El matrimonio entre el amor y el realismo
Al final todos buscamos un amor verdadero, pero hay que ir superando la ignorancia, la crítica y aceptar al otro, a uno mismo y a las cosas tal como son sin deformarlas.
Amor y realismo.
Hay dos cuestiones que son cruciales a cada uno, a las parejas y a la humanidad entera: qué tanto vivimos y edificamos en la realidad y qué tanto amamos y somos amados. Todos queremos mejorar y un amor real pero erramos.
Agustín de Hipona, aquél inquisitivo hombre del S. IV de intelecto agudo como una aguja buscando la verdad seriamente, descubrió una grandiosa: seremos juzgados por nuestro amor. Por lo tanto agregó “mi amor es mi peso”. Lo contrario a lo que muchos insisten “mi oro es mi peso” y desgastan su vida miserablemente en esto.
San Agustín hiló fino las dos cuestiones más trascendentes del ser humano: la verdad y el amor. Ambas son hermanas que se necesitan, si una se descarrila hay problemas. Y agregó una 3ª: el amor de Dios formando un triángulo.
La realidad innegable
Pero ¿Qué es la verdad? Buscando la respuesta se hace bolas el engrudo, entonces mejor partamos de algo innegable: la realidad. Ni siquiera se te ocurre pensar que el celular o el papel que ahora sostienes, no son reales. Son como son y punto.
La realidad está sustentada en el SER de cada cosa que ves, sientes, conoces; a esta realidad se le llama Ontológica, ontos en griego significa ser, podemos decir que todas esas cosas que te rodean y las infinitas que ignoras están ahí y tienen 3 cosas en común: 1. Existen, no son innegables ni imaginados. 2. Son algo, tienen un SER, la silla es silla, y 3. Son independientes a ti, las conozcas o no.
Por lo tanto la realidad: Existe y Es infinita. Imposible abarcarla, ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismos menos a tu cónyuge. Solemos vivir en una ilusión de saber, cuando en realidad nadamos en una ignorancia inconsciente, creyendo que sabemos. De ahí tomamos decisiones y afloran los sentimientos.
¿Qué es la verdad?
Ahora bien, cuando nos contactamos con la realidad surge la cuestión de la verdad. Quien mira la realidad del otro, la suya, y para construir sus sueños, tiene que ser realista.
De esta adecuación entre la mente y la realidad surge La Verdad Lógica, se da cuando lo que conoce y descubre coincide tal como ES en la realidad sin deformarla, así tu conocimiento es verdadero. Si la deforma, la reduce o la confunde, tu conocimiento será falso.
Los 3 errores lógicos.
Por eso los errores lógicos tienen 3 causas causales: 1. Confundir lo que conoce. 2. Reducirlo y 3. No abarcar la realidad por lo complejo y cambiante.
Como puedes observar, hay una realidad independiente de nosotros, los planetas desconocidos están por ahí, su existencia no depende de nuestro conocimiento.
Existo, luego pienso
Ahora bien cuando Descartes se planteó como conocer la realidad sin el menor atisbo de duda, la planteó buscando una certeza indubitable y ¿Cuál sería esa para él? La certeza de que tiene noticia de ella en su mente; de ahí su famoso “Cogito ergo sum”, “conozco, luego, existo”. Pero no. Es al revés: existes, luego conoces.
El SER de la cosa conocida no viene ni depende de tu mente: existe en ella misma. El conocimiento en cambio empieza a existir en ti, pero distingamos: el SER de la cosa y el conocimiento NO son lo mismo. El conocimiento es una interacción entre el intelecto y algo, al conocerlo sin deformarlo conoces con certeza.
Pero la realidad, los hechos, nos gritan a cada momento: ¡Hey estoy aquí!, tú puedes ignorarme o medio conocerme pero yo sigo siendo lo que SOY. Y esto es muy relevante porque...
¿En dónde reside la realidad?
En el SER de cada cosa, no sólo en tu mente que la conoce. La silla donde estás no es una ilusión. Esto que parece tan etéreo o simplista es la causa raíz de serios errores y consiste en divorciar la realidad de la mente.
El Relativismo
Con Descartes, Kant y Hegel nace el pensamiento contemporáneo dominado por el Relativismo, olvidando lo ontológico: la realidad. Desde entonces todo empezó a centrarse en la mente como origen y razón de la verdad. Así la realidad dejó de importar y se empezó a centrar todo en la opinión y en las creencias personales.
Cada uno tiene su verdad donde lo real, es lo que yo creo, entiendo, pienso y opino. Esto genera caos sociales, morales, políticos, familiares y violencia.
¿Exageramos?
Observa las discusiones de sobremesa y las juntas de trabajo: cada loco tiene y defiende su verdad a toda costa, pero nadie se escucha. La gente suele oír para responder, no para entender al otro ni buscar la verdad.
La aceptación incondicional
Partamos de los hechos, observémoslos, aceptemos lo que nos disgusta, aceptemos a quien nos cae mal, sucede así porque lo etiquetamos, o sea, lo reducimos, confundimos y lo sometemos a nuestro juicio ¿Quiénes somos para juzgarlo y hablar de él?
La crítica busca la afirmación personal, la caridad en cambio comprende. Ponle atención al otro, mírale a los ojos, dedícale tiempo, sonríele con la mirada, regálale caricias. Hazlo sentir importante, lo es: tal como ES. No como quisieras, causa conflicto.
Empecemos por aceptar, abrazar y besar nuestra realidad personal: no hay otra. Sentirnos bendecidos por ella, tal y cómo es. Por lo pronto, en este momento soy lo que soy, independientemente de mis juicios y deseos. Y con esto tengo bastante.