El concilio de Éfeso

Presbítero Amador Campos Serrano
06 agosto 2024

Omnipotente e inmortal, la divina naturaleza se encarna en una humanidad limitada y mortal, ¿Es esto posible en la realidad?

El misterio de la encarnación supera los alcances y las explicaciones de la humana lógica, que se afana buscando comprender y explicar, partiendo con las herramientas de sus elucubraciones, para chocar con una mental barrera difícil de franquear.

Unir en una sola esencia la limitación y la omnipotencia, la mortalidad y la inmortalidad constituye un misterio revelado al hombre en el Verbo Divino, quien es Dios y hombre verdadero.

La búsqueda de una explicación llevó al ser humano a la elaboración de teorías explicativas y afirmaciones que penetran en el ámbito de la fantasía, en un esfuerzo de alcanzar lo inalcanzable; penetrar en el misterio del mismo Dios.

En el año 431 de nuestra era Nestorio, un monje de notoria elocuencia, intentaba una explicación a lo que, en esos tiempos era un tema muy vigente y relacionándolo con la maternidad de María acuñó una teoría afirmando que ella era una Khristotokos, lo cual consistía en que había dado a luz tan solo a una humanidad, en la cual descendió a habitar la divinidad, María era madre solo de la humanidad, no de la divinidad.

Esta explicación era contraria al concepto vigente, expresado en el término griego de Theotokos, según el cual María, en Jesús, es madre de un Dios y hombre verdadero.

Nestorio acudió al emperador Teodosio II, solicitando la realización de un concilio, el cual, a fin de evitar conflictos, se le sugirió al Papa Celestino I y éste lo convocó en la ciudad de Éfeso. Como no podía el Papa asistir, nombró como delegado suyo a san Cirilo de Alejandría para presidirlo.

No asistió Nestorio a la primera sesión, donde fue debatida esta doctrina, definiendo que Jesús era una sola persona en sus dos naturalezas inseparables: la divina y la humana.

Nestorio reaccionó, convocando a una asamblea, condenando a Cirilo de Alejandría, acusándolo de seguidor de las enseñanzas del arrianismo, el cual afirmaba que Cristo no era igual al Padre, sino un subalterno, es decir, no procede del Padre, por tanto, no es eterno como Él.

Finalmente fue condenado como hereje y fue excomulgado, deponiéndolo como patriarca de Constantinopla.

Al quedar definidas la unidad indivisible de divinidad y la humanidad de Jesús quedó afirmada la maternidad de María, madre de Dios y hombre verdadero.