Espina bífida y actividad física (1-3)

Dr. Epifanio Castañeda Labra
01 mayo 2017

"Amigo lector de Noroeste, cuántas veces escucha a personas que se quejan de dolor de espalda, aparentemente sin causa, que en ocasiones los que le rodean ni le creen, sepa amigo lector de Noroeste, que esto puede ser un caso de espina bífida"

Amigo lector de Noroeste, cuántas veces escucha a personas que se quejan de dolor de espalda, aparentemente sin causa, que en ocasiones los que le rodean ni le creen, sepa amigo lector de Noroeste, que esto puede ser un caso de espina bífida, por lo que lo más indicado es asistir al médico, de ser posible con el traumatólogo, para que haga el diagnóstico de certeza e inicie con el manejo, éste es casi siempre conservador. Si se hace una detección temprana de la misma, el pronóstico es mejor.

La espina bífida es un defecto que se presenta a lo largo de la columna vertebral, pero el sitio más frecuente es la región lumbo sacra, ésta se divide en dos grupos: la espina bífida oculta o defecto del tubo neural cerrado (lipomielomeningocele, seno dérmico, menignocele, etc.) y abierta (meielomenigocele).

Se han realizado múltiples investigaciones sobre espina bífida como son genéticos, ambientales y nutricionales.

Respecto al factor genético, se ha observado que ciertas poblaciones son más propensas a tener espina bífida, tal es el caso de la población latina.

De igual forma, cuando esta condición se presenta en un miembro de la familia, los hijos pueden tener un riesgo aumentado de presentar el problema en un 3 a 5 por ciento, por esto se debe realizar detección al nacimiento.

En el caso del factor nutricional se ha observado que la ingesta insuficiente de ácido fólico y vitamina ‘B’ en la dieta de la madre durante el primer trimestre de gestación (embarazo) existe un mayor riesgo que el producto presente espina bífida.

En México en la década de 1970-1980, cuando se promovió el consumo de ácido fólico en las mujeres embarazadas, la incidencia era del 20.20 por ciento por cada 10 mil nacidos. En 1995, cuando se le agregó ácido fólico a las harinas, cereales y otros alimentos, se logró reducir la incidencia en 4.9 por cada 10 mil nacidos, misma que permanece hasta la actualidad.

La espina bífida oculta al nacimiento no evidencía sintomatología, pero conforme se desarrolla el producto, la malformación no deja que la médula se desarrolle normalmente, por lo que el niño inicia con sintomatología como pérdida de la fuerza en ambas piernas, condicionando imposibilidad para caminar, así como alteraciones de esfínteres (anal, urinario). Aquí mediante la clínica se puede sospechar del diagnóstico, pero para que éste sea de certeza debemos de indicar placas simples de rayos ‘X’ y para corroborar lo indicado es la resonancia magnética, con lo que ya se puede iniciar con el manejo.

 

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