Conecta familia con don Mucio al trabajar en huerto de ciruelas
Los árboles de ciruela de más de 100 años de antigüedad se mantienen firmes y cada mayo se convierten en el espacio de conexión con la tradición familiar y el sustento de temporada
ESCUINAPA._ No hay un antecedente claro de la razón por la que don Mucio Navarro Fausto, quien se dedicaba a las salinas y a la pesca, decidiera sembrar un huerto de ciruelas en casa, pero esta herencia ha dado a sus generaciones posteriores un sustento familiar de temporada.
Los árboles de más de 100 años de antigüedad se mantienen firmes, aunque la propiedad ha ido rebajando sus tierras porque a cada uno de sus descendientes le ha tocado un pedazo de tierra, junto con uno o dos árboles de ciruelo que se han quedado en casa.
Es ahora doña Elsi, apoyada por su hermano Dagoberto Navarro Jaramillo, y el esposo de ella Alfredo Figueroa, quienes conservan la herencia de la cosecha, de levantarse a las 5 de la mañana y entregar el dulce sabor de la fruta en la que don Mucio se hizo eterno.
“No se porque mi abuelo pensó en sembrar ciruelas, cuando nací solo recuerdo que eran árboles por el patio, verlos cortar la fruta con canastos y venderlos aquí en el pueblo, eran árboles todo el terreno”, explica Doña Elsi.
En el lugar es familia la que habita, es quienes veían como la fruta se cocina para secarse, empacarse y luego venderse para llevarse a diversos lugares, con la familia o conocidos de fuera del municipio.
En su caso, ella solo le adaptó el hacer las llamadas ‘ciruelas negras’ con miel para venderse también, estas terminan en Tijuana, los Ángeles, en la Ciudad de México, donde están aquellos que por años se hicieron clientes, que su familia primero compraban a su abuelo, a su papá y ahora a ellos.
En casa, la temporada empieza desde inicios de mayo; es parar sus actividades; ella, la costura; su esposo, la pesca, y su hermano, las labores del campo, se dedican exclusivamente al corte de ciruela.
“Nos levantamos a las 5:30 de la mañana a cortar, porque el sol es fuerte, después de las 8:00 no podemos seguir, nosotros solo nos dedicamos a esto, la temporada dura cuando mucho un mes, es rápida, se acaba, si hay lluvia o nublados es peor, porque la maduración se da en menos tiempo”, explica.
Es un trabajo que les enorgullece, que los conecta con la raíz de su bisabuelo, abuelo o papá, que han aprendido a amar sus hijos y nietos, que disfrutan de estar en el ciruelar, entre esos árboles que parecen secos la mayor parte del año, pero que les han dado la vida.
Doña Elsi indica que eran más de 100 árboles los que se tenían en la casa familiar, hoy quedan alrededor de 40, no fueron vencidos por el tiempo sino por el Huracán Willa en 2018, pero los que están siguen produciendo y dejando en ellos la oportunidad de gozar cada mayo, el sabor de un fruto que es su mayor herencia.