Comparte recuerdos y experiencias de vida
El notario público presentó sus libros ‘Recuerdos’ y ‘Vivir’, que conforman una trilogía con el anterior, ‘Sentimientos’
Sus experiencias de vida desde que era niño, luego como estudiante, maestro, como rector y político, las plasmó Rubén Elías Gil Leyva en una serie de artículos que reunió en los libros Recuerdos y Vivir, que presentó en el teatro del Modular Inés Arredondo.
Ante amigos, familiares y público en general, el notario público señaló que Recuerdos está impreso desde hace dos años, pero por la pandemia no había podido presentarlo.
“Estos libros junto con Sentimientos es lo que he denominado Trilogía Gil Leyva. Los tres contienen 62 artículos que son en realidad breves crónicas en las que narro y explico sucesos de carácter personal”, señaló.
Gil Leyva compartió un extracto de la ópera Nabucco, con el coro de los esclavos hebreos, en cuyas imágenes se nota la expresión de dolor y sufrimiento y pidió a los asistentes poner atención a porque los rostros conmueven y transmiten pesar,
“La presentó porque la ópera como expresión cultural está ligada a la literatura, pintura y escultura, todas ellas expresiones de arte que cuando son percibidas por los sentidos, provocan una sensación de placer inexplicable. El arte atrae, se siente, se disfruta”.
Asistir a este tipo eventos, aseguró, es para convivir, llevarse a casa un texto, una palabra o frase que les haga sentir que somos una generación de sinaloenses que han vivido con decoro.
“Pero también nos interesa que nos hemos comportado en toda nuestra vida como personas de buenas intenciones, cuando enseñamos un acta de que nacimos en Sinaloa nos invade una sensación de que somos personas rectas y educadas,
no puede el nombre de un estado identificar la costumbre de los hombres, lo que nos identifica es lo que hiciste, haces y dejaste de hacer”.
Luego habló de algunos de los artículos publicados, como uno dedicado a su hermano Francisco Javier, en el que quiso recordarlo como el hombre bueno que le brindó su cariño y como ser humano que lo protegió de adolescente y como tutor para ayudarlo a estudiar su posgrado en la UNAM.
Además, recordó su vida como estudiante fuera de casa, en un artículo que tituló así y en el que cuenta que siendo muy joven se fue a estudiar a la UNAM, y que mientras estudiaba y presentaba solicitudes de trabajo y comía en una fonda en que la comida costaba 16 pesos, pero un día en que llegó con hambre acompañado de su hermano, les dijeron que no les podían servir porque ya debían 180 pesos.
“Tenía el corazón oprimido, en ese momento hubiera querido que alguien nos abrazara y que con una voz suave, amorosa, nos dijese al oído que la vida nos hace enfrentar duras pruebas, no para lastimarnos, sino para hacer más fuerte nuestro corazón y más noble nuestra alma... pero eso era imposible, estábamos solos”.
Además habló de lo que escribió sobre el fallecimiento de su madre Josefina, a quien siempre recordaría porque viviría en él, en lo que piensa y dice, pues la huella que dejó en él no deja hora ni lugar en que no esté presente.
Al final compartió sobre lo que escribió cuando dejó la rectoría de la entonces Universidad de Occidente y cómo fue su regreso a Culiacán, en un día nublado y helado, uno sobre su paso por la política y un artículo más sobre los jóvenes, con la idea de que ellos entiendan que lo que no hagan por sí mismos, nadie lo hará.