Barcinas, la preservación de una ancestral artesanía del sur de Sinaloa

Carolina Tiznado
10 julio 2022

De acuerdo con historiadores, es una herencia de los nativos tepehuanes, etnia que se desarrolló en los límites de Sinaloa, Durango y Nayarit; ellos secaban el camarón, lo resguardaban para preservarlo y comerlo en tiempos de escasez

ESCUINAPA._ Hablar de Escuinapa es hablar también de su riqueza cultural y gastronómica, que se entrelaza en el tiempo y que persiste en artesanías que conservan la esencia de este pueblo del sur de Sinaloa.

Este municipio, fértil en pesca y agricultura, inmortalizó una tradición al preservar uno de los productos que más lo identifican: el camarón.

Para que el camarón no se echara a perder, se requería de un embalaje especial, así fue como nació la barcina, un objeto redondo que resguarda el camarón seco, forrado en hojas y “sellado” con mecates de colores.

De acuerdo con historiadores, es una herencia de los nativos tepehuanes, etnia que se desarrolló en los límites de Sinaloa, Durango y Nayarit.

Ellos secaban el camarón, lo resguardaban para preservarlo y comerlo en tiempos de escasez.

Pero con el paso del tiempo, se convirtió en un producto a obsequiar en otros lugares.

Entonces fue como la barcina evolucionó en forma de pelota, formada por palma de llano o cojoyo, mecate de henequén y dentro una bolsa de manta con camarones secos.

La barcina tradicional era del color natural de la palma, pero al paso del tiempo adquirió colores, para hacerla más llamativa y un objeto de culto.

Álvaro Maldonado Ramos decidió continuar el legado de su abuelo, Mauricio Maldonado, de quien aprendió la elaboración de barcinas.

Para él, se trata de una tradición que no debe morir, porque es parte de la esencia de Escuinapa.

“Tengo 42 años, más o menos, que ante la necesidad de que no había quién hiciera unas barcinas para llevarlas a una expo turística, donde irían gobernadores, se necesitaban 80 barcinas y no había quién las hiciera, me animé y aquí sigo con esto”, expresa.

Aunque parece fácil elaborar la barcina, no es así, señala.

Primero se tiene que tener el camarón seco al 90 por ciento, sacarlo al sol y meterlo de nuevo, esperar que enfríe para empacarlo.

Si no se sigue el procedimiento, el camarón puede “sudar” y no guardarse con la calidad que se requiere, se mete en la bolsa de manta, el camarón no debe tener cabeza.

“Uno tiene que ir acomodando todo mientras va tejiendo, porque no es fácil que quede con esa forma redonda, cilíndrica, es lo más difícil dar ese remate, las primeras barcinas me quedaban como si fueran maletas, largas, porque la manta se va estirando, así que uno tiene que ir apretando, pero sin que sea demasiado”, explica.

El tejido tiene que ser a conciencia, porque al irse armando, no hay vuelta atrás, adquiere tal fuerza el mecate hilado con aguja, que ni siquiera se afloja, señala.

“El camarón con sabor, textura y calidad garantiza que se guarde así seis meses, puede durar hasta un año, pero sí puede cambiar el color o el sabor”, comparte.

Manifiesta que no hay mejor forma de guardar o “apastillar” el camarón que ésta, para que tenga una buena duración.

“La manta es fresca, absorbe, protege y no echa a perder, la barcina es única y exclusivamente para camarón”, señala.

Para él es una artesanía que enorgullece a los escuinapenses, pues guarda el tesoro del sur, lo que le dio abundancia a esta tierra y con lo que muchos identifican a Escuinapa.

En la actualidad, él y Miguel Díaz son los únicos en Escuinapa que elaboran barcinas.

Álvaro dice que las barcinas han viajado por todo el mundo en exposiciones, festivales gastronómicos, donde ponen en alto el nombre de Escuinapa.