Cada despertar es un Año Nuevo

Paúl Chávez
31 diciembre 2022

Dedicado cordialmente a mis amigos que me han ayudado tanto.

Cada vez que despertamos surge un año nuevo.

Júbilo sempiterno.

Siempre el año nuevo es motivo de júbilo, de celebración, es la mecha que renueva la esperanza, ella es el resorte que nos impulsa y mueve, es el sustento de toda motivación aderezada por los motivos y las razones de por qué emprendemos algo.

En la esperanza se conjuga el ánimo, los deseos, las razones y los motivos sustentados en la fe y debajo de ello está algo que pocas veces le ponemos atención, solo cuando estamos en peligro de perderlo... el existir.

El año nuevo tiene un doble júbilo: existir y las promesas que implica la vida misma.

El encanto de despertar.

De hecho amanecer es en realidad un motivo de júbilo, me decía Don Fernando Linares que él lo agradecía mucho porque su hermano se acostó y no despertó y eso le impactó toda su vida.

Ahora imaginemos que cada despertar es un año nuevo ¿exagero? Para nada, de hecho lo es, al abrir los ojos se despliega una promesa, una certeza y una serie de posibilidades. El año nuevo es la suma cíclica de despertares.

Con él hacemos planes, nos ilusionamos, los comentamos, los damos por hechos, pero la experiencia nos ha enseñado que al poco tiempo algunos empiezan a esfumarse.

¿Qué pasa?

Que los ánimos se han enredado con los vaivenes de cada día, con las dificultades, los compromisos, las actividades envuelven la mente como una telaraña atrapando las ilusiones y olvidando la festividad de existir.

En realidad el año nuevo no se acaba en el calendario: se acaba en la mente, se acaba con las preocupaciones. La mente es asincrónica, nos saca del momento y nos sumerge en un tiempo virtual ya sea el pasado o el futuro, dependiendo qué pensamientos predominen.

La ansiedad, el temor de no realizar, la urgencia, del rechazo, de suponer, las amenazas, muestra que la mente se sumerge en el futuro, alimentada por una emoción muy poderosa y frecuente...

El miedo

Este revela falta de fe, de esperanza, la creencia subyacente de no ser suficientes, de que el peligro, siempre imaginado y aderezado, vendrá y nos superará. El miedo empequeñece.

Nos decía un teniente que cada vez que va a cumplir una misión se enfrenta al hecho de que esa puede ser la última, lo acepta profundamente, respira hondo y después se sube al avión; decía que en el momento del peligro si su mente no está despejada no puede responder con la rapidez y precisión requerida porque la resistencia del miedo a morir se lo impediría y fallaría.

La dependencia

Si hay algo paralizante es depender de algo y sustentar la esperanza en ello. Condicionar no es lo mismo que creer. Condicionar que se dé lo que esperamos y urge, una visita, algo, la mente se cierra a eso, tiene miedo que no suceda. No aceptar la incertidumbre o “manipularla” produce ansiedad, ella refleja miedo.

En cambio creer es sentir que sucederán cosas buenas sin condicionarlas a nuestros deseos absolutos, creer que lo que venga será mejor aunque no sea de la forma esperada, la fe se ajusta a lo que acontece pero espera confiadamente. La fe realmente elimina el miedo.

No es que falle la esperanza, la debilita el acondicionamiento mental y creerlo así, Viktor Frankl en “El hombre en busca del sentido” nos relata que unos prisioneros morían en ciertas fechas, las que ellos imaginaban con certeza de que iban a ser liberados o en sus cumpleaños. Decía que “el pensamiento es el padre de un suceso, el miedo es la madre del suceso”.

Ver posibilidades

Ver las oportunidades facilita el pensamiento positivo, la pobreza consiste en aumentar los problemas y la riqueza en aumentar las soluciones. Uno escoge. Si erradicamos el mal hábito de ver lo que falta por descubrir las oportunidades, la carencia será suplida por la abundancia.

Las oportunidades aparecen cuando hay claridad de metas y realmente se quiere lo que se desea... ¡están en todos lados!

Agradecer, agradecer

La mente negativa acaba con los años nuevos, con los sueños, no el calendario. La mente es plástica y se moldea, el hábito de agradecer la vuelve positiva. Agradecer por despertar, por un montón de cosas pequeñas, un vaso de agua, ¡el jefe!, agradecer reduce el sufrimiento.

Un alumno de una maestría se puso como reto personal no maldecir el tráfico, en el “examen” final frente a sus compañeros comentó que había aprendido a disfrutar los anuncios, las nubes, los árboles, las cosas que no daba atención. Otro que tenía pavor a la oscuridad se encerró 10 minutos en la cajuela de su auto con testigos filmándolo por dentro y fuera, al levantar la cajuela salió otro hombre mejor, estaba feliz.

Gracias por leernos y compartirlo, un fuerte y sincero abrazo de tu amigo.