El pecado y la liberación

Presbítero Amador Campos Serrano
10 diciembre 2024

Una trasgresión altera el orden establecido, la convivencia resquebrajada ha quedado y disminuye el funcionamiento de la comunidad, para tornarse, de manera paulatina, en enfrentamientos destructivos, pero los autores con autojustificaciones tratan de no cobrar cabal conciencia del nocivo alcance de sus actos.

Fue una falla de origen la que ha llevado a la humanidad hacia el desequilibrio con su entorno, con sus semejantes y finalmente consigo mismo, produciendo lamentables agresiones en el mundo creado. De una manera progresiva, esta agresividad ha ido avanzando, para desembocar en el riesgo de una autodestrucción total.

El hombre desarrolló belicosidad, impulsado por sus instintos, avanzando de manera ascendente hacia situaciones de máxima peligrosidad, pues cuenta con el poderoso aliado de una mente racional, la cual posee la capacidad de crear progreso en el desarrollo. La razón, destinada al alcance del bienestar superior por la creación de un mundo mejor, absurdamente se convirtió en un factor de autodestrucción.

El desencadenamiento, de manera incontrolada, de las pasiones, atraparon la razón para llevarla por impulsos y corazonadas, no siempre acertadas y que velan la luz del raciocinio, conduciendo al ser humano por caminos de riesgo inminente a la destrucción de su entorno.

El hombre pretende su justificación, argumentando bienestar personal y de aquellos que le rodean, aún a costa de la destrucción de quienes considera fuera de su cercanía, en cuanto al entorno de sus intereses. Así se dio origen a las guerras, forma organizada por el raciocinio humano para sacar a flote belicosas pasiones, que han dejado una estela de muerte y destrucción.

Atrapada la razón, no tiene capacidad de liberarse, al encontrarse deslumbrada por la enceguecedora luminosidad de las pasiones, las cuales impiden contemplar el camino correcto y dejándose llevar por una pendiente, se acelera cada vez más la inminente caída. Al olvidar la función original de las cosas el hombre pretende cambiar, de manera equivocada, el orden establecido, a la postre la naturaleza, fuera de control, se vuelve en contra de sus agresores.

Han sido desoídas las voces de advertencia y aún los severos correctivos enviados por el creador, porque la soberbia del hombre le arrastra a la degradación y esta hacia la aniquilación de los logros conseguidos. Imperios y culturas, una tras otra, después de llegar a la cúspide de su gloria, han caído, quedando solo su registro en la historia.

Ante la insuficiencia de las acciones emprendidas en busca de enderezar el camino, Dios mismo decide una acción radical para conducir al hombre a la liberación de las tendencias amenazantes de llevarlo a su destrucción; ¡El mismo Dios se hará instrumento de liberación!

Jesús, el Dios-hecho-hombre, se convierte en camino de la verdadera liberación, su vida y su ejemplo nos lo revelan como el Camino, la Verdad y la Vida, aquello tan afanosamente tan buscado por la humanidad en su ansia de felicidad. Solo en Él y con Él se llegará a la liberación total.

Encarnando en el ser humano y en su historia, enseña y vive un camino de humildad, siendo Dios se rebajó a sí mismo hasta hacerse parte de la humanidad, convirtiéndose a la vez en ejemplo y en sacrificio de reconciliación. La antigua soberbia del pecado ha sido destruida, solo queda una condición; la de vivir en la libertad de los hijos de Dios.