptar los hechos aunque no le gusten, por guardar un balance emocional para no dejarse llevar por sus arrebatos, por dar a las personas, incluso a sus enemigos, un espacio de dignidad, sin ofenderlos, denostarlos, exagerarlos, ni acusarlos, mucho menos vengarse.

El prudente busca ser justo, empodera, retribuye y restablece el balance social o de la empresa, de otra manera el abuso de poder crea resentimientos. Los sabotajes, la indiferencia, las guerras de poder departamentales, son botones de muestra.

 Asesorarse

 El buen juicio se adquiere por el don de consejo, los buenos ejecutivos se someten a sus salas de consejo. Es una cualidad valiosísima. Quienes se asesoran profesionalmente en otras áreas crecen más.

En cambio los empresarios habilidosos confían más en sus talentos y sospechan de los asesores y terminan hasta donde sus habilidades llegan sin pasar de ahí.

 La cereza del pastel

 La prueba de la prudencia es la audacia. Aprovechar la oportunidad fugaz vale más que muchas reflexiones. A fin de cuentas qué mejor sabiduría que vivir el presente.

 paulchavz@gmail.com