Laura y ‘Oso’ resguardan a diario la presa El Pochote de Escuinapa
A diario, Laura se traslada 13 kilómetros para llegar a la presa El Pochote para cuidar sus instalaciones y recibir a los visitantes, junto a su perrito ‘Oso’
LA CAMPANA, Escuinapa._ Tener un trabajo entre el campo y la sierra, lejos de la zona poblada no lo asume con temor, sino como una forma de tener una vida digna para ella y sus hijos, señala Laura Ibarra Zamora.
Ella es de las pocas personas que trabaja como guardia en una de las presas del Estado, algo que no imaginó que haría algún día, pues estaba dedicada al hogar, a sus hijos.
“Cuando mi hermano se fue a Nayarit, hablé con los patrones de Culiacán y me dijeron que, si nadie decía que quería, entraría yo y aquí estoy bendito sea Dios”, expresa.
Laura recibe con gusto a quienes llegan a la presa a dar apoyos, los saluda y está atenta a lo que se haga, no se debe atentar contra nada del lugar, su trabajo es cuidar la integridad del lugar.
No lo hace sola, desde hace 5 meses ‘Oso’ la acompaña, es un perro que le regalaron y se fue con ella a la presa, pero a diferencia de que ella regresa a casa todos los días, ‘Oso’ se queda, pendiente y en apoyo al guardia que trabaja de noche.
Donde Laura se mueve, ‘Oso’, un perro criollo, va con ella, atento a las necesidades que se tengan, olfateando a la gente, pendiente también de cuidar a todos.
“Él me cuida a mí, pero también se queda cuidando todo, aquí lo tengo desde que me lo regalaron, come con mis hijos y conmigo”, explica.
Laura, acompañada por ‘Oso’, relata como estar laborando le ha cambiado la vida, después de estar dedicada por años solo al trabajo en el hogar, a cargo de sus hijos.
Tener el trabajo le ha permitido, no solo contar con dinero en su bolsa, sino en apoyar a sus hijos en lo que estudien, ellos están en preparatoria, secundaria y primaria.
De su trabajo le gusta, también, que puede compartir tiempo con sus hijos, aunque sean horas las que está fuera de casa, de lunes a viernes, su hijo mayor que también la lleva a la presa, le lleva a sus otros hijos para comer juntos, teniendo como escenario el embalse de agua de la presa.
“Me encargo de vigilar que no rayen la casa (de la presa) que no se lleven nada, hasta ahorita todo tranquilo...estoy más a gusto aquí que en mi casa”, expresa.
Son 13 kilómetros la que la separan del pueblo y aunque cuando se termina su jornada laboral la oscuridad ya se aprecia en el lugar, su hijo mayor la apoya llevándola a casa en una motocicleta.