¿Cómo manejamos la realidad?
La verdad está allí afuera y dentro de nosotros esperando descubrirla para liberarnos
Nuestra relación con la verdad es clave para ser felices, para trabajar y convivir bien, pero captarla con objetividad y amplitud no es tan sencillo, tampoco decirla y más aún reconocerla.
Captar los códigos personales.
Al escribir esto, una reciente entrevista al embajador de EEUU en México ante preguntas incisivas e insistentes sobre cómo ve él y los EEUU al presidente local nos hizo reflexionar que la verdad está en el aire: en los detalles, en la forma de responder, no ver solo el discurso lógico de lo que se afirma y se niega, en descifrar los silencios y sobre todo ver el lenguaje corporal que nunca miente, otros vieron cosas que no vimos. El diplomático transmitió su mensaje sin poner mal a nadie pero manifestó sus verdades.
La clave es captar y entender los códigos del otro como el buen bateador lo hace del pitcher.
¿De veras somos objetivos?
Normalmente todos creemos ser objetivos, tanto que lo que decimos y pensamos solemos darlo por cierto sin cuestionarlo. Suele pontificarse desde la gran silla, la que Zapata dijo que “estaba embrujada” y no la quiso. Sucede también con los dueños y doctorados, el poder y muchos conocimientos marean.
Creer tener la razón sin tenerla da pie a ser manipulado. Los sesgos son esas ventanas que no vemos pero al descubrirlas amplían el paisaje. El poeta “El Nigromante” fue despreciado por feo, antes de irse le dijo a su joven amada “me ves desde el taburete donde te he puesto”.
Tenemos poca conciencia de nuestra subjetividad, la objetividad nos ahorra muchos problemas y sufrimiento pero tampoco los evita, mucho dolor viene de los malentendidos, suposiciones, quimeras, también de las certezas.
Así como gozamos la presencia del amigo antes de que llegue, gozamos también las ilusiones que nos forjamos. Las decepciones son verdades no esperadas o no queridas en las que hemos puesto el corazón de antemano. Esas contradicciones duelen. El corazón insiste en lo que quiere, aunque la cabeza diga lo contrario.
Cuesta mucho no entender el vacío del amado, porque cuando se ama de verdad se ama para siempre. El verbo no estar estropea los sentimientos, nos tranquiliza la fe que está bien de otra forma. La nada es indigesta.
Los mapaches suelen lavar las cosas, cuando el hielo que les daban desaparecía al lavarlo daban vueltas como locos buscándolo: no entienden el no existir, el no SER. La verdad está en el SER de cada cosa. Es independiente a nosotros, el reto es conocerla tal como es sin deformarla con nuestros deseos, apetencias y subjetividad.
Asimismo no podemos vivir solo de ilusiones pero tampoco con mucho realismo, hay que ver como solemos engañarnos y distraernos para apaciguar los alfilerazos cotidianos.
Nuestra relación con la realidad importa mucho. Conviene cuestionarnos ante nosotros mismos y en nuestras relaciones de qué dependemos más ¿de la verdad o de los sentimientos? Somos seres emocionales que pensamos. La felicidad se fragua en los sentimientos y la verdad en el entendimiento.
El sentimentalismo
El sentimentalismo y los sentimientos difieren. Pero lo que pienso afecta las emociones y lo que siento afecta los pensamientos. Incluso el cuerpo reacciona automáticamente ante los pensamientos irreales, imagínate ahora chupando un limón y obsérvate.
Dejarse llevar por los sentimientos es una opción, hay otras, Jane Austin lo abordó en su novela “Juicio y Sentimiento” unas deciden dejarse llevar por ellos y otra escogió ser sensata. A pesar del temperamento descubrir que uno puede elegir da libertad.
En el fondo decidimos que tanto podemos engañarnos. Quizás llega un momento en que de tanto mentirse se puede romper la frontera y quedarse al otro lado. Alguien me dijo que hay gente que decide ser loca ¿Será cuestión de la razón o de no poder dejar de sufrir por más que lo intentan?
¿Cuándo duele más el dolor? Al resistirnos a esa realidad. Por más cruel que sea algo cuando se afronta y se acepta duele menos. La aceptación y la razón suavizan el corazón.
¿Qué es más difícil el dolor o la realidad?
Supongo que la respuesta está en las razones que encontremos. A fin de cuentas la verdad cuenta, pero los sentimientos y emociones impiden a veces razonar con claridad hasta que se desfogan como torrentes que necesitan encausarse. Incluso dormir bien, ayudar a amigos o salir al campo cambian la actitud.
Creemos que la racionalidad que se olvida de las emociones no es tan racional. En “Viaje a las Estrellas” sorprendieron a Spok, el de las orejas puntiagudas, por qué se había casado con una terrícola, era marciano y no tenía sentimientos... se quedó pensando un momento y respondió pausado “era lo más conveniente”.
¿Conviene salirnos de la realidad? Conviene más sacar las telarañas de adentro.