Canta el Coro de Ópera del Isic, el ‘Réquiem’ de Mozart, en la iglesia del Padre Cuco

Noroeste/Redacción
12 noviembre 2021

La agrupación sinaloense ofrece una emotiva interpretación en memoria de quienes han fallecido en esta pandemia

En honor de las personas que han fallecido a causa de la pandemia, y en especial de su compañero Lamberto Güicho, el Coro de la Ópera de Sinaloa del Instituto Sinaloense de Cultura ofreció una brillante y emotiva interpretación del “Réquiem”, de Wolfgang Amadeus Mozart, en la Parroquia del Espíritu Santo, bajo la dirección del barítono Marco Antonio Rodríguez.

El programa contó con la participación, como solistas, de la soprano Laura Leyva, la mezzosoprano Miroslava Aguilar, el tenor Ángel Galindo y en el bajo, el mismo maestro Marco Antonio Rodríguez, acompañados al piano por la maestra Zlatina Valkova.

En un acto en el que se siguieron las medidas de sanidad protocolarias, el Coro interpretó los 14 pasajes agrupados en siete partes, que integran una composición para una misa de réquiem, y abrió con el “Réquiem aeternam” (Descanso eterno...), para continuar con “Kyrie eleison” (Señor, ten piedad), “Dies irae” (Día de ira...), y “Tuba mirum” (La trompeta..., en la grave voz del bajo).

Siguió con “Rex tremendae majestatis” (Rey de tremenda majestad), “Recordare, Iesu pie” (Acuérdate...,) a cargo de los cuatro solistas, y “Confutatis maledictis” (Rechazados los malditos...) para cerrar la tercera parte con la muy conocida “Lacrimosa dies illa” (Día de lágrimas aquél...).

Luego, “Domine Iesu Christe” (Señor Jesús...), “Hostias et preces” (Súplicas y alabanzas...), “Sanctus, sanctus” (Santo, santo...), “Benedictus qui venit” (Bendito el que viene...), “Agnus Dei” (Cordero de Dios...) y “Luz aeternam” (Luz eterna..., para la soprano y coro).

La misa de Réquiem es un género muy cultivado por muchos compositores, y se basa en los textos en latín para el acto litúrgico católico celebrado tras el fallecimiento de una persona.

Es leyenda que Mozart compuso esta magna obra para sí mismo en 1791, y por encargo de un misterioso mensajero de la muerte, ya que falleció pocos días después, sin terminarla.

Aunque la realidad es menos poética, ello no resta un ápice a la potencia expresiva ni a la belleza de la partitura, que se cuenta entre lo mejor de la música universal, y que el público disfrutó en grande, como lo demostraron los intensos aplausos al final, como un mensaje de esperanza en estos días difíciles.