Monseñor Benjamín Jiménez / Servir a Dios fue su mejor obra
"Después de 57 años de servicio al Señor, la comunidad católica de Culiacán lo recordará como aquel hombre que sembró lealtad, generosidad y amor por la Iglesia"
Un hombre de gran espiritualidad, de verdadera vocación por entregar su vida al Señor por más de 57 años; un pastor que con su ejemplo, trabajo, entrega y amor hacia todos logró grandes obras para la Diócesis culiacanense… tras su fallecimiento, Monseñor Benjamín Jiménez Hernández deja más que un grato recuerdo: deja un gran legado para toda la comunidad católica de Culiacán.
Nació en Guanajuato un 31 de marzo de 1938, pero fue Pénjamo la tierra que lo vio crecer, y fue ahí en donde a los 13 años sintió el llamado a servir al Señor, ingresando en 1951 al Seminario Diocesano para realizar sus estudios de humanidades, y posteriormente ser enviado al Seminario Nacional Pontificio de Montezuma en Nuevo México, Estados Unidos, para cursar los estudios de Filosofía y Teología. En Culiacán, 12 años después de su llegada, un 28 de julio de 1963, recibió la Ordenación Presbiteral en la Catedral Basílica, por manos y oración de Monseñor Lino Aguirre García.
En aquellos años, ya ubicado en la capital sinaloense, sus primeros oficios pastorales los desempeñó como profesor y director espiritual en el Seminario, confesor de consagradas, Vicario en Catedral y en los templos de Nuestra Señora de Fátima y Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Culiacán.
Cinco años después, en 1968, Jiménez Hernández obtuvo la licenciatura en Teología Espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma, y en 1979 la Licenciatura en Psicologíapor la Universidad Jesuita deGuadalajara.
Al tiempo, ya como capellán en el templo de San Francisco de Asís y posteriormente párroco en Nuestra Señora del Carmen, ambas en Culiacán, motivó la fundación de instituciones de caridad y asistencia integral en la ciudad.
‘Lo único que he intentado es servir’: Obispo Emérito Benjamín Jiménez
Rosalva Echaverría Valenzuela reconoció que gracias a él se construyó el Seminario, que cumple con toda los requisitos para la preparación de nuevos sacerdotes.
“Monseñor fue quien fundó ISAPAC, creó varios movimientos religiosos que apoyó, además de fundar dos congregaciones religiosas, entre muchas obras más que hay que reconocerle y agradecerle mucho”.
Recordó que, en el tiempo que duró como Obispo, trabajó incansablemente por la formación de los sacerdotes, de los laicos, fundó instituciones, y ese es el legado más grande que deja, instituciones que están trabajando por el bien de la Iglesia y de la comunidad de Culiacán.
El nuevo Obispo de Culiacán
En 1987, Monseñor Luis Rojas Mena, segundo Obispo de Culiacán, lo nombró miembro del Cabildo Catedralicio y el 23 de febrero de 1988 se le otorgó el título de Monseñor.
Ese mismo día inició su oficio como Vicario General de la Diócesis de Culiacán. Un año después, el 29 de junio de 1989 fue ordenado Obispo por el Nuncio Apostólico en México, Girolamo Prigione, y nombrado auxiliar de Culiacán. El 1 de diciembre de 1993 fue el año cuando Monseñor inició su ministerio episcopal como Obispo de Culiacán, convirtiéndose así en el tercer Obispo de la iglesia particular a la que sirvió como pastor por 22 años.
Con dedicación y perseverancia, Monseñor motivó su labor pastoral con el compro miso por ofrecer a la Diócesis un presbiterio mejor formado y preparado, acción que lo llevó a instituir convenios de colaboración con diversas instancias que permitieran la acogida y sostenimiento de seminaristas y presbíteros en universidades de México y en el extranjero. También promovió organismos e instituciones que velaran y ofrecieran seguimiento a la formación y asistencia integral de todos los sacerdotes, logrando durante su ministerio episcopal la ordenación de 129 presbíteros.
Un hombre de fe, pero también de obras
Entre las obras de construcción impulsadas y bendecidas por Monseñor Benjamín, sobresalen las instalaciones del Seminario en su actual ubicación, así como las oficinas del Obispado y el Centro de espiritualidad El Buen Pastor, sin olvidar la remodelación de la Casa Episcopal y otros espacios como el antiguo Hospital del Carmen y la Universidad Católica.
En su gestión pastoral como Obispo se inició la reorganización de Cáritas Diocesana, la creación del Banco de Alimentos y el sorteo anual a favor del Seminario. Además fundó el Instituto de Asistencia Psicoterapéutica A.C. apoyando a todos aquellos que necesitaban de apoyo sicológico. Fundó también la Misión de Naím, donde se brinda apoyo a personas con problemas de drogadicción para reintegrarlas a la sociedad. Jesús Ignacio Gutiérrez Acosta, director general de Cáritas Diocesana, manifestó estar conmovido por el fallecimiento de su fundador.
“Su partida nos deja tristes, pero pues son cosas de Dios, y tenemos que respetar sus decisiones, y nosotros tal y como él lo predicó, seguiremos trabajando, estoy seguro que a él le hubiera gustado ver esta organización muchos años más, su ejemplo nos motiva a seguir adelante” señaló.
“Su participación en esta Diócesis fue importante, porque gracias al impulso y confianza que le dio a esta organización, permitió que Cáritas
Diocesana trascendiera”. ‘El seminario era su corazón’ Acaso su mayor legado fue la construcción del Seminario Diocesano, como señala María Guadalupe Torres Kee de Gómez, directora Sorteos Pro Seminario de 1995 a 2011.
