El gran error educativo: olvidar la sensatez
Los saltos de conciencia tienen más peso en la mejora personal que acumular títulos, a la educación le urge una reforma integral seria.
El conocimiento sobrevalorado
El sistema educativo tradicional se ha equivocado por siglos al haber priorizado el conocimiento, olvidando enseñar a pensar y a forjar mejores personas. El conocimiento está sobrevalorado, además lo que aprendes pronto queda obsoleto. Exploremos aquí que nos mejora realmente.
¿Exageramos al decir que el sentido común y la amplitud de criterio no abundan? La gente se entretiene y se distrae con bobadas y no suele discernir lo que ve en las pantallas atrapada en las redes con lazos invisibles.
La desinformación, la despersonalización y la estulticia han crecido junto con los celulares. Afectivamente acercan pero la gente prefiere lo virtual sobre lo real en los grupos de amigos. Mary recibió mil felicitaciones en su cumpleaños pero solo una amiga la visitó. A los amigos se les conoce en las dificultades, a la pareja en el divorcio y a los familiares en la herencia, escribió alguien.
Colgar títulos en la pared implica estudio, disciplina y sacrificios sin duda pero no garantizan ser una buena persona, vimos en la pandemia como la avaricia prevaleció sin piedad.
¿Qué mejora a la persona?
¿Acaso lo hace la perfección de su intelecto y acumular conocimientos? No necesariamente. Los estudios mejoran el intelecto pero curiosamente no garantizan ser más inteligentes, y aunque la conducta refleja los pensamientos, pensar bien no garantiza actuar bien. Los pensamientos modifican el intelecto, los actos modifican a la persona entera y la moral la hace mejor. No incluir los valores ha sido otro grave error y pagamos las consecuencias.
Además observamos que los saltos de conducta suelen darse más con los saltos de conciencia. Estos nos regalan un nivel superior de realismo, pero aclaramos que el estudio tampoco garantiza ser más realista. Tomar conciencia viviendo el presente, la claridad de ideas, una penetrante observación, el hábito de reflexionar y estar muy atentos, nos acerca a la sabiduría, distinta al conocimiento académico. Imposible hacerlo pegado al celular. Hay gente sin estudios muy inteligente gracias a éstos hábitos.
Entonces, la vía para mejorar la inteligencia es el conocimiento reflexivo y la vía para cambiar de actitudes y las creencias son los saltos de conciencia; éstos no dependen tanto del esfuerzo como el estudio, aparecen de pronto como la creatividad, como esos destellos que iluminan todo en la noche.
Estar distraídos
Meditar en silencio y ese diálogo abierto y sincero que suelta la pregunta sagaz en el momento oportuno que obliga al otro a descubrir o a enfrentar lo que no quiere ver resulta formidable, los amigos y las terapias ayudan mucho.
Hay un hábito muy arraigado y frecuente que fastidia la inteligencia: estar distraídos. La distracción vuelve a la gente tonta. Basta un instante de distracción para un accidente fatal. Es una forma sutil y tenaz de evadirse, de no enfrentar una realidad que disgusta, que no se desea o que ha olvidado temporalmente el sentido de la vida y el poder que tiene de cambiar. Los celulares parecen calmar la ansiedad pero no realmente.
Los terremotos emocionales
Una vez que te das cuenta de lo que no te dabas cuenta expandes tu nivel de realismo, de la misma manera en que vas descubriendo paisajes inéditos al subir la montaña. Los descubrimientos que más conmueven son los que más nos mueven.
Los cambios de actitudes de fondo sacuden la percepción y las creencias, y estas al moverse dependiendo de su profundidad y añejamiento, pueden generar terremotos emocionales pues los sentimientos y emociones mueven la conducta, “el pensamiento por sí mismo nada mueve, sino el pensamiento dirigido a un fin práctico” le escribía Aristóteles a su hijo Nicómaco, ayudado por las emociones.
Los fines que mueven a la conducta buscan beneficios, el mayor de todos ellos es la felicidad, el problema es pervertir y sustituir la felicidad buscando lo que satisface y lo que trae vacío e infelicidad: el mal moral. Cuando se acostumbra la persona se pervierte justificándose, pues la razón no siempre cede del todo ante lo aparente y falso, y mucho menos la conciencia que reprende. A la conciencia se le asocia también con lo moral.
La sensatez
Una vez que aprendes bien algo tu intelecto se expande, el realismo manifiesta la expansión de la conciencia y practicar el bien moral expande tu voluntad y te libera porque cuesta esfuerzo corregir el desorden interno. Hay sensatez en el realismo como en la bondad moral pues es difícil ser felices en el mal y trae desdichas.
La sensatez es una forma de sabiduría aplicada en lo ordinario e independiente de la edad. Pero mejor que ella hay una sabiduría muy olvidada: la sabiduría del corazón. Ella incluye a los demás deseándoles el bien como a uno mismo.