El Hiperrealismo ¿Arte o Virtuosismo?

Paúl Chávez
19 febrero 2022

La escuela Hiperrealista contrastó la perplejidad que surgió en el arte moderno.

Una reacción contraria

Ante el desconcierto en el espectador que vinieron provocando las tendencias artísticas tan subjetivas y abstractas, surge alrededor de 1965 y finales de los 70’s una escuela que intentó volver a lo básico: expresar la realidad fielmente. Esa que por centurias había fascinado a los pintores hasta que el vertiginoso S. XX rompió todos los moldes y el S. XXI lo continúa haciendo insospechadamente dejando perplejo al espectador y pocas veces fascinado. La audacia ha suplido al talento en los artistas. El espectador no sabe a qué atenerse.

Surge así la tendencia llamada Hiperrealismo, un esfuerzo titánico por captar los detalles que a simple vista no solemos ver por más observadores que seamos. En efecto, los artistas y pintores hiperrealistas se basan en un virtuosismo milimétrico del detalle, buscando a fin de cuentas ser fieles a la objetividad, expresando a fin de cuentas... una “realidad radicalizada”.

¿Fotografía o pintura?

Observando una pintura así cabe preguntarnos ¿Y qué diferencia ésta obra a una buena foto? o ¿Para qué pintar tanto detalle si una buena foto ampliada lo logra? En efecto, el arte escultural o pictórico va más allá de la fotografía, ésta como buen arte merece lo suyo, incluso agregamos que el S. XX fue un siglo de fotos: la historia nos entró a través de las imágenes; las mismas que nos inundan en las pantallas, ahora la gente no lee... ve.

El arte hiperrealista va más allá de la fotografía buscando la perfección, y más aún, la perfección de lo banal con todas sus sutilezas, superando el arte Pop.

Fija la mirada donde nunca habíamos imaginado que podría obtenerse algo artístico, y esto merece un elogio si la escultura o el cuadro realmente aportan algo al infinito mundo de lo nuevo y de lo bello que espera ser revelado de nuevas maneras y por supuesto, sea descubierto con nuevos ojos.

El arte avanza a través de las formas y de la mirada tomadas de la mano. El buen arte se intuye pero también se aprende con nuevos elementos de juicio. De alguna manera lo bello encaja en la persona aunque inicialmente pueda disgustarnos o irritarnos como sucedió con la “Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky al ser estrenada rompiendo los moldes.

Los hiperrealistas no suelen dejar huellas de sus pinceladas, muchos eliminan las emociones y sentimientos expresando las cosas con su desnudez. En esto se parece a la fotografía, pero si observas todas esos cuadros de Roberto Bernardi con dulces en frascos de vidrio o envueltos en celofán, esas puertas de metal resplandecientes de Richard Estes, esa calle de Madrid de Antonio López, o ese rostro femenino empapado de Alyssa Monks, o ese sutil desnudo pintado en un ambiente etéreo con luz difuminada del español Eduardo Naranjo, o esos dibujos a lápiz, aunque ni te lo imagines, de rostros mojados de Diego Fazio, todos sorprenden. Son pintados con un enorme virtuosismo que van más allá de una buena foto.

La audacia de lo imposible

Lo que más no llama la atención del Hiperrealismo es su gran audacia para pintar lo que parecía imposible y solo reservado para la fotografía: las texturas y sus formas. Pintar un rostro mojado sin que parezca pintura o dibujo, el brillo del celofán, del vidrio de los escaparates, la estantería de una biblioteca con todos sus detalles y como la luz se refleja en el piso mostrando su textura, como lo hace magistralmente Max Ferguson, amigo nuestro.

Los maestros flamencos

No podría entenderse del todo el Hiperrealismo sin entender la Escuela Flamenca. Los pintores de la zona del Benelux en los siglos XV al XVII se adelantaron en siglos a su época. Con sus prodigiosas técnicas para captar y plasmar la luz dentro de las habitaciones, meterte en la escena siguiendo una meticulosa geometría y proporción, pintar el espacio a través de la dispersión de la luz y de los primeros y segundos planos haciéndote sentir que estás dentro; un dibujo impecable; pintar los infinitos detalles de la sala sin saturarla ni abrumarte, y no se diga de la riqueza del color, esos azules de Jan Vermeer son exquisitos, no se diga la riqueza de las texturas, ¡estaban en todo!

Destacan varios, entre ellos Jan van Eyck (1390-1441), Rogier van der Weyden (1399-1464) y Hugo van der Goes (1440-1482) y mi favorito Jan Vermeer (1632-1675).

En España Velázquez (1599-1660) y Murillo (1617-1682) con su perfección realista hicieron saltar el arte a otros niveles por sus geniales concepciones. Ahora juzga tú mismo sí es arte o mero virtuosismo.

paulchavz@gmail.com