“El ahínco con que trabajo por las vocaciones sacerdotales, por brindarles a los seminaristas oportunidades de estudios especializados en México y en el extranjero, acompañándolos como Padre y pastor hasta su ordenación: 129 presbíteros, la gran mayoría originarios de los municipios de Sinaloa”.
Los sorteos, indicó Torres Kee, permitieron ese acercamiento al Seminario, además de ser una fuente de financiamiento. En el mismo sentido, el Padre Jorge Rosario Sauceda, quien fue su asistente personal, destacó su amor a la Iglesia en esa solicitud y preocupación por la formación de los sacerdotes, enviando a más de 100 de ellos a estudiar al extranjero, además de que él personalmente fue formador en el seminario impartiendo clases, siempre al pendiente de las necesidades, porque “su corazón era el Seminario”.
Una infortunada despedida
Tras 18 años de trabajo al frente de la Diócesis de Culiacán, en marzo del 2011, a Monseñor Jiménez Hernández, le fue aceptada la renuncia como pastor diocesano por el Papa Benedicto XVI permaneciendo como Obispo Emérito de Culiacán, esto derivado de los problemas de salud que ya no le permitían continuar su trabajo, dando paso a Monseñor Jonás Guerrero Corona, para dirigir la Diócesis.
Lamentan su partida Tras el fallecimiento de Monseñor Benjamín Jiménez
Hernández este jueves, víctima de Covid-19, algunos sinaloenses cercanos emitieron sus impresiones, lamentando su muerte.
Para Rodolfo Díaz Fonseca, la muerte de Monseñor representó un hecho lamentable y una sensible pérdida para la Iglesia, pero también dijo que ya podrá descansar en paz, ya que era mucha la agonía que estaba sufriendo.
Agregó que a él tocó convivir con Monseñor bastante tiempo, a quien conoció muchos años, una persona que se interesó por la espiritualidad y por la sicología, dos facetas que lo caracterizaron.
Recordó que en su ministerio pastoral como Obispo de la Diócesis de Culiacán, Jiménez Hernández se distinguió sobre todo por las construcciones que realizó, una de ellas el Seminario, así como la remodelación del Obispado, y algunas otras edificaciones. A él le tocó impulsar también la pastoral social con el Banco de Alimentos, buscando ayudar a los más desprotegidos.
“Creo que lo que deja Monseñor Benjamín es su legado espiritual, un hombre entregado a su labor, cumpliendo en la medida de sus fuerzas todo lo que se proponía, esperando hoy que el Señor le brinde su eterna recompensa”, resaltó Díaz Fonseca.
El vocero de la Diócesis de Culiacán, Esteban Robles, destacó que Monseñor Benjamín Jiménez fue un hombre que siempre estuvo interesado en hacer progresar la Diócesis.
“Hoy lamentamos mucho la partida de don Benjamín, y estamos muy tristes por su fallecimiento, somos personas de fe, creyentes, y hoy nos consuela la esperanza de la resurrección”, señaló Robles Valenzuela.
El Padre Jorge Rosario Sauceda fue quien durante mucho tiempo estuvo al lado de Monseñor Benjamín Jiménez, como su asistente personal.
“Estoy muy agradecido con el Señor por el tiempo que nos prestó a Monseñor Benjamín Jiménez Hernández, y la oportunidad que me dio de poder estar a su servicio, el hecho de haberlo acompañado, ha sido por gratitud a toda su entrega, esfuerzo y sacrificio por la Diócesis, por lo que para mí ha sido un honor muy grande poder acompañarlo”, señaló el sacerdote.
El Padre Benjamín, el amigo
Para el empresario Rodolfo Carrillo, Monseñor Benjamín, más que un sacerdote, fue un gran amigo, a quien dijo tenerle un gran cariño, respeto, por la gran amistad que lo unió a su familia, lamentando hoy su deceso.
“Siento profunda tristeza, y al mismo tiempo alegría, sé que fue un hombre íntegro, un gran sacerdote, Obispo, pero sobre todo una muy buena persona, que vivió y se entregó a Dios, para quien trabajó para cuando llegara este momento, de entregar su vida al Señor”, señaló Carrillo.
Recordó que, cuando tuvo un fuerte accidente, fue Monseñor quien acudió en esos momentos difíciles para él, brindándole como siempre esa alegría que le caracterizaba, quitando de él todo el miedo que sentía a poder morir por su accidente y resistir más de seis operaciones.
“Él me dio la valentía para ponerme en las manos de Dios, por eso, para nosotros, hablo en nombre de toda mi familia, Monseñor Benjamín siempre fue parte de la familia, porque desde niño me tocó conocerlo, y en el transcurso de la vida me tocó conocerlo por muchos años, siempre con una actitud de gran humildad y sencillez”, señaló.
Monseñor Benjamín, agregó Carrillo, siempre estuvo en los momentos más importantes de la familia, bodas, bautizos, dando siempre ese consejo, por lo que su deceso representa una gran pérdida para su familia, por el amor que él les daba. Fue él, recordó Rodolfo, quien ingresó a su mamá a participar en muchas actividades en apoyo a quien más lo necesitaba.
“Monseñor fue para toda nuestra familia un miembro más, y su legado es muy grande, logró muchas cosas, porque lo que él pedía en sus convocatorias eran casi una orden, porque lo hacía de corazón, predicaba con el ejemplo, por eso logró hacer grandes obras, una de ellas, el Seminario”, resaltó.