La salud de los suelos y su relación con la salud humana
De acuerdo con el reporte de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., el suelo, en comparación con otros sistemas terrestres, está poco estudiado. Esta negligencia se debe en parte a que lo que no se ve, no se tiene en cuenta, y la complejidad de los procesos del suelo definitivamente no se ve.
Esto se relaciona con otro problema con los suelos: lo que está fuera de la vista suele ser difícil de estudiar. Sin embargo, con los avances tecnológicos, ver y sentir lo que sucede debajo de la superficie es cada vez más factible y, cada día que pasa, un poco menos costoso. Estas capacidades no podrían llegar lo suficientemente pronto como para abordar los desafíos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI: el calentamiento global, la seguridad alimentaria y la desnutrición, y la resistencia a los antibióticos. En todas estas amenazas, el suelo tiene un papel que desempeñar.
Además, podemos utilizar nuestro creciente conocimiento sobre los procesos del suelo no sólo para abordar estos desafíos sino también para restaurar la función y preservar la biodiversidad en los suelos que en gran medida hemos tomado.
Esto se da por sentado, ya que se ha trabajado para alimentar a la creciente población mundial durante el último siglo. También explorando la complejidad y conectividad de los microorganismos que viven en el suelo, en las plantas, y en nosotros, por lo que es posiblemente desbloquear nuevas oportunidades para mejorar la salud en los tres ámbitos.
Un suelo sano sustenta los procesos biológicos, descompone la materia orgánica y recicla nutrientes, agua y energía, lo que reduce la necesidad de fertilizantes sintéticos e irrigación. Ayuda a mitigar la exposición a algunos contaminantes químicos y sostiene la producción de alimentos. Todos estos
Estas funciones hacen que la priorización de la salud del suelo para los beneficios de la salud humana sea aún más importante frente al cambio climático, que afectará negativamente el ciclo de los nutrientes del suelo y exacerbará los efectos perjudiciales de las inundaciones o sequías sobre la estabilidad del suelo y la capacidad de retención de agua.
Sin embargo, evaluar un suelo como “saludable” es complejo y acalorado debate. Se pueden medir numerosas variables y no siempre está claro cuáles corresponden mejor al concepto de salud del suelo y cómo deben recopilarse y compararse. Se ha llegado a un consenso en el sentido de que las evaluaciones de la salud del suelo son regionales y específicas del sistema y requieren múltiples variables, pero sigue siendo discutido qué indicadores de salud del suelo son útiles para medir en cada contexto, incluso cuando las herramientas han avanzado.
Además, la heterogeneidad espaciotemporal del suelo significa que es poco probable que las mediciones de un solo punto proporcionen datos significativos para informar las acciones de gestión o para realizar comparaciones entre suelos. Existen oportunidades para monitorear, recopilar y analizar datos para que los indicadores de salud del suelo puedan validarse a lo largo del tiempo y en su contexto agrícola para mejorar su utilidad.
Estos enfoques también podrían aplicarse para comprender mejor los mecanismos subyacentes que contribuyen a la salud del suelo y los beneficios asociados para la salud humana.
Sin embargo, algunas generalidades son posibles. Un suelo sano poseerá un pH, niveles de nutrientes y materia orgánica óptimos, con bajas concentraciones de productos químicos nocivos. Las propiedades físicas deben proporcionar una buena aireación e infiltración y almacenamiento de agua. Es cada vez más evidente que el mantenimiento de la biodiversidad es un componente esencial para la salud del suelo, lo que genera la necesidad urgente de preservar los microorganismos del suelo (así como la meso y macrofauna). También es ampliamente reconocido que las prácticas de manejo agrícola que minimizan las perturbaciones y maximizan la biodiversidad de los cultivos, mantienen las plantas vivas continuas y mantienen el suelo cubierto, siempre que sea posible, fortalecerán la salud del suelo.
La incorporación en las rotaciones de siembra de cultivos de cobertura, cultivos perennes o cultivos mejorados específicamente para el desarrollo del sistema de raíces o las interacciones de la rizosfera con la biota del suelo son todas opciones para aumentar la biomasa subterránea. Se necesitará más investigación y desarrollo para que estos cultivos sean opciones viables en los diversos suelos y climas de los Estados Unidos.
Aunque hay muchas complejidades que aprender sobre la salud del suelo, se deben tomar medidas inmediatas para mapear y mitigar la contaminación química actual del suelo. Los altos niveles de plomo y cadmio en los suelos reducen la actividad microbiana y la biomasa vegetal. Los microplásticos pueden cambiar la estructura del suelo, afectar la capacidad de retención de agua y enriquecer patógenos y genes de resistencia a los antibióticos en los microbios del suelo.
El concepto de “Una Salud” postula que el suelo debe valorarse como un ecosistema que, cuando está saludable, contribuye a la salud de otros ecosistemas, plantas, humanos y otros animales, y que contiene un microbioma que no solo se conecta con las plantas sino también con las personas.
Para promover la sostenibilidad y la resiliencia, la forma en que se ve el suelo debe modificarse desde la de un elemento en un sistema de producción a la de un componente de un sistema holístico que incluye, pero se extiende mucho más allá de la agricultura. Es necesario preservar la biodiversidad del suelo, tanto para garantizar las funciones actuales del suelo como para salvaguardar la diversidad genética para permitir descubrimientos de medicinas futuras.
Este cambio en nuestra percepción del suelo estará guiado por un mejor conocimiento de los mecanismos subyacentes que contribuyen a la salud del suelo y su conexión con la salud humana y vegetal y una optimización continua de las formas de cuantificar y comparar la salud. Se requerirán cambios en los programas de apoyo agrícola para valorar la salud del suelo como una métrica de éxito y hacer una transición hacia sistemas de cultivo más complejos y perennes, así como una mayor circularidad donde los flujos de desechos son convertidos en recursos seguros.
Finalmente, debe aumentar la conciencia social sobre el papel que desempeña la salud del suelo en la salud humana más allá de la producción de alimentos, lo que requerirá la participación de muchas agencias federales, sociedades científicas, empresas y organizaciones internacionales.
Fuente: https://nap.nationalacademies.org/download/27459