Don Tomás, el guardián del tiempo en Escuinapa
La vida laboral de este trabajador jubilado comenzó con un joyero y de ahí su afición por los relojes, pero el tiempo y el destino lo llevó a ser el único en atender el centenario reloj alemán del Ayuntamiento de Escuinapa
ESCUINAPA._ Una ciudad en expansión, una plazuela que ha cambiado de color, menos vegetación y una vida que transcurre entre los años y él se mantiene ahí, erguido, fuerte, solo sin las carátulas de cristal que lo acompañaron en su versión original.
Es el mismo reloj de antiguo, que marca año tras año desde 1925, de manufactura alemana, cuidado con esmero por el guardián que pese a los años se niega a dejarlo, su nombre es Tomás Sánchez Osuna.
Ya no es el hombre que subía de prisa a revisar cada pieza de esa maquinaria que suena cada segundo, que debe tener el péndulo en las mejores condiciones y que entre fierros de bronce ha ido cambiando su cabellera oscura por un color plata.
Don Tomas lo conoce perfecto ese reloj, aunque se ha jubilado, no puede dejar de pasar y ver a Palacio Municipal.
Si observa que se ha parado, no lo piensa, sube a verlo, nadie lo conoce mejor.
“Este reloj es de Alemania, tiene muchos años, las carátulas se quebraron, se tuvieron que poner otras de plástico y aluminio son más aguantables, dicen que en La Revolución pasaron los alzados y El Gitano paso por aquí y le disparó al reloj, sólo se agrietó el cristal”, explica Don Tomas.
El tiempo no lo siente, mientras explica los detalles de ese viejo reloj, que lo ha apasionado pues, aunque a los 18 años empezó a trabajar en una joyería viendo diversos relojes, este es especial, marca la historia de su municipio, en donde ha estado 97 años.
“Me encanta esto de ser relojero, me enseñé con Óscar Murúa ‘El Diamante”, cuando me dijo que viniera a verlo, le dije que no le entendía, pero me fui familiarizando, lo lavo, lo aceito, cuando una pieza está quebrada le busco compostura”, dice.
Ese reloj ha visto pasar casi un centenario de años, hay engranes barridos que se han tenido que reparar, ha dejado de sonar por meses como lo hace cada cuarto de hora, pero con júbilo ha visto cómo vuelve a sonar cuando lo arregla.
Nadie podría entender quizá esa pasión, que lo hace arriesgarse, mientras sube una escalera para llegar a esa torre y con paciencia va poniendo aceite en cada engrane, como buscando que no muera, pues su valor histórico es tan grandioso como la historia que ha pasado cada año desde esa torre de Palacio Municipal.
Las hojas del calendario ceden y Don Tomás vive buscando que no se pare ese reloj, que el minutero siga caminando, marcando el tiempo y la historia.
“Cuando vengo a Presidencia, subo a ponerlo a la hora, porque me gusta... lo que le pasa cuando se descompone es normal, son los años, se gastan los zapatos, los huaraches, la ropa, todo, imagínese trayendo una pieza de 20 kilos cargando”, dice mientras muestra el péndulo.
Don Tomás ha sido el guardián de ese reloj que más de un año ha estado cerca de esa antigüedad y la muestra está en esas leyendas sobre la pared o el bronce, con cada relojero que ha tenido que arreglar alguna pieza del viejo reloj, donado presuntamente por Álvaro Obregón.
Es el reloj que no envejece, aunque sus cuidadores, han emigrado, han fallecido o han envejecido, ha sido el que, a través del tiempo, guarda la historia de una pequeña ciudad.