La mujer de cartón

Angelina Zamudio
28 febrero 2017

"Angelina Zamudio"

Mujer de Cartón era bonita por fuera y hueca por dentro. Estaba pintada de vistosos colores que llamaban la atención y eso permitía que nadie se diera cuenta de su fragilidad.

Mujer de Cartón iba cruzando la calle, cuando empezó a llover fuerte. Quedó atrapada en el tráfico, sin paraguas para protegerse. Poco a poco, su cuerpo se fue deshaciendo y cayó en un charco multicolor, hecho por sus propios colores derretidos.

Con esfuerzo, logró levantarse y se protegió del agua debajo de una marquesina. Anduvo deambulando algunas horas o quizá, días, mientras veía que la gente la miraba como nunca antes: con lástima, asombro o burla. 

Cansada, se sentó en los escalones de un edificio a llorar con mucho sentimiento, hasta que se quedó dormida.

Despertó en otro lugar. Era un parque donde niñas y niños jugaban. De pronto, reconoció a una de las pequeñas, ¡era ella! Le sonrío, pero se dio cuenta de que no la reconoció. 

Entonces, Mujer de Cartón se sentó en una banca cercana a verla jugar. Cuánta felicidad empezó a sentir al recordar aquellos momentos que ya había vivido.

Minutos después, llegó una mujer mayor y, regañándola, se la llevó. La castigó por haber salido a jugar. La niña lloró toda la tarde y, al día siguiente, ya no tuvo permiso de salir.

Cuando Mujer de Cartón creció, decidió que era momento de salir de su encierro. Frente al espejo, se dibujó una sonrisa -la que se la había borrado-, se coloreó los chapetes y se puso perfume. ¡Quedó impactada al ver que toda ella era de cartón! Así que también lo pintó: dibujó un vestido con flores y unos tacones altos. Tomó una bolsa vieja y pensó: “Me veo bien. Nadie se dará cuenta de que soy de cartón”. Y Se fue a conquistar el mundo, hueca por dentro, pero bella por fuera. 

Mientras podía ver la película de su propia vida, Mujer de Cartón lloraba por el tiempo perdido. De pronto, sintió una mano sobre su hombro, era una anciana que sonreía feliz y que le transmitía una gran paz. Se levantó y, viéndola de cerca, se dio cuenta de que nuevamente era ella misma, pero ahora, 40 años después.

La anciana la abrazó con tanto amor, que Mujer de Cartón no quería soltarla. “Sí, la niña eres tú y yo, también. Ya no sufras, vengo a ayudarte a salvar a tu pequeña, para que cuando vuelvas a esta edad que tienes ahora, seas de un material tan sólido, que ninguna lluvia o tormenta pueda deshacerte”.

Las dos mujeres, tomadas de la mano, fueron corriendo a encontrarse con la niña y se presentaron ante ella; le auguraron un futuro maravilloso, a la vez que le dijeron que eran sus hadas madrinas y que siempre estarían a su lado para protegerla y darle amor; para guiarla y ayudarle en sus problemas; para salvarla y enseñarle cómo ser feliz. 

Cuando Mujer de Cartón despertó de su sueño, no entendió qué hacía en esos escalones. Se levantó, se arregló su falda y siguió su camino bajo la lluvia, mientras disfrutaba las gotas que caían sobre su cara. Un caballero le ofreció un paraguas, pero lo rechazó y no le importó mojarse, “al fin y al cabo, ya no soy de cartón”, se dijo, mientras veía que el Sol salía de entre los edificios, bañándola con sus rayos.

 

zamudioangelina@yahoo.com.mx