Celebra Alfredo Pallares 50 años de vocación en el Instituto Chapultepec
“Para el Chapultepec, no tengo más que agradecimiento,así como a la gente de Culiacán, he estado muy feliz, y muy agradecido con los profesores, con los papás, porque aquí he aprendido muchísimo”, señaló el docente
Un hombre de gran vocación, honestidad, espíritu de servicio, apoyo incondicional, formador de hijos de Dios, una gran persona, un gran amigo y un gran líder, pero sobre todo un orgullo Chapule, es como hoy reconocen a Alfredo Pallares, al celebra 50 años de trayectoria dentro del Instituto Chapultepec.
“Me siento muy contento y muy comprometido, porque en la vocación como maestro, uno nunca termina de aprender, porque cada día uno aprende más de sus alumnos, de los padres de familia, de sus compañeros de trabajo, y sabe que tiene la responsabilidad, primero de encarnar la vocación, de ser un estudiante vitalicio, preparando cada vez mejor a las nuevas generacione, y que su trabajo incida para mejorar la sociedad y al país”, señaló Pallares.
Subrayó, que la educación es un proceso de mejora personal que inicia con el nacimiento y termina cuando se muere.
Recordó que llegó a Culiacán por una invitación que le hizo el ingeniero Gonzalo Ortiz de Zárate, uno de los promotores y formadores de esta institución, uno de los primeros miembros del Opus Dei que llegaron a trabajar aquí a Sinaloa, y a Culiacán.
Compartió que fue Ortiz de Zárate quien le habló del Instituto Chapultepec, y quienes después de hacerse buenos amigos, lo invita a colaborar como maestro de humanidades, considerándolo un buen candidato.
Recordó que al principio, le dijo a Ortiz de Zárate que no viajaría a Sinaloa, porque él estaba feliz y apasionado por su carrera de historia, realizando varios proyectos de investigación, contando con todo lo que necesitaba para realizar su trabajo.
Agregó, que la invitación no era para que escribiera la historia, que eso lo harían otros, lo invitaba a que fuera el protagonista de la historia, algo mucho más importante.
“Qué si valió la pena venir a Sinaloa, ¡Claro! que valió la pena, jamás me imaginé la trascendencia que aquí se puede hacer, yo era y soy un apasionado de la historia, pero gracias a la persona que me invitó, me hizo ver que es más importante ser protagonistas de la historia, y tenía mucha razón, llegando a Sinaloa donde encuentro gente buena, con carácter recio, emprendedor, y con muchos deseos de hacer las cosas bien”, destacó.
En el Chapultepec, dijo, encontró a gente muy echada para adelante, llegando en 1970 a un instituto que tenía apenas 14 años de haberse fundado, y con muchas cosas que hacer, y aunque él sabía historia, aquí aprendió de filosofía, pedagogía, orientación familiar, que le ayudaron no solo para impulsar la educación en sus alumnos, sino también para ayudar a sus padres en la educación de sus hijos, así como de los suyos.
“Para el Chapultepec, no tengo más que agradecimiento, así como a la gente de Culiacán, he estado muy feliz, y muy agradecido con los profesores, con los papás, porque aquí he aprendido muchísimo, muy agradecido con los alumnos, porque yo sabía historia, pero todo lo demás que tiene que ver con el ser humano, con la manera de comprenderlo, su desarrollo, pedagogía, y la filosofía de la educación la aprendí aquí, porque aquí aprendí a ser profesor, papá, esposo, y todo le debo al instituto y a los padres de aquí”, subrayó.
El reto, dijo, es no cansarse, es tomar en cuenta que, 50 años siendo importante están ahí atrás, pero también adelante, porque ahora lo importante es seguir de frente y luchar por lo que se quiere conseguir, y solo será posible cuando hay amor .
“Nadie va a venir a regalarnos nada, todo lo tenemos que lograr nosotros, y eso es un gran reto, y cómo lo podemos implementar, pues con el ejemplo de cada uno, la educación no es quejarse de lo mal que están las cosa, sino ser una solución”.
Sobre Alfredo Pallares
Se formó como cualquier niño, regular en la escuela, sacándole la vuelta a las matemáticas y sabiendo que hay que trabajar y estudiar para superarse, forjando una historia de compromiso, y de la pasión por el conocimiento.
