De una dictablanda o a un posible golpe de estado
Hay una realidad que no hemos entendido ni asimilado del todo: el sistema político mexicano ya es obsoleto y amenaza con peores desenlaces.
La gran paradoja
No nos extrañaría que pudiese suceder un golpe de estado por la intensidad creciente de las crisis de gobernabilidad recurrentes o éste ya empezó a darse de una manera inesperada y silenciosa sin advertirlo.
Lo paradójico de la obsolescencia del sistema es que los mismos políticos se lo encaran a sus “adversarios” de bancada en las reuniones parlamentarias, donde no se parlamenta sino que se acusan, se deshonran, no se escuchan y el partido dominante obedece en bloque decisiones alejadas y perjudiciales para la nación buscando su beneficio particular “sin modificar una coma” lo que les dicta el ejecutivo en turno.
No basta la sensatez ni la madurez de muchos legisladores que buscan el bien común a quienes aplaudimos pero son ahogados por la bancada contraria. Es decir, los peces no ven la pecera donde nadan y esperan soluciones imposibles en un sistema desgastado.
Tampoco creemos que con solo dominar el congreso en las próximas elecciones, algo primordial, será suficiente; persistirán los sabotajes como lo hemos visto en 50 años. Varias cosas urgen resolverse de fondo.
Entre ellas: ejercer el poder ciudadano, disminuir el omnímodo poder presidencial, restaurar el equilibrio de poderes, aplicar el estado de derecho, reducirle el poder y el presupuesto al ejército, negociar el presupuesto para que no dependa de uno solo, transparencia en el gasto, castigo a los corruptos empezando desde arriba, elecciones creíbles, reducirle el poder al narco, mejorar la economía, entre otras.
Vicios recurrentes
En el comportamiento reciente observado en las discusiones de las cámaras de senadores y de diputados se repiten vicios arraigados desde hace 50 años.
Este mismo proceder facilitó el endeudamiento recurrente, provocó inflaciones y crisis sexenales, aplaudió la estatización de la banca, la pésima dirección de Pemex, gastar mucho para comprar votos sin atender prioridades, aliarse con los narcos, empoderar al ejército y más cosas.
La parte medular de este sistema obsoleto es el presidencialismo, ahora agudizado. Justo su gran debilidad es depender de la capacidad o incompetencia del que preside en turno.
En efecto, el país progresó llegando a un crecimiento del 6% anual del PIB sostenido por 15 años por tener presidentes y políticos muy capaces.
En los 60’s López Mateos le dijo al gran ministro de Hacienda Ortiz Mena, “dedíquese Ud. a la economía y yo me dedicaré a lo mío, a hacer política”. Esa línea se rompió con Echevarría “no olviden que la economía se maneja en Los Pinos”. Desde entonces la política empezó a crear una mezcla explosiva: combinar la insensatez con el poder omnímodo y con la vanidad arrogante.
La contaminación ideológica
Negociar por dinero y por cotas de poder había sido por décadas más fácil que negociar ahora con contrincantes resentidos y divididos ideológicamente que hacen saber que están cobrando su revancha, la nación lo está pagando muy caro.
En este sistema ahora los menos capaces son llamados a puestos claves por su lealtad incondicional. Inconcebible e irresponsable estilo de gobernar aunado a la polarización del presupuesto en las manos de un solo hombre creando vacíos de poder y de ingobernabilidad.
Justo la antorcha que puede encender la estopa si el diablo sopla. Y esto puede suceder.
Acapulco en la azotea
El Huracán, pero no el Ramírez, está evidenciando el desgobierno entre “los rudos con los técnicos” en el puerto, donde puede desatarse una violencia incontenible por la desesperación de conseguir lo más urgente, por centralizar la ayuda humanitaria perversamente disfrazada para ganar votos y por la eliminación del fondo de desastres insuficientes por la magnitud y la ausencia del gobierno local y del presidente.
El narcotráfico circula en gran parte del país donde hay un auténtico terrorismo con continuas matanzas.
El vacío ciudadano
El pillaje de Acapulco pone un espejo al país. No votar, vender el voto y quienes creen que no tenemos remedio, facilitan y alientan con su indiferencia la corrupción política y del gobierno, en cambio el voto libre, responsable, vigilarlos, las protestas masivas, las denuncias, lo reducen.
Otros con menos escrúpulos tranzan los que los ciudadanos omiten y deberían impedir. La culpa no es del indio sino del que lo hace compadre vendiendo sus votos o no votando.
Los vacíos de poder
Los vacíos de gobierno son un caldo de cultivo peligroso, aunado a someter legalmente con mañas y mentiras el poder judicial reduciéndole su presupuesto, el único poder que les estorba.
Llega un momento en que las protestas multitudinarias, ni los mandatos legales resultan suficientes para impedirlo, como el paro del STJ.
Un golpe de estado “puede ocurrir cuando el partido que controla el poder ejecutivo anula el parlamento por la fuerza, o vulnera la institucionalidad de los poderes formales del estado. En ocasiones, esto puede denominarse autogolpe, o sea un golpe que el estado se da a sí mismo”. (Ed. Etecé, B.A, Argentina.)
Y esto puede suceder si no actuamos ya.