Su formación se la debe a su mamá María Luisa Pallares, pues a su padre lo perdió cuando tenía 4 años, y su hermana, Martha Beatriz Pallares de Olvera estaba en el vientre. Ella, con su trabajo como modista, no sólo le dio sustento, sino que le enseñó a cocinar, barrer, lavar, y además, a valorar su esfuerzo para sacar adelante sola a su familia.
Dejó chico su natal Celaya, Guanajuato, para irse a vivir a la Ciudad de México, donde hizo la primaria, secundaria y la universidad, esos recuerdos que se cuentan en minutos, están plagados de momentos felices, duros, pero también de travesuras junto a su hermana.
Le gustaba jugar futbol en la calle y, aunque no le agradara mucho, tenía que interrumpir esto si su mamá le echaba el grito para que ayudara en los quehaceres de la casa.
Cuando se fue a vivir con su abuelo, él le dio muchas lecciones y le transmitió su afición por las corridas de toros. En la primaria nunca fue de dieces, pero sí de travesuras.
Pasión por la historia
En la preparatoria descubrió su vocación de historiador, en sí, realmente fue cuando sintió un vuelco en el pecho a los 9 ó 10 años, que conoció Teotihuacán.
“Sentí en el pecho una emoción muy grande de ver los edificios, las pirámides, y de imaginar quién sería capaz de haber construido esto, desde entonces tenía muchas inquietudes de ese estilo pero no sabía qué eran, cuando en la prepa tengo una maestra egresada de la Escuela de Historia de Filosofía y Letras, donde después estudié, nos enseñó a ver la historia de otra manera, a investigarla y a tener otro sentido”, expuso.
Al momento de decidir, no dudó. Solicitó su ingreso en la UNAM, hizo el examen, fue aceptado, pero había una inconveniencia, su abuelo y familia querían que fuera abogado, como la mayoría de los Pallares.
Su mamá lo apoyó con dos condiciones, que lo hiciera bien y que terminara la carrera.
Se queda en Sinaloa
Antes de terminar su carrera empezó a dar clases de historia en una preparatoria y así pudo contribuir en los gastos de su casa. Ese 11 de diciembre de 1967, en que nervioso se paró frente a un grupo, lo tiene presente, sobre todo porque ahí estaba quien tiempo después se convertiría en su esposa.
Al año escolar le dieron más carga de trabajo. Estaba contento, a partir de entonces le dijo a su mamá que no trabajara más.
Alfredo Pallares
- Desde hace 46 años es maestro en diversas materias de Ciencias Sociales.
- Tiene 44 años de trabajo en la orientación de familias y adolescentes.
- Lleva 41 años trabajando con programas de desarrollo educativo para cuerpos directivos y de personal en general en diversas instituciones.
Lo felicitan
“Recuerdo como nos enseñaba sobre política e historia, y nos parecía un tema muy interesante, se nota que es un profesor muy preparado, y con muchísimas ganas de enseñar”.
Cid Esteban Clouthier Harispuru
Generación 56
“Muchas felicidades por su 50 aniversario, además de sus enseñanzas académicas, me llevo todas sus enseñanzas para ser una mejor persona”.
Moisés Romo Gámez
Generación 34
“Gracias por ser mi maestro de historia, y de muchas historias, gracias por ser el director del ICH cuando me gradué, por invitarme a ser consejero, por acompañarme y permitirme acompañarlo a defender la existencia de la prepa, gracias por seguir haciendo el bien”.
Gerardo de Nicolás Gutiérrez
Generación 22
“Alfredo, ha sido un gran privilegio en Culiacán tenerte como director y profesor del Instituto por tantos años, has dejado una huella imborrable en muchísimos padres de familia y alumnos, te queremos y admiramos mucho.
Mercedes Calvo de Coppel
“Muchas felicidades por tus 50 años, para el instituto significas honestidad, vocación, responsabilidad y entrega, y forman hombres, e hijos de Dios, te recuerdo como director, como maestro, como amigo, es el único profesor que recuerdo que podía hacerte reprobar, y que te hacía feliz reprobando, porque era muy divertido, y sabe cómo educar, gracias Alfredo por tanto tiempo, dedicación a todas las familias de Culiacán”.
José de Jesús González Sánchez
Presidente del Consejo Superior Chapultepec, Generación 22